«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Marcos 15:34).
Podemos escuchar la angustia en el clamor de Cristo en la cruz.
He sentido ese tipo de desesperación en mi propia vida. Aunque Dios literalmente nunca me ha abandonado, sí me he sentido abandonada y traicionada por aquellos que amé. He cuestionado dónde estaba Dios en mi dolor y me he preguntado qué bien podría salir de mi sufrimiento.
Debido a la cruz, los que hemos sentido ese dolor, los que hemos vivido con preguntas sin respuesta y noches sin dormir, podemos regocijarnos sin reservas durante esta Pascua. Del peor mal imaginable, el Hijo de Dios sin pecado en la cruz, Dios ocasionó el bien más grande que jamás se haya conocido.
Sentirse abandonado
La Pascua es un recordatorio deslumbrante de Génesis 50:20, de que lo que el hombre hace por maldad, Dios lo hace por bien. En mi propia vida, a través de la Escritura, puedo ver que Dios ha traído el mayor bien de los eventos más difíciles. Sin embargo, digo esto en retrospectiva. En el momento, ninguno de mis sufrimientos se sintió positivo en lo más mínimo.
Sollozar por el pequeño ataúd de mi hijo fue devastador. Recibir los papeles de divorcio en el correo fue mucho más que desgarrador. Escuchar al doctor decir que mi cuerpo se estaba deteriorando y luego ver cómo sucedía, fue agonizante.
Ninguna de esas pruebas se sintió redentora. No podría celebrar ninguna de ellas. Ninguna tenía sentido. Nunca pude imaginar que Dios podría provocar algo hermoso a partir de mi dolor. Sentí que mi dolor me estaba deformando; que iba a estar estropeada para siempre debido a él.
Estaba segura de que mis mejores años estaban en el pasado (antes de que «esto» pasara). Cuando reía con facilidad y con frecuencia. Cuando no estaba agobiada con los recuerdos del pasado.
El dolor nos hace profundizar
Y aun así, de alguna manera, incluso en medio de esas horribles pruebas, Dios estaba haciendo algo, algo extraordinario, algo que no podría haber planeado o previsto. Él estaba haciendo algo en mí que no podría haber sucedido de otra manera. La obra de Dios era extraña y hermosa; maravillosa e inesperada.
Del dolor más aplastante y de la desesperación más terrible, Dios traía un triunfo glorioso.
En vez de deformarme, mi dolor extrañamente me llevó a profundizar. Aumentó mi capacidad para Dios y para el gozo. Me hizo ver el mundo a través de otros ojos: ojos de fe y no de desesperanza. Me ayudó a reconocer que lo que estaba atravesando era solo un instante en el tiempo. Un día mi vida sería totalmente transformada.
¿Acaso gana la maldad?
Aunque un día mis circunstancias cambiarían indudablemente, lo que cambió más profundamente en medio de mi sufrimiento fui yo. Las mismas luchas que pensé que podrían quebrarme son las que Dios usó para formarme con determinación.
Esa formación no ocurrió instantáneamente. Requirió tiempo y confianza. Al principio, parecía como si nada estuviera pasando (nada más que desilusión y fracaso). Honestamente, se sentía como si Satanás estuviera demoliendo mi vida.
De igual manera, para los discípulos ese aterrador viernes, debe haber parecido como si Satanás hubiese ganado. Su Salvador fue crucificado. Sus sueños habían muerto. Sus esperanzas se habían deshecho. Quizás el mal realmente había ganado.
Y luego todo estuvo en silencio por dos largos días. Podría haber parecido como si nada hubiese pasado (nada más que desilusión y derrota).
No obstante, en la sabiduría de Dios, cuando la vida se ve más oscura, Él abrió camino al amanecer de la luz más pura y más brillante.
Dios lo diseñó para bien
El domingo de Pascua nos recuerda que la perspectiva de Dios es infinitamente mayor que la nuestra. Mucho de lo que realmente está pasando no se ve. Aunque podría verse de otra manera en el momento, Satanás nunca será victorioso y el mal no puede ganar. Dios siempre tiene la última palabra.
Lo que Satanás ideó para mal, Dios lo diseñó para bien. Siempre.
Por lo tanto, si te sientes abandonado y no tienes idea hacia dónde ir o qué hacer, confía en que Dios está usando esa lucha. Si la vida parece ser un desorden sin esperanza y cada día es una lucha para sobrevivir, confía en que Dios un día predominará gloriosamente. Y cuando lo haga, cuando estés al otro lado, confía en que Dios habrá hecho una obra incomparable en tu alma.
Entonces, habrás aprendido cómo confiar, confiar realmente en Dios, quien trae belleza desde las cenizas. Tu vida y tu caminar junto a Él serán más hermosos de lo que puedes imaginar. Y de alguna manera, por medio de tu dolor, serás transformado. Y cuando eso suceda, cuando veas cómo Dios te ha cambiado, nunca querrás regresar al camino en el que estabas antes.
Entenderás que nada puede frustrar los planes de Dios para ti. Lo que ahora parece ser mal resultará en tu gozo eterno. Y el triunfo asombroso de la Pascua caerá de nuevo sobre ti.
Vaneetha Rendall Risner © 2017 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.
Vaneetha Rendall Risner
Vaneetha Rendall Risner es escritora independiente y contribuidora regular para Desiring God. Ella publica en su blog danceintherain.com, aunque no le gusta la lluvia y no tiene ritmo. Vaneetha está casada con Joel y tienen dos hijas, Katie y Kristi. Ella y Joel viven en Raleigh, Carolina del Norte. Vaneetha es autora del libro The Scars That Have Shaped Me: How God Meets Us in Suffering [Las cicatrices que me han formado: cómo Dios nos sostiene en el sufrimiento]