Cómo puedes ayudar
Quiero que pensemos en cómo podemos ayudar a nuestros pastores a evitar el síndrome del trabajador quemado. Esto no es exclusivo de los pastores, pero pareciera que en los últimos años (particularmente con la pandemia del COVID-19) más pastores que nunca están dejando el ministerio porque están agotados. Otros que continúan están cansados y apenas aguantan. Un amigo pastor hace poco me escribió esto:
Siempre pensé que la energía y el optimismo eran mi poder secreto, aquello que me mantendría lejos del agotamiento. Sin embargo, aquí estoy, luchando para funcionar y con cuatro semanas de licencia médica para recuperarme de todo. No estoy completamente consciente de qué fue lo que lo provocó. Creo que es sólo el peaje colectivo de mil dificultades y desilusiones.
Existen varias causas del síndrome del trabajador quemado en la vida pastoral. Los factores son más profundos, más amplios y más complejos que sólo la forma en que nosotros como miembros de la congregación nos relacionamos con nuestros pastores. No obstante, sí creo que tener una congregación que es intencionada en apoyar a sus pastores puede ayudar a aliviar algunas de las principales causas del agotamiento pastoral.
Quiero ofrecerte cuatro simples sugerencias que, como miembros de una congregación, podemos implementar para ayudar a nuestros pastores a evitar el síndrome del trabajador quemado.
1. Ora por él
Encuentro sorprendente que el apóstol Pablo —un aspirante al título de «el cristiano menos propenso al agotamiento»— continuamente rogaba por las oraciones de sus congregaciones. Él, más que ninguno, conocía el poder de Dios y, por lo tanto, les dijo a los corintios que ellos «nos ayudan orando» (2Co 1:11, NVI). Orar por aquellos en el liderazgo cristiano no es algo opcional.
A menudo, Pablo pide oración en relación a su proclamación del Evangelio; esto es, para que pueda proclamar el Evangelio con audacia (Ef 6:18-20), claridad (Col 4:4) efectividad (2Ts 3:2). Este es un recordatorio de que podemos orar positivamente por nuestro pastor: no sólo para que puedan soportar las presiones y las tensiones que enfrentan, sino que para que puedan ejecutar diligente, audaz y fielmente sus ministerios. Sin embargo, Pablo también hizo una petición general a la iglesia tesalonicense para que simplemente «oren por nosotros» (1Ts 5:25).
Estos ejemplos deben empujarnos a orar por nuestros pastores. No requiere mucho imaginar por qué podemos orar por ellos. En muchas formas, las oraciones que hacemos por ellos son las mismas que hacemos por nosotros.
Creo que también deberíamos decirles que estamos orando por él. Pablo frecuentemente comenzaba sus cartas con reportes de sus oraciones por la iglesia a la cual le escribía. Puedes imaginar el maravilloso ánimo que habría sido saber que él estaba orando por ellos. Lo mismo es cierto en cuanto a nuestro pastor. Decirle que estás orando por él puede ser maravillosamente motivador y animante. Uno de los beneficios de orar ferviente y regularmente por tu pastor es que será mucho menos probable que te quejes de él y con él. Será más probable que lo animes.
2. Anímalo
Podemos ayudar a nuestro pastor al animarlo, y podemos pensar positiva y negativamente sobre el ánimo. Demasiado a menudo reducimos el ánimo a un rápido «gracias por el sermón, pastor» en la puerta. Pablo les recuerda a los gálatas que quienes han sido enseñados deben «compart[ir] toda cosa buena con el que le enseña» (Gá 6:6). En este contexto, el mandamiento incluye apoyo material, pero también establece un principio más amplio de suplir todo lo que el pastor necesite para poder continuar, lo que incluye el ánimo. El ánimo considerado e intencional hacia tu pastor es una manera poderosa de amarlo y ayudarlo a perseverar en su rol. Debe ser el desbordamiento de un corazón agradecido que le dice al pastor que hemos estado orando por él.
Tristemente, en lugar de ánimo, nuestros corazones tienden demasiado rápido a la crítica. Existe un lugar para que el pastor rinda cuentas. El Nuevo Testamento deja eso claro (1Ti 5:19-22) y, tristemente, a muchísimos pastores se les ha permitido continuar por demasiado tiempo sin ser desafiados. No obstante, ellos son (afortunadamente) excepciones más que la regla. Estoy hablando aquí sobre las cosas más comunes que hacen nuestros pastores que nos molestan. La Escritura prohíbe quejarse contra nuestro pastor o incluso quejarse con nuestro pastor. Santiago le recuerda a sus lectores que «no se quejen unos contra otros, para que no sean juzgados. Ya el Juez está a las puertas» (Stg 5:9). Pablo le dice a los filipenses que deben «ha[cer] todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones, para que sean irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual ustedes resplandecen como luminares en el mundo» (Fil 2:14-15). Los cristianos bíblicamente obedientes no deben reclamar ni quejarse contra sus líderes. Recuerda que tú no eres único y que el pastor cuida de toda una congregación y busca alcanzar a los perdidos. A menudo nos frustramos porque no nos «apoyan» o no nos «cuidan», como si fuéramos las únicas personas en la iglesia.
3. Perdónalo
En esta publicación, no voy a considerar lo que ocurre cuando las cosas realmente van mal (cuando un pastor —como, tristemente, sí ocurre— es realmente culpable de un pecado «mayor» que debe ser denunciado a la policía y/o a las autoridades de la denominación). Sin embargo, hay momentos cuando un pastor se equivoca (quizás te regaña porque está cansado u olvida visitarte aun cuando había prometido hacerlo). ¿Cómo reaccionamos ante esa situación?
Proverbios nos recuerda que «la discreción del hombre le hace lento para la ira, y su gloria es pasar por alto una ofensa» (Pr 19:11). Las presiones del trabajo significan que el comportamiento de los pastores (que son humanos) es todo menos perfecto. Probablemente has conversado con tu pastor cuando está distraído o cansado. A veces los pastores no son buenos administradores y puede ser frustrante cuando no responden un correo o un mensaje de texto. La elección que tenemos es chismear o quejarnos (que están descartados en la Escritura) o hablar amorosamente con nuestro pastor (lo que puede ayudar en algunas circunstancias) o pasar amorosamente por alto la ofensa (lo que a menudo es lo mejor).
4. Ámalo
Lo cuarto que puedes hacer (en un sentido, esto es lo más básico y fundamental) es amarlo. El amor es uno de los mandamientos más básicos del Nuevo Testamento y, sin embargo, es tan fácil pasarlo por alto. El mandamiento de amar se expresa en los términos más fuertes posibles. Pablo establece que si yo «no tengo amor, nada soy» (1Co 13:2). Pedro les dice a sus lectores: «ámense unos a otros entrañablemente» (1P 1:22). Amarnos unos a otros es un mandamiento que se aplica a toda nuestra congregación e incluye a nuestro pastor. Debemos amarlo. ¿Qué significa para nosotros amarlo? Muy simple, significa que debemos poner sus necesidades por sobre las nuestras.
Esto puede variar según las circunstancias. Debemos ayudarlo a amar a su familia (si es que tiene una). Debemos ser lo más generoso que podamos con su sueldo (y confiar que él dará aquello que no necesita). No debemos ser exigentes. Existen muchas cosas que tu pastor puede hacer mejor. Su predicación podría ser más inspiradora. Su visitación pastoral podría ser más enfocada. Pero un corazón agradecido que se concentra en lo que es bueno y en cómo el Señor lo está usando te detendrá de ser tan exigente.
Ayúdalo a encontrar descanso. En particular, ya que pensamos sobre el síndrome del trabajador quemado, es importante que tu pastor descanse. Muchos pastores son muy diligentes y se exigen tanto que están en peligro de dañar su salud. Animarlo a tomarse su día libre y a asegurarte de no exigirle durante ese día son maneras prácticas en que puedes apoyar a tu pastor.
Anima a tu pastor a tomar tiempo para estudiar, para ir a conferencias y a retiros, a pasar tiempo con otros pastores, etc. Muchos pastores se sienten sumamente solos. Acarrean varios asuntos pastorales significativos, pero sería inapropiado para ellos discutirlos con alguien de la iglesia. Necesitamos ser generosos en animarlos a buscar refrigerio en conferencias, retiros y reuniones con otros pastores. Esto no es indulgente. Es clave para que él siga adelante y pueda pensar en sí mismo al hacerlo. Te beneficiarás de ello.
Conclusión
Podríamos decir mucho más. Estas son cuatro posturas muy simples que podemos tomar hacia nuestro pastor para asegurarnos de que no estemos contribuyendo a que termine agotado.