La temporada de Adviento
Somos el pueblo de la promesa. Por siglos, Dios preparó a su pueblo para la venida de su Hijo, nuestra única esperanza para la vida. En Navidad, celebramos el cumplimiento de las promesas que Dios hizo: que abriría un camino para acercarnos a Él.
Adviento es cómo le llamamos a la temporada que nos lleva a la Navidad. Comienza cuatro domingos antes del 25 de diciembre, a veces la última semana de noviembre; otras, el primer domingo de diciembre.
Una clara descripción de lo que recordamos durante el Adviento se encuentra en 1 Pedro 1:10-12. Por cuatro semanas, es como si estuviéramos reconstruyendo, recordando los miles de años durante los cuales el pueblo de Dios estaba esperando y anhelando la venida de la salvación de Dios, a Jesús. Eso es lo que significa Adviento: «venida». Incluso los hombres de Dios que predijeron la gracia que estaba por venir no sabían «qué persona o tiempo indicaba el Espíritu de Cristo dentro de ellos» (1P 1:11). Estaban esperando, pero no sabían cómo sería la salvación de Dios.
De hecho, Dios les reveló que ellos no verían los sufrimientos y la gloria del Cristo de Dios. «No se servían a sí mismos, sino a ustedes, en estas cosas que ahora les han sido anunciadas mediante los que les predicaron el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo» (1P 1:12). Nos estaban sirviendo a nosotros. Nosotros, los cristianos a este lado del nacimiento de Jesús, somos un pueblo feliz y bendecido por Dios porque conocemos su plan. Los siglos de espera se acabaron. Tenemos una razón mayor para celebrar.
Y sin embargo, seguimos esperando. Nuestra redención espiritual llegó a nosotros con el bebé de Belén. No obstante, como dice Romanos 8: «nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo» (Ro 8:23). Aún hay sufrimiento y tragedia, incluso para los cristianos: alguien que amamos está muriendo; podríamos estar en dolor; a veces nos cuesta creer en las promesas de Dios. En otras palabras, nuestra redención no está completa. Estamos esperando la redención de nuestros cuerpos: esperando el segundo adviento de Jesús, que Él venga otra vez.
Así que nos encontramos en el medio. El Adviento es una temporada para mirar hacia atrás, para pensar en cómo debió haber sido, para esperar la salvación prometida de Dios sin saber qué esperar. Y al mismo tiempo, el Adviento es una temporada para mirar hacia adelante, a fin de prepararnos para encontrarnos con Jesús en su segunda venida.
Adviento: miremos hacia atrás
Probablemente, los dos símbolos más comunes del Adviento son las velas o un calendario. Eso es apropiado, puesto que cada uno es una manera de esperar la Navidad.
Velas de Adviento
Las velas, su número y sus colores pueden tener varios y útiles simbolismos. Pero estos son los básicos: una vela por cada domingo de Adviento y, si quieres, una quinta para el Día de Navidad. El primer domingo, sólo se prenderá una vela, luego dos en el segundo domingo y así sucesivamente. Eso es todo lo necesario. No obstante, si queremos que las velas de nuestro Adviento sean más que un centro de mesa, tenemos que preguntarnos: «¿qué hace que sean algo más que cera y una mecha?».
La llama es un símbolo de Aquel que es llamado «la luz del mundo». Nosotros que lo seguimos «no andar[emos] en tinieblas, sino que tendr[emos] la Luz de la vida» (Jn 8:12). A medida que nos acercamos al día en que nos encontremos con Él, el resplandor es cada vez mayor.
Sin embargo, necesitamos recordar que nuestros hijos más pequeños sólo verán velas. Por mucho que les expliquemos el simbolismo, necesitan un par de años más antes de que puedan comprender el significado de las velas. Es por eso que yo siempre incorporo una escena del pesebre a nuestro arreglo de velas de Adviento. Mi palabra guía es tangible. Un niño podría entender un poco más claro aquello que puede ver y tocar. Las cosas tangibles también nos pueden ayudar a los adultos.
Cada domingo de Adviento, nosotros, los Piper, nos reunimos alrededor de la mesa para comer y escuchar una palabra de la Biblia antes de encender la próxima vela. Cuando los niños eran pequeños, el pasaje de cada semana probablemente sería una parte de la historia de Navidad de Mateo o Lucas. A medida que crecían, expandíamos la lectura e incluíamos las profecías del Antiguo Testamento sobre la venida del Mesías. Luego, en los otros días, en cualquier momento que nos sentáramos en el comedor donde las velas eran el centro de mesa, encenderíamos el número de velas de esa semana.
La luz, cada vez más brillante a medida que avanza la semana, nos apunta a Jesús, que nos ha llamado a ser «linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anuncie[mos] las virtudes de Aquel que [n]os llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1P 2:9).
Calendario de Adviento
«¡Mami, mami! ¿Puedo abrir la próxima ventana del calendario?». Un simple calendario de Adviento de cartón con una solapa para abrir cada día de diciembre es probablemente la manera más familiar de ayudar a un niño a entender a esperar hasta Navidad. En las tiendas, hay disponibilidad de muchos temas, dentro de los que se incluye villas montañosas de Suiza o talleres de Santa. No obstante, puesto que en el Adviento —la venida—estamos esperando la de Cristo, asegurémonos que nuestra cuenta regresiva diaria tenga un ambiente de Navidad real.
Para nuestra familia, se ha transformado en una tradición tener un calendario más permanente. Cuando nuestro primer hijo era un niño pequeño, fue muy difícil encontrar cosas que tuvieran que ver con Jesús. Por lo que creé el calendario de Nöel, un banner de arpillera con figuras de plástico y madera que para el 25 de diciembre estaban pegadas con velcro a lo largo de la mitad superior del banner para representar la historia de Navidad. A lo largo del mes, esa historia se cuenta por partes, comenzando por el principio y agregando un poco más cada día.
El primer año que usamos el calendario, aprendí una lección importante: la repetición es una manera excelente para que un niño memorice. A mitad de diciembre, cuando Karsten apenas tenía dos años, mi suegra murió en un accidente de bus en Israel. Con poco tiempo para planificar, estábamos de camino de Minnesota a Carolina del Sur para cuidar a mi suegro, que había quedado herido. En un impulso, eché el calendario a la maleta.
En medio de tanta confusión, conmoción e irregularidad, Karsten olvidó todo lo que había aprendido sobre ir al baño y demasiado de lo que había aprendido sobre cómo comportarse. Sin embargo, aun cuando apenas podía armar toda una oración por sí mismo, podía retomar la historia de Navidad en cualquier punto y seguía, palabra por palabra, como lo había oído día tras día cuando hacíamos el calendario.
Ese periodo en la vida de Karsten fue el tiempo cuando comencé a darme cuenta de la importancia de la repetición y de la regularidad en mi vida con mis hijos: repetir regularmente la historia que por siglos el pueblo de Dios había anhelado conocer.
Adviento: miremos hacia adelante
Los versículos que leímos antes de 1 Pedro 1 (1P 1:10-12) miran hacia atrás, hacia el pueblo de Dios que estaba esperando su salvación. Los siguientes versículos miran hacia adelante en el Adviento, anticipando el regreso de Jesús. «Por tanto, preparen su entendimiento para la acción. Sean sobrios en espíritu, pongan su esperanza completamente en la gracia que se les traerá en la revelación de Jesucristo» (1P 1:13). Habrá otro Adviento de Cristo; Él regresará.
El Adviento es una temporada de introspección. Pedro nos da el alto estándar de Dios a medida que contemplamos nuestra posición con Él: «Sean santos, porque Yo soy santo» (1P 1:16). Este es un tiempo de hacernos preguntas a nosotros mismos:
- ¿Soy una persona sobria y seria o mis preocupaciones son principalmente triviales? (1P 1:13).
- ¿Mi esperanza está puesta completamente en la gracia que recibiré de Jesús en su segunda venida o me acobardo ante la idea de dejar la vida que amamos? (1P 1:13).
- ¿Soy un hijo obediente de mi Padre o aún estoy formado por las pasiones que me guiaban antes de que me convirtiera en cristiano? (1P 1:14).
Si los devocionales personales regulares no son parte de nuestras vidas, el Adviento será un tiempo hecho a la medida para comenzar. Recordemos que Dios nos encargó a los adultos en Deuteronomio 11: «graben, pues, estas mis palabras en su corazón y en su alma» (Dt 11:18, énfasis del autor). El agua viva en nuestros corazones es la fuente de la cual bañamos de Cristo a nuestra familia. Nuestro tiempo con Dios y su preparación de nosotros es un fundamento necesario. Sin él nuestras actividades de Navidad se degenerarán en alboroto.
Pero por más que queramos una celebración de Navidad significativa para nuestras familias, esa no es la razón principal para nuestra contemplación y autoexamen. Nuestra motivación más profunda es el fortalecimiento de nuestra esperanza final en Jesús: «para que cuando se manifieste, tengamos confianza y no nos apartemos de Él avergonzados en su venida» (1Jn 2:28).
Que este tiempo sea un reflejo de lo que es nuestra vida: gratitud por las promesas que fueron cumplidas cuando Dios nos dio el regalo de su Hijo; anticipación y preparación para la segunda venida de Cristo.