Nota del editor: esta es la respuesta a una de las diferentes preguntas que los oyentes del pódcast Ask Pastor John le hacen al pastor John Piper.
Hace dos semanas, dos lunes atrás, vimos cómo glorificar a Dios en los éxitos de nuestros negocios. Ese fue el episodio 1915 de Ask Pastor John [Pregúntale al pastor John]. Ahora, dos semanas después, estamos hablando sobre negocios nuevamente de una manera más amplia. Es una pregunta de un oyente llamado Travis. «Pastor John, hola. ¿Puedes decirme si nuestro trabajo hoy es una bendición o una maldición? Mucho de nuestro trabajo pareciera estar maldito, basándonos en Génesis 3. No obstante, mucho de nuestro trabajo también parece ser una bendición dada por Dios, según Eclesiastés. De acuerdo con la Biblia, ¿mi trabajo de 9:00 a 17:00 es una bendición o una maldición?».
Comencemos con el primer trabajo mencionado en la Biblia; concretamente, el trabajo de Dios. Génesis 2:2-3:
En el séptimo día ya Dios había completado la obra que había estado haciendo, y reposó en el día séptimo de toda la obra que había hecho. Dios bendijo el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que Él había creado y hecho. [Énfasis del autor].
No puedes perder el punto: Dios trabajó; Dios trabajó; Dios trabajó. Ahora, el trabajo no fue una maldición para Dios. Dios no está maldito; Él no está agobiado; Él no está frustrado; Él no está obligado a hacer lo que no desea a hacer. Él trabajó en la creación porque era una señal de su grandeza y de su abundancia que debe desbordar al crear un mundo que declara su gloria y una imagen humana de sí mismo que puede disfrutar y adorar esa gloria. Eso no es una señal de debilidad, de opresión ni de frustración; eso es gloria. El trabajo era gloria para Dios.
Trabajo satisfactorio
Desde el comienzo, el trabajo no era una maldición. Fue un regalo divino, una bendición. La esencia del trabajo, como Dios lo diseñó antes de la caída en el pecado, fue la creatividad: hacer, organizar y crear productiva y creativamente. Cuando Dios hizo su obra original, Él creó al mundo, y ahora esa es la esencia del trabajo. Luego, nos creó a nosotros a su imagen para ponernos en un mundo que Él había hecho, y dijo:
[…] Y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra […]. Llenen la tierra y sométanla […] (Génesis 1:26, 28).
Entonces, en Génesis 2:15, dice: «El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén para que lo cultivara y lo cuidara». Literalmente, la palabra es servir. «Sírvelo», casi como un servicio en la obra del Señor: servirlo, trabajarlo y mantenerlo.
Ahora, asumo que este trabajo y mantención del jardín antes de la caída fue un cumplimiento parcial de tener dominio sobre la tierra y sojuzgarla. ¿Qué implica eso entonces? No significa que el jardín era imperfecto así como Dios lo hizo. No era imperfecto. No necesitaba corrección, como si Dios hubiera cometido un error. «¡Ups! No hice bien el jardín; necesita ayuda». Significa que Dios hizo el jardín para el hombre y parte de su perfección estaba en proveerle la materia prima para ser creativo como Dios. El hombre florecería al trabajar el jardín; el jardín florecería al ser trabajado. Sería hermosamente satisfactorio (no frustrante, no gravoso, no vano). Así era el trabajo antes de la caída: emocionante, satisfactorio, creativo.
¿Trabajo maldito?
Ahora, lo que hizo la caída, lo que el pecado hizo cuando vino al mundo (Gn 3), fue hacer que esta gloriosa realidad de trabajo satisfactorio llegara a ser vano, gravoso, frustrante. Génesis 3:17-19 [NVI]:
Con sufrimiento [Adán] comerás de [la tierra]
todos los días de tu vida.
La tierra te producirá cardos y espinas,
[…]
Te ganarás el pan con el sudor de tu frente,
hasta que vuelvas a la misma tierra […].
No es preciso decir que el trabajo es una maldición. Lo que es adecuado decir es que la vanidad, la frustración, la gravosidad y el dolor del trabajo es una maldición. Pablo dijo en Romanos 8:20-21: «la creación fue sometida a vanidad […]». Cuando el pecado llegó al mundo, Dios sometió a la creación a la vanidad «no de su propia voluntad, sino por causa de Aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la [vanidad]». La vanidad y la carga del trabajo, por lo tanto, son parte de la maldición de la creación y no siempre será así. Él dijo: «viene una esperanza», y Dios puso al mundo bajo esta maldición temporalmente para mostrar la extrema pecaminosidad del pecado.
Hechura de Dios
Sin embargo, Cristo ha venido a redimir al mundo de la maldición y eso ocurre en etapas, no todo de una vez. Esto es cierto para el trabajo también. Es realmente significativo, cuando lo piensas, que el Evangelio (las buenas nuevas de la salvación de Jesús) no estipula que el trabajo sea la manera de ganártela. No se puede ganar; es gratis. Al trabajo no se le asigna ese rol imposible, desesperado y gravoso en la salvación. Realmente es una buena noticia.
Escucha las tres cosas dichas sobre el trabajo en nuestra salvación, según Efesios 2:8-10:
Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios; [1] no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos [2] hechura suya, creados en Cristo Jesús [3] para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas. [Números añadidos para énfasis del autor].
Esto es glorioso. Primero, el trabajo no soporta el peso de tener que salvarnos. Cristo nos salvó; Él lo hace por fe. En segundo lugar, Dios entra y hace la obra. Él nos hace nuevos y hace todo lo que se requiere para hacernos nuevas criaturas en Cristo. Somos hechura suya. En tercer lugar, ahora que somos amados, perdonados, aceptados y adoptados, somos creados para las buenas obras. Fuimos creados por primera vez; esto es, traídos a la existencia como seres humanos, para buenas obras, desde el principio. Ese fue nuestro propósito original como seres humanos y somos recreados en Cristo para buenas obras.
Yugos ligeros para la gloria de Dios
Esta obra en Cristo no es pesada. Si la encontramos así, si encuentras que la obediencia a Jesús y trabajar para Cristo es una carga, entonces no estás pensando con claridad o no estás confiando en Cristo de la manera que debieras. Escucha Mateo 11:28-30. Esta es la paradoja de la obra que Cristo nos llama a hacer. Por un lado, somos como bueyes enyugados que trabajan duro, y por otro lado, nuestro trabajo es más ligero que una pluma. Esto es lo que Él dice: «vengan a mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar. Tomen mi yugo» —oh, espera un minuto, acabas decir «descansar»—. ¿Qué pasa con el yugo? Un yugo es lo que le pones a los bueyes para tirar el arado y es difícil. «Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera».
Sí, hay trabajo significativo que hacer mientras seguimos a Cristo. Ese es el significado de yugo. Tenemos un yugo que llevar. No somos enviados afuera para ser hacedores de nada. ¿Cuán aburrido sería eso? Pero en ese trabajo, ese yugo, existe un descanso del espíritu que es libre de la maldición. La clave en todo tu trabajo que lo transforma de una maldición a una bendición y la clave que glorifica a Cristo en ello, se describe en 1 Pedro 4:11: «El que sirve» —tan sólo di: «el que trabaja»—, «que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo […]». El que da la fortaleza recibe la gloria. Nosotros obtenemos ayuda, Él se lleva la gloria y el trabajo es liberado de su pesada maldición.
O aquí está de nuevo en 1 Corintios 15:10: «por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana. Antes bien, he trabajado mucho más que todos ellos» —cualquiera de los otros apóstoles— «aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí». Esa es la gloria del trabajo duro en la vida cristiana, tal como lo era antes de la caída. No dudo que Adán se gloriara en un largo día de trabajo en el jardín, haciéndolo perfectamente adecuado a sus necesidades, prosperando en todos sus esfuerzos. «No yo, sino la gracia de Dios en mí», que quita la miseria de la carga y la vanidad.
Todo lo que hagas
Cuando Pablo nos llama a trabajar mucho como cristianos, él no nos está llamando a una vida cargada, frustrada ni maldita. Él nos está llamando a nuestra gloria y a nuestro gozo. «Por tanto, mis amados hermanos, estén firmes, constantes, abundando siempre en la obra del Señor» —creo que eso significa hacer mucho— «sabiendo que su trabajo en el Señor no es en vano» (1Co 15:58). No es vanidad. Creo que eso se aplica a cualquier trabajo hecho en el nombre de Jesús, para la gloria de Jesús en dependencia del poder de Jesús; no sólo el trabajo de la iglesia; sino todo trabajo.
De hecho, Pablo dice en Colosenses 3:23-24: «todo [esta es una palabra importante] lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibirán la recompensa de la herencia. Es a Cristo el Señor a quien sirven». Por lo tanto, eso eleva todo nuestro trabajo, no sólo el que hacemos en la iglesia, sino que todo nuestro trabajo al nivel de adoración. Si lo hacemos en el nombre del Señor, en dependencia al Señor para la gloria del Señor, no es mero trabajo humano; es obra divina. Honra a Cristo.
Lo diré de nuevo. Desde el comienzo, fuimos hechos para trabajar (formar, crear, sojuzgar el mundo según la sabiduría, la bondad y la belleza de Dios). Esto no era —no es— una maldición; es una bendición. Y creo que perdurará feliz para siempre.
Publicado originalmente en Desiring God. Usado con permiso.

