La voz familiar de un pastor puede traer paz en tiempos de dificultad. Tu ministerio constante de la Palabra y el amor por tu congregación crean un fuerte vínculo. A menudo, pasamos esto fácilmente de largo en los buenos momentos, pero cuando las circunstancias cambian de repente, también lo hace la apreciación de nuestra congregación por palabras sanas de gracia y verdad. Aunque podemos ser tentados a juzgar a las personas que son presas del pánico, no debemos desperdiciar administrar esto.
Después de todo, estos miembros se te han confiado a ti y tú darás cuenta por esas almas. A continuación, comparto lecciones que he aprendido de las veces en que he fallado al cuidar apropiadamente a los miembros temerosos.
Primero, reconoce que el temor es real
A pesar del nivel de la amenaza actual, estás ministrando a una persona con una necesidad real y, por esa sola razón, debe ser tomada seriamente. El hecho de que tú no estés asustado, herido, desanimado, confundido o sufriendo por cualquier tipo de dolor no te libera de la tarea de cuidarla. Jesús percibió el temor en los discípulos y les dio palabras de consuelo (Jn 14:27). Pedro nos dice que llevemos nuestras preocupaciones al Señor porque él asume que todos tenemos tiempos de ansiedad (1P 5:7). La Escritura no nos da un mandamiento para reprender al temor, sino que para responder a él con palabras de esperanza.
Segundo, muéstrale a los temerosos la seguridad eterna del Evangelio
Una vez todos fuimos esclavos, pero el Evangelio nos rescató y nos recuerda que Dios es nuestro Padre omnipotente (Ro 8:15). Somos liberados del temor y somos libres para huir de él. El Evangelio ha roto nuestras cadenas y Dios mismo ayudará a sus hijos, nunca dejándolos ni abandonándolos (Heb 13:5-6). Consuela a tus hermanos menores en el Señor y asegúrales que Él sabe dónde están y que siempre cuida de nosotros.
Tercero, invita a los temerosos a ejercer confianza activa como la vacuna contra la propagación del temor
Cuando el temor casi paralizó al salmista, él neutralizó el pánico al ejercer una confianza intencional (Sal 53:3-4). La confianza echa fuera el temor de maneras que las circunstancias fáciles nunca lo podrían hacer. Una alta concentración de confianza hará con el temor lo que el desinfectante hace con los gérmenes.
Cuarto, recuérdales a los temerosos que el amor vence al temor
Si la confianza expulsa al temor, entonces el amor lo aleja para siempre. El amor aleja al temor porque aleja la amenaza del juicio (1Jn 4:18). Recuérdales a aquellos que están bajo tu cuidado de que en amor, Cristo Jesús ya cargó el juicio por nosotros, hizo la paz con Dios, venció el temor de la condenación y abrió el camino para que la paz gobierne en nuestros corazones (Col 3:15).
Esta aflicción presente pasará, pero es solo cuestión de tiempo antes de que llegue la siguiente. En preparación, seamos mayordomos de esta crisis actual. Usemos el tiempo sabiamente al entrenarnos para ser pastores más compasivos y consoladores, en especial con aquellos que necesitan cuidado extra en este viaje a través de lo desconocido.