Esta pandemia ha expuesto a pastores a nuevos e inesperados puntos de presión en sus ministerios. A menudo, me he sentido solo y agotado. No existe un camino fácil para salir del foso de la desesperación, pero aquí hay algunos consejos que espero que sean útiles.
Discierne tu alma
La fidelidad no siempre se abre paso entre la niebla. A veces, necesitamos detenernos y reorientarnos. ¿Qué es lo que te pone ansioso? ¿De dónde viene la presión? ¿A quién temes desilusionar? ¿A qué corres para buscar consuelo? Expresa lo que está dando vueltas dentro de ti.
Ora para que Dios saque lo que está pasando en las profundidades de tu alma. Procesa con hermanos de confianza sabiendo que «Como aguas profundas es el consejo en el corazón del hombre, y el hombre de entendimiento lo sacará» (Pr 20:5). Pídele a Dios que use a tus amigos para exponer tus temores, tus ansiedades, tus expectativas o tu pecado que podrían estar aplastándote. Lleva esas cosas a Jesús y pon tus ansiedades sobre Él sabiendo que cuida de ti (1P 5:7).
Acepta tus limitaciones
«Y para estas cosas, ¿quién está capacitado?». Este debe ser el lema de cada pastor (2Co 2:16). Sin embargo, a menudo, siento la tentación de intentar tener todo bajo control en maneras que solo Dios puede hacerlo. He necesitado aceptar nuevamente mis deficiencias[1].
No puedo ser un pastor omnipresente, que intenta estar en todos lados para todos. Al contrario, Dios me ha llamado para ser fiel con lo que está frente a mí. No puedo llamar a todos el mismo día. No puedo leer cada publicación de un blog, ver cada actualización de las noticias ni unirme a cada llamada a la que me invitan. Soy limitado, pero mi Dios no lo es, así que está bien.
Tampoco puedo ser un pastor omnipotente, que intenta arreglar todo para todos. Al contrario, debo descansar, sabiendo que existen cosas que no puedo controlar ni arreglar. No puedo hacer que esta pandemia termine ni tampoco puedo visitar a cada miembro solitario. No puedo ser el perfecto esposo, padre, pastor y amigo. Sin embargo, Dios tiene una fuerza que obra en mi debilidad, así que está bien (2Co 12:9).
No puedo ser un pastor omnisciente, que tiene todas las respuestas. Dios no me ha llamado a ser un epidemiólogo bien informado que navega creativamente las oportunidades sin precedentes de la tecnología en una pandemia global. Mi conocimiento tiene límites, pero Dios tiene un conocimiento sin medida, así que está bien (Sal 147:5).
Cambia tu ritmo
Un amigo me desafió a ver este tiempo de ministerio de manera similar a la que un triatleta ve su carrera (cf. 2Ti 2:5). A medida que el atleta se encuentra con diferentes terrenos, ajusta cómo abordará la carrera de acuerdo a ellos. De igual manera, necesito ajustar mi ritmo mientras entro a este nuevo terreno pandémico.
Me di cuenta de que no salir de la casa hizo que yo siempre estuviera «funcionando» de una manera que antes no estaba. Se borraron mis ritmos y repentinamente, estaba administrando, criando y pastoreando todo al mismo tiempo y en el mismo lugar.
Puesto que la vida y el ministerio no son lo mismo que eran hace un par de meses, fue necesario hacer algunos cambios. Necesitaba humillarme a mí mismo bajo la mano poderosa de Dios y permitirle mostrarme mis limitaciones (1P 5:5-6). Las interrupciones serían parte del nuevo orden (y esto no tomó a Dios por sorpresa). Fue necesario humillarme a mí mismo, hacer todos los ajustes que pude y reevaluar mis expectativas para cómo iba a ser el trabajo.
Revisa tus disciplinas
La pandemia pavimentó el camino para la pereza en mi vida. Se me hizo fácil crear excusas para la vida vaga. El trayecto fue aterrador. Afortunadamente, el Señor me recordó las palabras de Pablo a Timoteo: «Disciplínate a ti mismo para la piedad. Porque el ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para todo, pues tiene promesa para la vida presente y también para la futura» (1Ti 4:7-8). Este desafío me ayudó a reevaluar cómo me estaba disciplinando a mí mismo en áreas que eran «menos importantes», pero impactaron directamente mi vida espiritual. A continuación menciono un par:
- Comer: ten cuidado con convertirte en una persona indisciplinada para comer. Comer por estrés, por aburrimiento o comer comida chatarra afecta tu humor, tu enfoque y tus niveles de energía. Una copa extra de vino o de gaseosa puede justificarse fácilmente en tiempos como estos. Disciplina tu manera de comer para la piedad.
- Ejercitarse: realizar breves caminatas a lo largo del día puede dar vida y clarificar la mente. Desarrollar una rutina de ejercicios alcanzable y provocar la responsabilidad es una enorme ayuda para muchos.
- Entretenerse: los escapes de la realidad fácilmente accesibles siempre son tentadores. Ver programas en exceso y tener tiempo desmedido en redes sociales tiene efectos peligrosos en tu caminar con Dios. Somos libres para disfrutar de cierto entretenimiento, pero ten cuidado de permitirle que te domine (1Co 6:12).
- Conectarse: si tienes familia, asegúrate de que estar «funcionando» todo el tiempo no signifique tener una versión irritada de ti. Protege el tiempo con ellos. Tómate tu día libre. Cierra el computador. Deja el celular. Sal. Juega con ellos. Háblales. Ora con ellos. Conéctate con tu esposa, tus hijos o compañeros de casa.
Solo serás útil mientras estés bien. Esto es cierto espiritualmente, pero no está desconectado de lo que haces físicamente.
No te compares con otros pastores
Inicialmente mis inseguridades eran exacerbadas cuando veía a otros pastores proclamando sus creativos planes para la pandemia. Me ponía ansioso, envidioso y me desanimaba. Sentía que si no se me ocurría alguna maravillosa idea que llevara a multitudes a Jesús, estaría fallando. Sin embargo, el Señor usó a un amigo para recordarme que Pablo le dijo a Timoteo: «cumple tu ministerio», no te inquietes por el ministerio de otros (2Ti 4:5).
Si vives y mueres sobre las expectativas de otros, terminarás agotado, tentado a transar y olvidando a Jesús. Compárate solo con Jesús. Dedícate solo a su aprobación. Apaga las redes sociales si es que invoca la envidia. Pasa tiempo con el Señor en su Palabra y siéntete libre de no seguir lo que todo el resto está haciendo. Cumple tu ministerio para el placer de Dios.
Ven a Jesús
«Vengan a mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar» (Mt 10:28).
Jesús nos asegura que si estamos cansados, Él cuidará de nosotros. Guarda tiempo en su Palabra. Confía en que su Palabra está obrando incluso si no se siente que lo está haciendo. Marca un tiempo intencional e ininterrumpido para la oración. Ábrete paso entre la niebla por fe. Si ministraremos la Palabra a otros, debemos ser ministrados por Jesús a través de su Palabra. Confiesa los pecados a los que te has estado rindiendo. Busquemos ánimo y rendición de cuentas.
No te desanimes. Jesús promete cuidarte y darte descanso. Escucha esta promesa de nuevo de la Palabra de Dios: «Pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas. Se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán» (Is 40:31).
Fortalécenos Señor, te necesitamos.
Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks.
[1] Estas lecciones fueron tomadas de los capítulos 5 al 7 de uno de mis libros favoritos sobre ministerio: Imperfect Pastor [El pastor imperfecto], escrito por Zach Eswine.