¡El movimiento femenino más grande de la historia!
Algunas de mis amigas piensan que el cristianismo ha relegado a las mujeres, pero, en realidad, el cristianismo las ha elevado. Puede que demos por sentado que las mujeres son igual de valiosas que los hombres, mas eso no era lo que pensaban las personas en los días de Jesús.
Cuando Jesús nació, era normal que las personas dejaran a las bebitas afuera para que murieran. Pensaban que las niñas eran menos importantes que los niños. Sin embargo, las enseñanzas de Jesús cambiaron eso. Jesús tuvo muchas amigas y las trató con la misma igualdad que a los hombres. Por ejemplo, cuando su amiga María estaba sentada a sus pies para aprender junto a sus discípulos hombres, Jesús la defendió (Lc 10:38-42). Él se preocupaba particularmente por las mujeres que otros menospreciaban. Jesús escandalizó a sus discípulos al hacerse amigo de una samaritana, quien había tenido cinco esposos y quien ahora estaba viviendo con un hombre con el cual no estaba casada (Jn 4:1-42), y presentó a «una mujer pecadora» que lo amaba como un ejemplo moral a un hombre farisaico que no lo amaba (Lc 7:36-50). Los primeros que vieron a Jesús después de su resurrección fueron mujeres, ¡aun cuando a las mujeres de aquel entonces no se les consideraba como testigos confiables en la corte!
Algunas de mis amigas piensan que el cristianismo es «misógino»; es decir, que odia a las mujeres. Como cualquier otro pecado, los cristianos a veces han actuado de esa manera. No obstante, desde el comienzo, Jesús ha atraído especialmente a las mujeres hacia Él. Los historiadores creen que en el Imperio grecorromano, en el cual Jesús nació, hubo quizás el doble de hombres que de mujeres, debido a que las mujeres a menudo morían en el parto y dejaban a las bebitas a la intemperie para que murieran[1]. Pero en la iglesia parece haber ocurrido lo opuesto, con quizás el doble de mujeres que de hombres[2]. El filósofo griego del siglo II, Celso, se burlaba de los cristianos diciendo que «son capaces de convencer sólo a los necios, deshonrosos y estúpidos, sólo a los esclavos, a las mujeres y a los niños pequeños»[3]. Actualmente, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo, hay significativamente más mujeres cristianas que hombres, y es más probable que las mujeres vayan a la iglesia, lean la Biblia y oren[4] [5]. El cristianismo no está en contra de las mujeres: ¡es el movimiento de mujeres más grande de toda la historia!
¿Qué hay del feminismo?
Algunas personas piensan que el cristianismo está en contra del feminismo, el cual es definido como: «la defensa de los derechos de las mujeres con base en la igualdad de los sexos». No obstante, como hemos visto, el cristianismo en realidad fue la razón por la que las personas comenzaron a pensar que las mujeres son iguales a los hombres. De hecho, muchas de las primeras feministas modernas fueron cristianas.
Mujeres como Sojourner Truth y Lucretia Mott hicieron campaña tanto por los derechos de las mujeres como por los derechos de las personas negras, reconociendo que Dios hizo a todos los seres humanos a su imagen. Las primeras feministas cristianas argumentaban que las mujeres eran iguales a los hombres por lo que debían tener los mismos derechos que los hombres para hacer cosas como votar en las elecciones, ser propietarias de casas, trabajar y tener un salario justo acorde a su trabajo. Ellas creían que las mujeres eran iguales a los hombres no a pesar de su fe en Jesús, ¡sino debido a ella!
En la Biblia, vemos que el trabajo de las mujeres es valorado en todo tipo de formas. Desde una perspectiva cristiana, el trabajo es valioso ya sea pagado o no, y el cuidado de los hijos es un trabajo extremadamente importante. Algunas de mis amigas cristianas más inteligentes y talentosas se sintieron llamadas a cuidar de sus hijos a tiempo completo. No obstante, criar hijos no es el único trabajo al que las mujeres son llamadas. Cuando Pablo hace una lista de sus compañeros de ministerio al final de su carta a los romanos, él nombra a nueve mujeres, incluyendo a Febe quien entregó la carta (Ro 16:1) y a dos hermanas (creemos), llamadas Trifena y Trifosa, a quienes él describe como «obreras del Señor» (Ro 16:12). No sabemos si estas mujeres tenían hijos o no, pero sí sabemos que estaban haciendo el vital trabajo de esparcir las buenas noticias de Jesús.
También sabemos que algunas de las primeras mujeres cristianas tenían trabajos remunerados fuera de casa. Por ejemplo, Lidia es una de las personas cuya historia de conversión leemos en el libro de Hechos. No sabemos si tuvo hijos o no, pero sí sabemos que tenían un hogar y que fue un miembro fundador de la iglesia en Filipo. Se describe a Lidia como una mujer que «vendía telas de color púrpura» (Hch 16:14). También sabemos que Jesús mismo fue sostenido con el dinero de algunas de sus seguidoras mujeres (Lc 8:2-3), por lo que no hay razón para pensar que las mujeres cristianas no debían trabajar fuera de la casa y recibir su salario justo de acuerdo con su trabajo.
Por estas razones, me siento cómoda diciendo que soy feminista: feliz de pelear para que las mujeres tengan derechos iguales a los de los hombres. Estoy agradecida por la oportunidad de ser tanto madre como alguien a quien se le remunera por trabajar fuera de casa. Creo que las mujeres deben tener derecho a votar y que deben recibir el mismo salario que los hombres por realizar el mismo trabajo. Sin embargo, muchas cristianas prefieren no identificarse como feministas (a pesar de creer que los hombres y las mujeres son iguales a los ojos de Dios), porque algunas de las creencias que se mezclan hoy con en el feminismo son cosas que los cristianos no pueden aceptar. El ejemplo más importante es una práctica conocida como aborto.
Desde los comienzos de la iglesia, los cristianos han enfrentado a culturas circundantes para decir que los bebés son seres humanos preciados por derecho propio y que no son una propiedad. A lo largo de la historia, la gran mayoría de los bebés que han muerto por un aborto (antes de nacer) o por infanticidio (después de nacer) han sido niñas. Esto aún es cierto a nivel global hoy. La idea de estar «a favor de la libertad de elección» (a favor del aborto) significa estar a favor de las mujeres y no se ajusta a esta realidad.
Asimismo, no creo que una sociedad que promueva el sexo sin compromiso (que a menudo resulta en embarazos no planificados que pueden terminar en aborto) esté a favor de las mujeres. El sexo sin compromiso tiende a ser malo para la felicidad de las mujeres. En Estados Unidos, más del 80 % de las mujeres que se realizan abortos no están casadas y no cuentan con el apoyo del padre del bebé[6]. Argumentar a favor del aborto se reconoce como «estar a favor de la libertad de elección». Sin embargo, muchas mujeres sienten como si no tuvieran elección, aun si quisieran quedarse con el bebé, porque no tienen el apoyo suficiente.
Muchos de los cambios provocados por el feminismo en los últimos cien años han sido positivos. Las mujeres han ganado el derecho a voto, más oportunidades y mayor igualdad. No obstante, construir una sociedad en la cual se promueva el sexo libre de compromiso, en la que no se valora la capacidad única de las mujeres para gestar y dar a luz, y en la que las mujeres embarazadas no suelen recibir el apoyo adecuado, no me parece que esté a favor de las mujeres; de hecho, todo lo contrario.