Este artículo es parte de la serie ¡Ayuda! publicada originalmente en Crossway.
Las preguntas son oportunidades
El mes pasado, encontré a mi hija de 10 años llorando. Había surgido preguntas relacionadas a la identidad transgénero en un proyecto que estaba haciendo con una amiga de la escuela. Mi hija le explicó a su amiga que, como cristiana, creía que Dios nos creó a cada uno de nosotros y que nos hizo hombres y mujeres, por lo que, aun cuando no sintiéramos que encajamos con nuestro sexo, sabemos que Dios nos dio a propósito los cuerpos que tenemos.
Su amiga le dijo que ya no quería que siguieran siendo amigas.
Muchos de los padres de hoy en día hemos crecido sintiendo que teníamos autoridad moral. Mi esposo se crió en Oklahoma, en un mundo donde las personas respetaban activamente que él fuera a la iglesia, incluso si ellos no iban. Nuestros hijos viven lo contrario, en especial, cuando se trata de género y sexualidad, pues las creencias cristianas son vistas como activamente inmorales. El cambio se puede sentir desorientador, pero en lugar de ver nuestros desafíos culturales de hoy solo como obstáculos para nuestros hijos, estoy cada vez más convencida de que son oportunidades para hacer tres cosas: primero, aprender juntos con nuestros hijos a quienes amamos. Segundo, sumergirlos en la Biblia desde el principio. Tercero, ayudarlos a ver que seguir a Jesús tiene un costo.
1. Aprendan juntos
Nosotros tenemos un tiempo familiar rápido e informal en torno a la Biblia antes de ir a la cama. Tocamos el teclado muy mal mientras nuestras hijas mayores cantan y nuestro hijo de 2 años salta de un lado a otro. Luego leemos un pasaje bíblico, les hacemos un par de preguntas y oramos. En este momento, estamos leyendo Génesis. He leído Génesis muchas veces, pero mis hijos a menudo hacen preguntas en las que no había pensado realmente. A veces, tengo que decir: «no sé».
A una parte de mí no le gusta esto. Prefiero tener las respuestas de vez en cuando, pero mientras más lo pienso, más agradecida estoy por esos momentos, porque nos dan oportunidades para aprender juntos. Así como los momentos en que tengo que decirles que lo siento por cómo acabo de tratarlos y pedirles perdón son oportunidades para que vean que soy pecadora igual que ellos, las ocasiones en que les digo: «no sé, investiguémoslo» también son oportunidades para que ellos vean que yo también estoy aprendiendo. Admitir cuando no sabemos no socava lo que sí sabemos. Muy por el contrario, nuestros hijos pronto se darán cuenta de que no sabemos todo en relación a la Biblia. Si intentamos fingir que sí lo sabemos, se preguntarán si siempre estamos fingiendo.
A veces, cuando no sé, es porque en realidad nadie sabe. El libro de Job es uno de los muchos en la Biblia donde aprendemos que nosotros, criaturas débiles, no estamos diseñados para saber todas las cosas.
Generalmente, no sé las respuestas a las preguntas que tienen mis hijos, pero alguien más sí. A menudo, cuando buscamos, encontramos que nuestros hermanos y hermanas que creen en la Biblia han trabajado arduamente por nosotros. Podemos leer un libro o un artículo y responderles a nuestros hijos o podemos leerlos junto a ellos. De cualquier manera, todos estamos aprendiendo juntos.
2. Sumérjanse en la Biblia
Para algunos padres cristianos, la presión externa de las cosas que sus hijos podrían escuchar en la escuela sobre la sexualidad es una intromisión no bienvenida, lo que los fuerza a tener conversaciones que preferirían postergar. Sin embargo, mientras más leo la Biblia, estoy más convencida de que debemos tener esas conversaciones temprano y con frecuencia. De hecho, es difícil leer gran parte de la Biblia con nuestros hijos sin hablarles sobre sexo. «¿Qué es una prostituta?» podría no ser la pregunta que más quieras escuchar de tu hijo de 6 años, pero si lees la Biblia con ellos, ¡pronto te la harán!
A medida que leemos la Biblia con nuestros hijos, encontraremos que la metáfora del matrimonio como una imagen del amor de Dios por su pueblo en el Antiguo Testamento y la relación de Cristo con su iglesia en el Nuevo es tremendamente importante. Así como Dios se revela a nosotros como Padre, Jesús nos abraza como un Novio. Esta verdad se encuentra en el centro del diseño de Dios para la sexualidad. Esa es la razón por la que el matrimonio es un compromiso exclusivo y para toda la vida. Esa es la razón por la que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, así como Jesús y la iglesia desempeñan roles diferentes en la gran obra a la cual apunta el matrimonio. ¡Esa es la razón principal por la que Dios nos hizo hombres y mujeres en primera instancia, en lugar de solo hacernos reproductores asexuados! Necesitamos tener este componente teológico esencial en su lugar antes de que nuestros hijos enfrenten el desafío de una cultura con un punto de partida diferente para la ética sexual.
También necesitamos sumergir a nuestros hijos en la Biblia para que diferencien entre las cosas que hay en nuestra cultura que en realidad vienen de la Biblia y aquellas que van en contra de la enseñanza bíblica.
La semana pasada, mi hija de 8 años me dijo que su profesora había estado hablando con la clase sobre Black Lives Matter y luego «de la nada comenzó a decir que las personas podían escoger si querían ser un niño o una niña». Dado que hemos estado leyendo la Biblia juntos, mi hija sabe que validar las vidas negras y validar las identidades transgénero no van de la mano. Ella sabe que el cristianismo ha sido multirracial, multicultural y multiétnico desde el principio; que conocemos a los primeros cristianos negros en el libro de Hechos (p. ej., el eunuco etíope en Hch 8:26-40), y que el llamado original a amar la diferencia racial, étnica y nacional viene de Jesús mismo (p. ej., la parábola del buen samaritano Lc 10:25-37).
Necesitamos sumergir a nuestros hijos en la Biblia antes de que escuchen a sus profesores y amigos, no después. Y esto no es una realidad lamentable; ¡es una oportunidad para que ellos conozcan más a su Salvador!
3. Consideren el costo
Cuando encontré a mi hija de 10 años llorando porque su buena amiga la había rechazado, mi corazón de madre se conmovió. Lo primero que hice fue abrazarla. Todos queremos proteger a nuestros hijos. Esto es un instinto natural y correcto. No obstante, por muy difícil que haya sido la conversación de mi hija con su amiga, me alegra que lo haya vivido. Al haber crecido en el Cinturón bíblico en los 80 y 90, mi esposo nunca tuvo que considerar el costo de ser cristiano. No fue hasta que se fue a vivir a Inglaterra, después de la universidad, que se sintió fuera de lugar de la cultura que lo rodeaba. Y de inmediato, vio los beneficios de vivir en un mundo donde ser cristiano no es genial. Al observar la iglesia el domingo, él sabía que todos los que estaban ahí habían considerado el costo. En pequeñas formas, quiero que mis hijos también lo consideren. Mi trabajo como mamá no es prepararlos para un día en el futuro cuando sean verdaderos discípulos de Cristo; es caminar con ellos en su discipulado hoy. Y Jesús nos deja dolorosamente claro que seguirlo significa considerar el costo (ver Lc 15:25-32).
En respuesta a su amiga, mi hija le dijo que lamentaba haber herido sus sentimientos y amablemente le preguntó si había alguien cercano a ella que se identificara como transgénero. También le explicó más detalladamente por qué ella como cristiana cree que Dios nos hizo a propósito hombres o mujeres y que Él nos ama tal como somos. Me enorgulleció su respuesta humilde, clara y amorosa. Pedro nos exhorta:
[…] santifiquen a Cristo como Señor en sus corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con mansedumbre y reverencia (1 Pedro 3:15).
Siento que mi hija hizo justo eso. Afortunadamente, su amiga cambió de opinión y accedió a ser su amiga nuevamente. Le dije a mi hija que estaba orgullosa de ella y que esta probablemente sería la primera de muchas situaciones donde su fe la desintonizaría de sus amigas y compañeros de clase. Pero igualmente le dije que para mí también es difícil cuando mis amigos me rechazan por lo que yo creo.
No tengo todas las respuestas; tampoco tú. Pero en toda nuestra insuficiencia, podemos aprender con nuestros hijos, sumergirlos en la Biblia y ayudarlos a considerar el costo. Y a medida que caminamos con ellos, podríamos solo encontrar que los desafíos que ellos enfrentan son tan buenos para nuestro discipulado como lo es para ellos.
Rebecca McLaughlin es la autora de 10 Questions Every Teen Should Ask (and Answer) about Christianity [Diez preguntas que todo adolescente debe hacer (y responder) sobre el cristianismo].