No necesito ser convencida de que mi principal llamado al ministerio se encuentra en mi hogar. Sé esto y me preocupa. Verás, estoy casada con un hombre que está en el ministerio a tiempo completo; tenemos tres hijos[1] que tienen menos de siete años, dos de los cuales educo en casa; y actualmente le alquilamos una habitación que teníamos desocupada a tres jovencitas. Nuestra vida en casa es ocupada y llena de oportunidades para ministerio.
Sin embargo, Dios continúa dejando en claro que la obediencia a Él también incluye algún ministerio fuera de mi hogar. Gracias al aliento constante de mi esposo y de muchas amigas, escribo regularmente, enseño en la iglesia, lidero un grupo pequeño y discipulo mujeres de mi iglesia. Me preocupa porque conozco el valor eterno del hogar y cuán tentador es darle prioridad a mis responsabilidades fuera de casa. Me preocupa porque temo que no daré en el blanco para equilibrar estos dos competitivos ámbitos. La verdad es que a menudo lo hago.
Entonces, ¿dónde está el manual para lidiar con estos momentos de conflicto entre el hogar y el ministerio? ¿Qué debes hacer cuando tus hijos están enfermos la semana del retiro de mujeres? ¿Cuando alguien de tu grupo pequeño te llama desesperada mientras tus suegros están en la ciudad? ¿Cuando tu pastor te pide hacer otra tarea más cuando apenas puedes terminar de lavar la ropa sucia?
¿Cómo podemos discernir cuándo decir «sí» y cuándo decir «no»? Lo haremos cuando reconozcamos la tentación del ministerio, considerando qué es lo que necesita nuestro hogar en específico para florecer y aceptando nuestros límites.
La tentación del ministerio
Aunque sé que el ministerio en mi hogar debe superar el ministerio fuera de él, mi tendencia es a ceder a las demandas del primero. ¿Por qué? En parte porque siento que me dan significado. Se siente bien que te pongan atención y te muestren aprecio. La tarea que tengo en casa no trae mucho aprecio y, por su naturaleza, son repetitivas y domésticas. Aunque invertir en el hogar tiene una importancia enorme y eterna, es una inversión de tipo «maratón». Y existen muchos otros caminos donde mis capacidades pueden ser usadas con una recompensa inmediata.
No obstante, existe otra razón por la que soy tentada a preferir el ministerio por sobre mi hogar. A menudo, olvido que Dios no me necesita. Él no está mirando desde su trono, mordiéndose las uñas porque yo no puedo responder al llamado de una mujer que está luchando con la depresión. Él no está preocupado por cómo las mujeres de mi iglesia podrán conocerlo debido a que yo no pude enseñar esa clase de métodos de estudio bíblico este semestre. Él es el autor y perfeccionador de la fe, no yo. Dios necesita que yo le sea obediente y si eso significa decir «no» a algo que parece urgente, entonces puedo confiar en que Él lidiará con las consecuencias de mi «no».
Un asunto de prioridad
Si lees lo que la Biblia tiene que decir sobre las mujeres y el hogar, notarás que dice poco sobre los compromisos que tienes fuera de casa y mucho sobre la actitud de una mujer hacia su hogar (Pr 7:11-12; 14:1; 31:27). El equilibrio entre el ministerio y el hogar no es un asunto de remuneración o de tiempo, sino al contrario, es un asunto de prioridades.
Priorizar el hogar no significa glorificarlo. No se trata de tener habitaciones y comidas dignas de Pinterest. Tampoco se trata de cuánto tiempo te quedes en casa. Puedes derribar tu hogar por medio de una actitud negativa y crítica mientras que al mismo tiempo lo mantienes limpio. Puedes ignorar las necesidades espirituales y emocionales de tu familia mientras estás en casa con la misma facilidad que si estuvieras trabajando sesenta horas a la semana.
La meta de priorizar el hogar es verlo florecer. Florecer se define como: «crecer o desarrollarse de una manera saludable y vigorosa, especialmente como resultado de un ambiente particularmente agradable». Nuestra responsabilidad es fomentar ese ambiente favorable para un crecimiento saludable y vigoroso en nuestras familias: espiritual, emocional y físicamente.
La imagen de un hogar que florece
No hay dos hogares iguales. Lo que tu familia necesite para florecer dependerá de muchos factores, incluidas las actividades que ocurren en tu casa y cómo es el día a día de cada persona. Esto requiere que estudies a tu familia para observar qué necesidades son las más importantes y cuáles pueden pasarse por alto a veces sin mucho impacto negativo.
Existen tres áreas importantes donde queremos ver a nuestros hogares florecer: el espiritual, el emocional y el físico. Considera dónde se encuentra tu hogar a medida que lees las secciones a continuación.
1. Florecimiento espiritual
Debes preocuparte profundamente por el clima espiritual de tu hogar y ser activa en crear un ambiente centrado en Cristo. Este es nuestro llamado como creyentes: ¡hacer discípulos! ¿Qué mejor que comenzar en casa?
Esto siempre comienza al cuidar de tu propia alma y crear un espacio para buscar a Dios tú misma. No puedes dar lo que no tienes. En segundo lugar, sé consciente de la condición espiritual de cada miembro de la familia y considera cómo impartir verdades sobre Dios a través de actividades y tradiciones diarias. Por último, toma precauciones activamente contra las influencias del mundo, la carne y Satanás.
Sin el desarrollo espiritual, tu casa podría estar organizada y tu familia bien cuidada, pero podrían carecer del conocimiento de la Palabra de Dios y del entendimiento del Evangelio de Jesús.
2. Florecimiento emocional
Nuestros hogares deben ser lugares seguros para aquellos que viven en él. Por tanto, ¿cómo podemos asegurarnos de que nuestras familias se sientan seguras y libres para ser quienes son?
Sé consciente de la personalidad de cada miembro de la familia. Pon atención a cómo cada persona lidia con el estrés y considera maneras de refrescarlos y animarlos. Sé una pacificadora en tu hogar. Esto significa estar consciente de cualquier dificultad relacional dentro de tu hogar o cualquier conflicto e intranquilidad y busca la paz. Sé una intercesora: ora por quienes viven en tu hogar y busca a Dios para tener dirección en cómo ministrar a cada persona.
Sin el desarrollo emocional, tu hogar podría estar organizado y podría estar creciendo en el conocimiento de Dios, pero podría estar fracturado, con cada persona sintiéndose aislada, abandonada y como si tuviesen que arreglárselas por sí mismos.
3. Florecimiento físico
Ayudar a que tu hogar florezca es mucho más que cuidar de la casa física, pero sin duda no es menos que eso. El espacio físico en el que vives impacta la actividad de quienes viven en ella. Esto comprende todos los aspectos tangibles de tu casa: comida, limpieza y orden, decoración y distribución de habitaciones y el manejo del horario. Es fácil olvidar ser estratégica en esta área porque la mayoría de estas cosas suceden pase lo que pase. No obstante, cuando se hace una planificación considerada de los aspectos básicos físicos y tangibles del hogar, puede ser una bendición increíble para la familia.
Sin el desarrollo físico, tu familia podría crecer en un conocimiento de Dios y cada persona podría sentirse cuidada, pero podría ser caótica, sucia y estar demasiado llena con poco sentido de propósito y dirección.
Vive dentro de tus límites
No puedes hacerlo todo. No solo eso, quizás no puedas hacer todo lo que tu vecina o amiga puede hacer. Entender y vivir dentro de tus límites requiere humildad. No somos ilimitados como nuestro Dios; no somos omnipotentes. Necesitamos aceptar humildemente que cada «sí» que damos también requiere un «no». Si dices «sí» a liderar un estudio bíblico, ¿a qué debes decirle que «no» a fin de hacer espacio para eso? Si dices «sí» a adoptar un niño, ¿a qué responsabilidad tienes que decirle «no» a fin de hacer espacio para ello?
Un «sí» al ministerio podría significar sacar cosas innecesarias como pasatiempos, entretenimiento o compromisos sociales. Podría significar delegar un par de cosas en tu casa que no afectan el florecimiento de tu hogar, haciendo algo como contratar regularmente un servicio de limpieza o decidiendo comprar comidas preparadas más fáciles de servir. Decir «no» y delegar tareas es una manera de aceptar humildemente nuestros límites como criaturas finitas.
Reevalúa regularmente
A medida que cambian las vidas de quienes están en tu casa, ajústate con ellos. El ministerio fuera del hogar podría ser adecuado para una etapa, pero no para otra. Esfuérzate para revisar regularmente los motivos de tu corazón y el «clima» de tu hogar para que el ministerio no se convierta en un hábito mecánico, sino en un esfuerzo intencional.
Frecuentemente, presenta todos tus «sí» ante el Señor. Escribe todas las áreas de las que eres responsable y pídele sabiduría al Señor. Pregúntale a las personas que están en tu vida qué piensan sobre todo lo que haces. Pregúntale a tu esposo y a tus hijos cómo se sienten respecto a tus otros compromisos. Busca al Señor con todo tu corazón y solo a Él teme, y sin duda Él te guiará en cada etapa y en cada decisión.
Con la ayuda de Dios, podemos encontrar la paz y la victoria en este baile entre el ministerio en el hogar y el ministerio fuera de casa. Cualquier cosa que hagamos, hagámosla con todo nuestro corazón como si lo hiciéramos para el Señor y no para los hombres. Glorifícalo en tus «sí» y en tus «no», sabiendo que Él te dará la fuerza para andar en obediencia en cada etapa.
Este recurso fue publicado originalmente en el blog de Kelly Needham.
[1] N. del T.: actualmente, Kelly tiene cuatro hijos.