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Nuestra cultura obsesionada con la imagen

Vivimos en una cultura que está obsesionada con la imagen y cada día la publicidad nos bombardea con promesas que nos ofrecen belleza y felicidad. A muchas de nosotras nos es difícil salir de casa satisfechas por la ansiedad constante que sentimos por vernos «lo suficientemente hermosas». Con todas las exageraciones que involucra ser hermosa, debemos preguntarnos: «¿qué es exactamente la belleza?». Cada día nos enfrentamos a una elección: ¿escogeremos la belleza del mundo, definida por las revistas de moda y la cultura? ¿O escogeremos la belleza piadosa, definida por las palabras perfectas y santas de nuestro Dios?

La belleza según los estándares de la Biblia

Como cristianas, podemos tener una relación de amor y odio con la belleza. Queremos protegernos de la mundanalidad, entonces minimizamos la belleza. O nos inclinamos demasiado hacia el otro lado y pensamos que no importa lo que pensemos sobre la belleza. No obstante, la Biblia no está callada respecto al tema de la belleza. Y si vamos a progresar de algún modo en recuperarnos de las influencias del feminismo, debemos aprender lo que Dios tiene que decir sobre la belleza y nuestros cuerpos.

En su libro Belleza verdadera, Carolyn Mahaney y Nicole Whitcre definen belleza de esta manera: «la verdadera belleza es contemplar y reflejar la belleza de Dios»[1].

Siguen diciendo que Dios es el autor de la belleza y que Él es Aquel que es verdaderamente hermoso. Al crearnos a su imagen, Él nos da su belleza. Cuando lo contemplamos, Aquel que nos hizo y nos ama, reflejamos su belleza.

Puesto que fuimos creadas a imagen de Dios, fuimos hechas para desear y notar la belleza. Cuando vemos un precioso recién nacido o a un hombre o mujer hermosos, reconocemos tal belleza porque Dios es su Creador. El libro completo del Cantar de los cantares está lleno de referencias a los elogios tanto del hombre como de la mujer a la belleza del otro. Los autores bíblicos incluso mencionaron personas hermosas como Sara (Gen 12:11), Raquel (Gn 29:17), José (Gn 39:6), David (1S 16:12) Absalón (2S 14:25), la mujer que atendió al rey David antes de morir (1R 1:4) y Ester (Est 2:7).

Sabemos que hubo mujeres hermosas en la Biblia y sabemos que Dios es el autor de la belleza. No obstante, es apremiante recordar que la belleza externa no lo es todo. Ser hermosa no es un pecado, pero, por ejemplo, si Ester hubiese buscado su propio beneficio y si se hubiera rehusado a ayudar a su pueblo, su belleza no hubiera significado nada. Y aunque Sara fue hermosa, probablemente ella habría cambiado su belleza por un bebé. La belleza de Absalón lo llevó al orgullo y a su caída (2S 18:9-15). Y la belleza de José lo dejó en la cárcel, acusado falsamente (Gn 39:1-23).

Mira a nuestro alrededor y hacia adentro

Todo lo que nos rodea es un recordatorio de que no podemos confiar en la belleza externa. Todas nosotras estamos sujetas al proceso natural del envejecimiento. E incluso en nuestra juventud, probablemente todas confesaríamos que muchas veces nuestra cita diaria con el espejo deja mucho que desear.

No hay duda de que las mujeres queremos ser hermosas. La belleza es un don y yo seré la primera en admitir que quiero ser hermosa tanto como la otra chica. No obstante, debo reconocer que si mi esperanza está en mi alisadora de pelo de diseñador y en mi máscara de pestañas Great Lash, terminaré desilusionada y descontenta. Existe un equilibrio saludable entre ser femenina y hacer de los productos de feminidad un ídolo.

Cuando tú y yo salimos de nuestras casas, enfrentamos un aluvión de autocrítica y comparación con otras alrededor de nosotras. Y es fácil para nosotras, cuando entramos en un grupo de mujeres, que nuestra primera reacción sea juzgar la belleza de aquellas que nos rodean, incluso al nivel del chisme: «¿viste lo que se puso?». Debemos arrepentirnos de esas cosas.

A menos que veamos que todas nuestras comparaciones y autocríticas son fundamentalmente orgullosas y que expresan incredulidad en Dios, pasaremos todas nuestras vidas sintiendo que nunca seremos lo suficientemente buenas (y esa es una cosmovisión que finalmente nos llevará a la muerte). Cuando las mujeres se entierran en un mar de deudas en sus tarjetas de crédito sólo para comprar el último estilo de diseñador, en el fondo están diciendo: «Dios no es realmente Dios. El elogio de los demás lo es». Abrazar una taza del baño fría después de forzarse a vomitar dice fundamentalmente: «Dios no satisface mis necesidades y Él no es soberano sobre mi peso». La obsesión con la imagen, sin importar cuán perjudicial sea para tu salud o bienestar, es una forma de orgullo y autoadoración, así como toda nuestra incredulidad es orgullo y autoadoración.

Podemos, y debemos, reconocer a las mujeres hermosas, modestas y piadosas cuando las vemos. Pero no debemos poner nuestra esperanza en esas afirmaciones en nuestra propia vida. Nuestro estado de ánimo no debería mejorar o empeorar con los elogios sobre nuestro vestuario o zapatos nuevos. Y más importante aún, nuestra caracterización de la belleza no debe provenir de la última edición de la revista InStyle.

La belleza y nuestro último aliento

Si el Señor nos permite vivir hasta los 80 años, pocos recordarán nuestro rostro cuando teníamos 20, 30 o 40. Todo lo que verán es una cara arrugada de una mujer que se acerca al final de su vida. A medida que nos preparamos para encontrarnos con nuestro Señor, no hay cantidad de Botox o dieta de moda que nos prepare para nuestro último aliento. Sólo una vida que pasó vertiéndose en el espejo de la Palabra de Dios nos preparará para ese glorioso día.

Es fácil hablar las verdades de la Biblia, pero aún seguir viviendo en una ansiedad e incredulidad constante. La pelea de la fe es difícil. Si sientes que estás luchando con la verdadera belleza versus la belleza mundana, pídele a Dios que revele las áreas de tu vida en las que necesitas ser cambiada. Predícate el Evangelio a ti misma diariamente. Si te encuentras ansiosa sobre cómo te ves en la mañana, proclámale a Cristo a tu corazón descarriado. No escojas más estar esclavizada a los ideales del mundo; escoge la vida en Cristo. No nos avergoncemos de reconocer la verdadera belleza cuando la veamos, sino que pongamos nuestra esperanza en la sangre y en la justicia de Jesús, para que no pensemos que lo que nos salvará en ese día final serán nuestros atuendos a la moda y nuestros cuerpos de talla 34.

Este artículo es una adaptación del libro The Accidental Feminist: Restoring Our Delight in God’s Good Design [Feminista accidental: cómo restaurar nuestro deleite en el bien diseño de Dios], escrito por Courtney Reissig.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
[1] Mahaney, Carolyn y Whitacre, Nicole. Belleza verdadera. Medellín, Colombia: Poiema, 2017. p. 29.
Photo of Courtney Reissig
Courtney Reissig
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Courtney Reissig

Courtney Reissig es esposa, madre y escritora. Ha escrito para numerosas publicaciones cristianas, incluyendo The Gospel Coalition [Coalición por el Evangelio], Christianity Today [ Cristianismo Hoy] y el blog de mujeres de CT [Cristianismo Hoy]. Courtney vive en Little Rock, Arkansas, con su esposo, Daniel, y sus cuatros hijos.  
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