Calentándonos en el fuego de la meditación
Podríamos decir sin equivocarnos que la meditación bíblica es la disciplina espiritual olvidada por los cristianos. Inclusive, muchos de nosotros, huimos de la palabra meditación porque, en cuanto la escuchamos, la asociamos inmediatamente con la nueva era y el yoga.
Lo cierto es que Dios instituyó en la Biblia la meditación bíblica como la disciplina a través de la cual su Palabra cobra vida en nuestro interior. Y esto sucedió muchísimo antes de que se acuñara el término meditación trascendental en la India a mediados de los años cincuenta y se redefiniera posteriormente a nivel mundial.
La meditación es una tarea necesaria para todos los cristianos. Tenemos la urgencia constante de desarrollar esta disciplina como parte indispensable de nuestro caminar diario.
El puritano Thomas Watson decía que la razón por la que salimos tan «fríos» de nuestra lectura bíblica es porque no nos calentamos en el fuego de la meditación. Los puritanos insistieron una y otra vez que la meditación era el fuego que encendía nuestros corazones. Si la lectura bíblica colocaba los carbones, la meditación traía las llamas.
Entonces, si no aprendemos a meditar en la Escritura, nos quedaremos con los carbones puestos, pero de nada servirá porque el fuego no se encenderá. Es por eso que necesitamos con urgencia no sólo hacerlo, sino aprender a hacerlo.
Es sumamente triste ver a una generación cristiana más enfocada en desarrollar actividades en la iglesia, en armar campañas y eventos evangelísticos, que en enseñarles a los discípulos de Jesús a encender sus corazones para Dios. Por esta razón, tenemos una generación con una espiritualidad tan superficial, que no tiene pasión por vivir una vida gozosa y entregada por completo al incomparable Dios que nos ha salvado.
Hemos llegado al punto de creer que hacer es suficiente. Por eso me cautivan tanto las palabras de Jesús a Marta: «Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada» (Lc 10:41-42).
La iglesia de nuestros tiempos necesita detenerse, dejar de hacer tanto y volver a la Escritura. Detenerse en ella, pasar tiempo meditando en ella para dejar que el fuego, del cual hablaban los puritanos, se vuelva a encender en los corazones de los hijos de Dios. Entonces, habremos escogido la parte buena, la cual no se nos quitará, y volveremos a contemplar a Aquel de quien hablan las páginas de la Biblia. Ten por seguro que nuestro corazón no saldrá igual.
Por esta razón, vamos a repasar las diferentes formas en las que podemos desarrollar el hábito de la meditación bíblica. Los tipos de meditación que existen y algunos ejercicios que pueden ser útiles para desarrollar poco a poco esta disciplina que tanto necesitamos.
La meditación bíblica y los puritanos
Cuando hablamos de meditación bíblica, es imposible no hablar de los puritanos. Ellos fueron quienes buscaron y desarrollaron intencionalmente esta disciplina. Uno de los aspectos que destacaron con demasiada frecuencia era que debía estar anclada en la Escritura y no en nuestros pensamientos. Este punto es sumamente importante porque el concepto de la meditación en nuestros días está supeditado a lo que hay en nuestros pensamientos.
Dos formas de meditación bíblica
Los puritanos exhortaban a los hijos de Dios a pensar con profundidad, pero en la Palabra. De tal forma que dividieron la meditación en dos grandes formas: la meditación ocasional y la planeada.
Meditación ocasional
La meditación ocasional busca tomar elementos de este mundo y usarlos como una herramienta que nos lleva de regreso a Dios. Es aprender a ver el mundo natural y darle intencionalmente un uso espiritual que nos apunte de regreso a la Escritura. Desarrollar este hábito puede ser muy útil para moldear nuestros pensamientos y mantenerlos en las cosas de Dios.
Para llevar a cabo la meditación ocasional no necesitas nada, simplemente predisponer tu mente para ver este mundo como un hilo que te conduce constantemente a Dios. Es una excelente herramienta para quienes tienen días ajetreados y cargados con muchas responsabilidades. El beneficio que tiene para nuestra alma es incalculable, porque comenzamos a ver todo como un motivo para profundizar en la obra de Dios o en su carácter. Inmediatamente, somos eliminados del centro de la ecuación y lo colocamos a Él.
En los evangelios podemos ver cómo Jesús les enseñó a sus discípulos a llevar a cabo esta disciplina. Jesús usó el elemento del agua para enseñarle a la mujer samaritana que Él era la plenitud de la vida y el único lugar donde la sed del hombre sería saciada (Jn 4:1-25). El pan fue utilizado para enseñarles que Él era el pan de vida (Jn 6 22:40).
Otros ejemplos sencillos de meditación ocasional pueden ser observar un árbol y sus ramas, y recordar las palabras de Jesús cuando dijo que separados de Él nada podríamos hacer. Podemos recordar que, así como el jabón elimina la suciedad de nuestro cuerpo, la sangre de Cristo es suficiente para limpiarnos de nuestros pecados.
Son ejercicios sencillos, pero para los cuales necesitamos ser intencionales y predisponernos en una primera etapa hasta que nuestra mente lo realice de manera automática. Los puritanos utilizaban esta forma de meditación como un puente para unir una vida ocupada con un corazón que permanece caliente en la presencia de Dios. La gran ventaja es que este método «portátil» se puede llevar a cabo donde queramos con el objetivo de elevar nuestra alma al Señor.
Meditación planeada
La siguiente forma de meditación está relacionada directamente con una porción de la Escritura, un sermón o alguna verdad teológica en la que se quiera profundizar. En palabras sencillas, es tomar alguna verdad de la Palabra de Dios y aplicarla a la mente por un periodo establecido de tiempo.
Los puritanos solían dividirla en dos partes: la meditación directa y la meditación reflexiva. La directa busca entender mejor la verdad de la Escritura en la que se está pensando. Mientras que la reflexiva tiene como propósito entender cómo se puede aplicar a la vida.
Esta es la forma de meditación que más han desarrollado diferentes autores que han escrito sobre el tema. El objetivo finalmente es tener un tiempo apartado durante tu día donde puedas profundizar en la verdad de Dios a través de la cual Él te está hablando.
Dado que como hijos de Dios nuestra prioridad siempre debe ser crecer en la Palabra de Dios, quiero darte algunas ideas que puedes aplicar para mejorar tus tiempos con el Señor a través de la meditación planeada.
Empieza realizando tu lectura diaria de la Escritura y, mientras lo haces, no dejes de orar y pedirle al Señor que te muestre en qué texto Él quiere que tú pongas hoy tu atención. Una vez que tengas esos versículos seleccionados, empieza por:
- Reescribirlos varias veces utilizando diferentes palabras o
- Hacer un diagrama o dibujar el texto.
Estos ejercicios te ayudarán a comprender mejor qué es lo que el texto está diciendo.
Lo siguiente que harás será extraer diez principios o ideas que vienen a tu mente al haber pensado en estos versículos, y escríbelos. Verás que las primeras cinco serán fáciles, debido a que son ideas que has aprendido o te han enseñado. La segunda mitad suele ser más difícil porque implica que comiences a pensar profundamente. Esto es un arduo trabajo porque no estamos acostumbrados, pero en mi experiencia es aquí donde el corazón comienza a encenderse. Si quieres hacerlo más desafiante, aumenta el número de ideas. No te detengas hasta haber terminado de escribir el número objetivo de ideas que colocaste al inicio.
Como penúltimo paso, escribe una reflexión final sobre lo que Dios está hablando a tu corazón. Toma el espacio que necesites para escribir, hacerte preguntas, responderlas y profundizar.
Para cerrar este tiempo no dejes de tener un tiempo de oración e intimidad con el Señor. Muchas veces nos preguntamos acerca de qué podemos orar, pero es la misma Escritura la que nos da palabras de alabanza, de arrepentimiento, de exhortación, de consuelo y más. Todas ellas ponen palabras en nuestra boca para acercarnos a nuestro Dios amoroso. Así que a este último paso dedícale el tiempo que necesites. Te animo incluso a usar tu imaginación para verte conversando con Jesús sobre lo que Él te ha hablado hoy. Es muy probable que tengas mucho que decirle, pero Dios también quiere hablarle a nuestro corazón, así que agrega tiempos de silencio a lo largo de tu oración y tu cierre. Sé perfectamente que esto puede ser incómodo y hasta difícil al principio. Sin embargo, pídele ayuda al Señor para que puedas escuchar su voz afirmando las palabras que Él ya te dijo en tu tiempo de meditación y para que las grabe en tu corazón.
Uno de los aspectos más rescatables de los puritanos en sus procesos meditativos es que ninguno se separaba de la verdad de Dios. A la luz de todo el tiempo que usamos para pensar en nuestros asuntos en lugar de pensar en los de Dios, se hace sencillo entender la razón por la que tenemos vidas tan frías y superficiales delante de un Dios tan incomparable.
Hoy tenemos un llamado a regresar nuestra mente a la Palabra de Dios, a dedicarnos a ella, a planear nuestros tiempos con el Señor y a ser intencionales para entrenar nuestros pensamientos como Él quiere que lo hagamos.