Ya somos varios los que hemos ido familiarizándonos con la figura de Ravi Zacharias y hemos ido sorprendiéndonos con la lucidez de su pensamiento.
El hombre es brillante, de eso no hay duda, pero si a eso agregamos que se trata de un hindú que no sólo conoce a fondo las religiones y filosofías orientales, sino también las occidentales, lo que encontramos en él es una enciclopedia parlante de las cosmovisiones que no sólo puede comparar las mismas, sino también confrontarlas y detectar los puntos de conflicto entre ellas.
No es, por tanto, el típico cristiano occidental al cual se le pueda decir que eligió el cristianismo porque no ha conocido las bondades del budismo, el hinduismo o el islamismo. Zacharias ha tenido mucho más que encuentros teóricos con dichas ideologías.
Es esperable, entonces, que alguien como él reaccione al leer lo que, a su juicio, son declaraciones infundadas e incorrectas sobre su área de experticia; y siendo esa, precisamente, la forma en que Zacharias define los dichos de Sam Harris (ateo y autor de libros como El fin de la fe), uno entiende rápidamente por qué Zacharias decide contestarle.
Lo que no es evidente, sin embargo, es la razón por la cual Zacharias responde como lo hace. Parece una ametralladora. Es como un profesor que coge la tarea de un alumno y, con un bolígrafo rojo en la mano, la corrige indignado por la falta de coherencia (si algo sé de Zacharias es que puede tolerar cualquier cosa menos las incongruencias).
El problema, creo yo, es que si alguien no tiene idea alguna de los argumentos que están en juego, podrá sentirse perdido al leer el libro. Zacharias no entra en detalles y, como suelen hacerlo los estudiosos, muchas veces parece dar la información por sabida. El lector versado sabrá inmediatamente a qué está apuntando el autor, pero si se trata de alguien que está recién empezando a informarse, sentirá que faltan explicaciones y, en algunos casos, que el autor es simplista.
Si bien lo más justo sería leer primero los textos de Harris, tengo la impresión de que no es imprescindible hacerlo para poder sacar algún provecho de este libro. Los temas que refuta Zacharias son, en la actualidad, los lugares comunes del ateísmo actual, y reflejan, por lo que veo, la triste realidad de que el nivel de los argumentos ha descendido lo suficiente como para darle sentido al título del libro.