Sustento espiritual
¿Qué pasaría si te dijera que tu tiempo devocional privado con el Señor no tiene el propósito de ser tu comida espiritual principal?
Como personas que nadamos en aguas occidentales autónomas, este es un concepto difícil de comprender para nosotros. Después de todo, ¡leer la Palabra de Dios por nosotros mismos y tener comunión con el Señor en privado son cosas buenas y maravillosas! Sin duda debemos buscar a Dios al abrir nuestras Biblias cada vez que podamos, con el entusiasmo de escuchar su voz.
No obstante, tu tiempo devocional individual (o «tiempo a solas», como tanto nos gusta llamarlo) no tiene el propósito de ser tu principal fuente de nutrición espiritual. La iglesia lo es. Esta es la razón.
Desmintificando el «tiempo a solas»
En primer lugar, no existe ningún mandamiento en la Biblia sobre tener un tiempo a solas diario. Existen mandamientos sobre amar al Señor con todo tu corazón, alma, mente y fuerzas (Mr 12:30). Hay mandamientos para mantenerse en sintonía con el Espíritu, quien nos enseña la verdad sobre el Evangelio por medio de la Escritura (Gá 5:1-26). Y existen mandamientos sobre aferrarse a la Palabra de vida, sobre no ser engañados por falsas enseñanzas y sobre mantener firme nuestra confianza original hasta el final (Fil 2:16; 1Ti 4:6-16; Heb 3:14).
Sin embargo, ¿existe algún mandamiento como «te levantarás a las cinco de la mañana, con un café en la mano, y pasarás tiempo con el Señor a solas por dos horas»? No.
Dios no es normativo sobre esto en su Palabra. En cambio, Él nos ordena prioridades apropiadas para el crecimiento de nuestras almas en Él: «pero busquen primero su reino y su justicia, y todas estas cosas [y las que necesites] les serán añadidas» (Mt 6:33). Él quiere que tengamos hambre por el pan de vida, no por una fórmula idealista. Él quiere que busquemos a Jesús, no un tiempo a solas perfecto, como si existiera tal cosa.
Descubramos la intención de Dios
En segundo lugar, la Escritura muestra que las palabras de Dios generalmente se han dirigido a este pueblo reunido, no solamente a personas individuales. Por ejemplo: cuando Dios pronunció los Diez Mandamientos a Moisés en el monte Sinaí, Él las dijo para los israelitas, su pueblo redimido (Éx 20). Cuando Dios le habló a los profetas, llevándoles sus palabras de recuerdo y advertencia, les dijo que las transmitieran a su pueblo rebelde (Is 1:4; 2R 23:1-2). Cuando Dios les verbalizó su ley por medio de profetas como Josué (Jos 24), de reyes como Josías (2R 23:1-2) y de sacerdotes como Esdras (Es 7:19; Neh 8:13), Él lo hizo ante los oídos de todo el pueblo de Dios.
¿Y qué decir del Nuevo Testamento? Esta sección de nuestra Biblia actual fue compuesta para la iglesia primitiva, el pueblo reunido de Dios. Cuando leas tu Nuevo Testamento, leerás registros históricos que condujeron a la iglesia (como los evangelios y Hechos), cartas a la iglesia (como 1 y 2 Corintios, Efesios y Romanos) y profecía sobre la iglesia (como Apocalipsis).
El Señor claramente ama comunicarse con su pueblo como una iglesia reunida. Y esta realidad nos dice algo vital sobre lo que ocurre los domingos por la mañana.
Deleitémonos en nuestra comida principal
¿Qué ocurre (debe pasar) exactamente en nuestras reuniones de adoración? Un festín comunitario alrededor de la Palabra nutritiva de Dios. A medida que su pueblo reunido se deleita en su Evangelio de gracia juntos, nuestras almas son nutridas para la semana que viene. Cada iglesia se ve diferente en cómo hace esto, pero en general, comemos la Palabra de Dios durante un servicio de adoración a través de al menos cuatro medios: cantándola, orándola, leyéndola y escuchándola ser predicada.
Cantamos la Palabra de Dios
La música de adoración se ha convertido en algo tan normal para nosotros que a menudo no consideramos su propósito. Cuando cantamos la Palabra, estamos dejando que alimente nuestras almas (Col 3:16). Al cantar juntos sobre Cristo y sus muchas palabras, promesas y obras, nos alimentamos de Él y satisfacemos nuestra hambre de Él. Animamos a nuestros hermanos y hermanas, quienes necesitan escuchar la verdad proclamada a través de sus voces, y ellos nos animan a nosotros. Estamos memorizando grandes verdades que estarán con nosotros a través de la semana (¡porque las canciones son pegajosas!). Estamos ofreciendo nuestra adoración comunitaria a Dios, que le da honor.
Oramos la Palabra de Dios
Es fácil dejar que nuestras mentes divaguen durante la oración pastoral («¿dejé cerrada la puerta del garaje…?»), pero en vez de eso, podemos involucrarnos en ella, orando junto con nuestros líderes en nuestros corazones. Hacemos de sus oraciones las nuestras, agradecidos de que alguien esté dando voz a las necesidades, confesiones y alabanzas de la congregación. ¡Esta es una maravillosa bendición! Puedes recibir oraciones comunitarias como un regalo y dejar que alimenten tu alma con la verdad. Incluso podrías pedir una copia de las oraciones y luego orarlas a lo largo de la semana o usarlas como una guía para la tuya.
Leemos la Palabra de Dios
Durante la adoración comunitaria, tenemos el privilegio de pausar nuestras vidas apuradas para recibir la Escritura en compañía de otros cristianos. Tenemos una oportunidad apartada para respirar las palabras exhaladas de Dios, escucharlas y creerlas. Quiero animarte: ¡esto importa! No etiquetes la lectura de la Escritura del domingo como una mera rutina; tu alma está siendo lavada con las palabras purificadoras y vivificantes de Dios. Esto es parte de tu comida espiritual principal que te nutrirá a lo largo de la semana.
Escuchamos la Palabra de Dios
Cuando entras al edificio de tu iglesia para adorar a Dios el domingo por la mañana, una gran obra sobrenatural ha estado ocurriendo tras bambalinas: la preparación del sermón. Dios está listo para servirte su Palabra por medio de tu pastor. Estáte listo para recibir una comida vivificante cuidadosamente preparada (de la boca de Dios a la boca de tu pastor, directo a tu alma). Es el gozo del Señor, y de tu pastor, preparar una mesa ante ti para que tu alma sea fortalecida para la semana que viene (Sal 23:5).
Nutridos juntos
La próxima vez que te sientas desanimado y culpable sobre no tener tu «tiempo a solas» personal, haz esto: recuerda el domingo anterior en la iglesia y luego suspira de alivio y adora. Has consumido la Palabra de Dios. Más que eso, te has dado un festín en su abundancia. Por medio de cantarla, orarla, leerla y escucharla predicada junto al pueblo reunido y amado de Dios, has dejado que «la palabra de Cristo habite abundantemente en ti». Tu alma ha sido verdaderamente nutrida.
Y en el tiempo, tu apetito por las palabras de Dios crecerán y tu hambre por Él será satisfecha.