Mi caminar en la fe empezó el 25 de mayo de 1995. Hasta esa fecha, yo acostumbraba a escribir en un diario personal cada día. En él registraba mis experiencias, mis emociones y mis pensamientos; era mi forma de interpretar mi mundo. Sin embargo, a partir de mi conversión, cambié desde la adoración a mí misma a la adoración a aquel que realmente la merece: al verdadero Dios.
A partir de ese momento, no fue fácil empezar a escribir un diario devocional ya que no se trataba de mí misma, sino de conocer al Dios que me salvó. Vengo guardando cuadernos gastados, algunos ya con hojas muy amarillas; estos han sido un recordatorio constante de que Dios es real, de que he sido salvada por gracia, y de que Dios desea hablarme y mostrarme su voluntad a través de su Palabra.
Entonces, la razón principal por la que escribo en un diario devocional es mi anhelo de conocer más a Dios (1P 1:16; Lv 19:1-2), aquel que nos ha dejado su voluntad escrita para nuestras vidas, para que cada día busquemos alabarlo, glorificarlo y darlo a conocer a otros. En palabras del salmista: «Dios haga resplandecer su rostro sobre nosotros […]. Para que se conozcan en la tierra sus caminos y entre las naciones su salvación» (Sal 67:1-2 NTV).
Dios espera que nos llenemos de su Palabra para permanecer en él y producir frutos: «Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá. Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos» (Jn 15:7-8 NTV).
Conversar, orar… es la cita perfecta con el único que es perfecto, la cita en que Dios se hace personal, la cita en que podemos invocar su nombre para alabarle (Sal 63:3-5 NVI). O en momentos de angustia (Sal 77:1-2 NVI), el devocional nos lleva a la línea de batalla por nuestra alma, a interceder por quienes amamos y conocemos, reconociendo que la victoria ya fue ganada en la cruz de Cristo. Además, mostramos dependencia de Dios, nos sometemos a su voluntad, nos derramamos ante un Dios Todopoderoso y misericordioso.
Para recordar, escribir es bueno y necesario —aun para los que tienen buena memoria—. Después de todo, Dios mismo nos dejó su Palabra escrita para recordar (Éx 34:27 NTV, Dt 10:2 NTV), como recuerda el salmista Asaf:
«Me acordaré de las obras del Señor; ciertamente me acordaré de tus maravillas antiguas. […] Santo es, oh Dios, tu camino; ¿Qué dios hay grande como nuestro Dios? Tú eres el Dios que hace maravillas, has hecho conocer tu poder entre los pueblos» (Sal 77:11, 13-14 LBLA).
Tiempo de oración
En mi práctica diaria, para la oración, uso como modelo el consejo de Jen Wilkin en su libro Mujer de la Palabra. El acrónimo ARPA —en su traducción al español— tiene por objetivo ayudarnos a recordar los aspectos básicos de la oración:
Alaba: glorifica a Dios por quién es Él y por lo que ha hecho.
Reconoce: confiesa a Dios aquello que no has hecho como a Él le agrada. Trata de ser específico.
Pide: suplica a Dios que te perdone por tus pecados y que te ayude en tus necesidades y las de otras personas.
Agradece: dale gracias a Dios por quién es Él y por lo que ha hecho.
Tiempo en la Palabra
En cuanto a la meditación en la Palabra, tengo mi propio plan de lectura, ya que prefiero metas cortas y realizables, que me lleven a disfrutar de un libro completo de la Biblia. Así, cumplida mi meta, tengo el menú casi completo, ya que aprendo de las predicaciones del pastor mi iglesia, al igual que en los grupos de estudio caseros.
Las preguntas básicas que me planteo generalmente son las de observación de un texto, es decir, aquellas que apuntan a considerar, por ejemplo, qué tipo de texto es el libro que estoy leyendo. Por cierto, este método de estudio no quita la autoría divina de Dios (el hecho de que él haya inspirado a los hombres que escribieron los libros de la Biblia), sino que busca profundizar en nuestra comprensión de la Escritura. Me refiero a preguntas como las siguientes:
- ¿Por quién fue escrito?
- ¿Cuándo fue escrito?
- ¿Para quién fue escrito?
- ¿En qué estilo fue escrito?
- ¿Por qué fue escrito?
Por supuesto que existen muchos recursos para el estudio bíblico. Yo sugiero que lo mejor, para escoger uno, puede ser una sugerencia que provenga del liderazgo tu iglesia, o de los hermanos con quienes compartes tu fe.
Lugar, horario y materiales
En lo que respecta al lugar y horario, para mí no funciona ponerme cómoda, porque empiezo en la mañana temprano y cabe la posibilidad de dormirme de nuevo. Además, tengo un cuaderno que uso exclusivamente para mis oraciones y los pedidos de oración de familiares y amigos, para anotar un verso que voy a memorizar, y también para llevar un control del libro de mi lectura bíblica.
Y como me gusta dibujar, usar lettering, colores, cintas adhesivas de colores, etc., aprovecho estas herramientas para personalizar a mi gusto los cuadernos que uso para mi diario devocional. Inclusive, un tiempo usé una aplicación para escribir, pero solo me cautivó por un momento… he vuelto a mi amor por escribir en papel.
Para terminar, quisiera animarte con otro testimonio de mi vida, ya de adulta, casada y con hijos. Mi esposo recibió la invitación de una iglesia llamada San Juan Evangelista en Chiguayante, para trabajar como pastor. Nosotros estuvimos orando por esa razón y finalmente mi esposo aceptó la invitación, con todo nuestro apoyo como familia. Solo teníamos una pregunta: ¿Dónde está Chiguayante? Por lo que buscamos en Google Maps este lugar desconocido por nosotros para ver dónde nos íbamos a vivir. Ahora vemos que fue una decisión de pura fe y de pura gracia. Dios nos tenía preparado todo para vivir y servirle a él en esta bella comuna al sur de Chile. Este es el llamado que Dios tiene también para ti y sigue para mí: cada día debemos prepararnos para vivir en la eternidad en la ciudad de Dios y en su presencia. No hay aplicación que nos prepare como Google Maps; ¡hay algo mejor! ¡Su Palabra! Palabras de amor en las cuales puedes y te animó a confiar