En el artículo anterior, presenté lo que será una serie de varias partes sobre lo que la Biblia tiene que decir respecto a la femineidad. Describí brevemente la influencia del feminismo también. Respecto a esa observación, es la influencia del feminismo lo que hace que este tema sea tan delicado. Existen muchos libros, opiniones y puntos de vista sobre este asunto, y me importan muy poco. Solo hay una fuente que me importa ver cuando se trata de mi femineidad, y esa es la Biblia. Aunque citaré a otras personas, sus opiniones son valiosas para mí en la medida que basen todos sus argumentos en la verdad integral de la Palabra de Dios. Pero antes de sumergirnos en lo que la Biblia dice acerca de la femineidad, debemos adoptar una postura correcta en el corazón. Debido a que estos temas tienen el potencial de crear tensión y conflicto, necesitamos asegurarnos de que nos acercamos a ellos con tres fundamentos básicos:
- Un amor por la gloria de Dios: «Yo soy el Señor, ese es mi nombre; mi gloria a otro no daré» (Is 42:8).
- Un deseo por humildad: «Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes» (1P 5:5).
- Un corazón de fe: «Todo lo que no procede de fe, es pecado» (Ro 14:23).
La gloria de Dios
Como cristianas, nuestro primer objetivo es extender la fama, el renombre y la belleza de Dios. Este propósito debe estar al frente y en el centro de todo lo que hacemos, incluso en nuestro acercamiento a este tema. A diferencia de la visiones de género egocentristas del mundo, nosotras queremos una visión de género centrada en Dios.
La primera mención del hombre y de la mujer en la Biblia gira entorno a Dios. Génesis 1:26-27 declara: «Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza […]”. Dios creó al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó». Dios creó dos expresiones de humanidad, hombre y mujer, para reflejarse a sí mismo. Nuestra femineidad no se trata de nosotras, se trata de Dios y de reflejar quién es Él.
No reflejamos a Dios simplemente como humanos, sino que específicamente como hombres y mujeres. Esto es importante porque Dios es trino. Dios es uno y Dios también es Padre, Hijo y Espíritu Santo. La unidad y la diversidad en un Dios. De igual manera, hombres y mujeres son ambos humanos. Es con esta unidad de especies y diversidad de expresión que reflejamos a Dios completamente. Es por esto que una expresión bíblica de la femineidad es importante: para darle la gloria a Dios.
Humildad
La Biblia nos dice que el orgullo en realidad nublará nuestro entendimiento; nos engaña (Jr 49:16). En otras palabras, nos transformará en necias. Demasiado a menudo, la discusión de la femineidad viene desde el orgullo: «cualquier cosa que puedas hacer, yo la puedo hacer mejor». Mujeres, necesitamos crear una defensa para nuestro género a medida que nos acercamos a la Palabra de Dios. Dios mismo ya nos ha dado un gran valor y nos ha dado más peso y dignidad de lo que nosotras nos hemos dado. Acerquémonos a su Palabra y a su visión sobre nuestra femineidad con humildad, dándole su lugar apropiado como Dios.
Todas las criaturas, con dos excepciones que conocemos, han tomado voluntariamente los lugares que les fueron asignados. La Biblia habla de ángeles que se rebelaron, y por lo tanto, fueron expulsados del cielo; y de la caída del hombre. Adán y Eva no estaban satisfechos con el lugar que se les asignó. Fue, de hecho, la mujer, Eva, quien vio la oportunidad de ser algo más de lo que fue diseñada para ser: la serpiente la convenció de que ella podía ser fácilmente «como Dios» y tomó la iniciativa. ¿Qué clase de mundo habría sido si Eva hubiera rechazado el ofrecimiento de la serpiente y le hubiese dicho: «no me dejes ser como Dios. Déjame ser lo que fui diseñada para ser; déjame ser mujer»? —Elisabeth Elliot.
Dios tiene el derecho de definir nuestra femineidad; es por eso que vamos a la Biblia para buscar dirección. Después de todo, fue Dios quien creó a la mujer y, por lo tanto, sabe cómo florecemos. A medida que vemos su diseño para la mujeres, no debemos responder con orgullo, pensando que sabemos mejor que Dios lo que es bueno. Ese fue el pecado original de Eva. Al contrario, respondamos con humildad permitiendo que Dios tenga la palabra final sobre la femineidad.
Fe
Junto con la humildad, necesitamos acercarnos con fe. Muchas mujeres no quieren escuchar lo que la Biblia tiene que decir sobre la femineidad porque dudan de que Dios esté por ellas, de que Él quiere grandes cosas para las mujeres. ¡Recuerda, estamos hablando de un Dios bueno y misericordioso que recorrió distancias impensables para salvarnos! Ejercitemos la fe en que Dios quiere cosas buenas para sus hijas. Recuerda, Jesús honró grandemente a las mujeres que sus discípulos llegaron a reprenderlo.
Con una fe viva en un Dios redentor, ¡veremos que la femineidad bíblica se trata de la libertad de ser lo que fuimos diseñadas para ser! Aunque podrían existir limitaciones en este proceso, las limitaciones en sí mismas son parte de ser libres. Necesitamos una fe fuerte en la bondad de Dios para aceptarlo.
A cada criatura de Dios se les ha dado algo que podría llamarse un inconveniente, supongo, dependiendo de la perspectiva de cada uno. El elefante y el ratón podrían quejarse de su tamaño; la tortuga, de su caparazón; el ave, del peso de sus alas. El don y la capacidad específica de cada criatura definen sus limitaciones especiales. Como el ave que acepta fácilmente la necesidad de cargar sus alas cuando descubre que son, de hecho, las alas las que la levantan, hacia arriba, lejos del mundo, hacia el cielo, hacia la libertad. De igual forma, la mujer que acepta las limitaciones de la femineidad descubre en esas mismas limitaciones sus dones, su llamado especial: alas que, en realidad, la llevan a la perfecta libertad, a la voluntad de Dios. —Elisabeth Elliot.
Que Dios nos dé gracia para preocuparnos de su gloria, de humillarnos ante Él y de ejercitar nuestra fe en su bondad por nosotras, a medida que continuamos estudiando la femineidad bíblica.