volver

Nota del editor: esta es la respuesta a una de las diferentes preguntas que los oyentes del pódcast Ask Pastor John le hacen al pastor John Piper.


¿El calentamiento global debería cambiar la forma en que vivimos? Es una pregunta que nos llega en ocasiones y esta vez de un oyente de nuestro pódcast llamado Timothy; una pregunta para el pastor John que se une a nosotros nuevamente por medio de Skype. «Hola, pastor John. En un día y era donde somos bombardeados con ambientalismo acérrimo, propaganda para salvar la tierra e ideas ecológicas, ¿cuál debería ser la respuesta apropiada de un cristiano a todas estas presiones? ¿Deberíamos asumir que el cambio climático es provocado por los humanos? ¿Cómo encontramos un equilibrio adecuado en los asuntos ecológicos cuando nos enfrentamos a tantas cosas que parecen extremas: la eliminación de las pajillas plásticas, la demonización de los combustibles fósiles y el alzamiento de parejas que se rehúsan a tener hijos por el «impacto en el medioambiente»? Pareciera como si la cultura realmente estuviera adorando a la creación en lugar de confiar en el Creador. Por lo tanto, ¿cómo un seguidor de Jesús se preocupa de la creación que un día será destruida por el fuego?».

Permíteme comenzar diciendo, y espero que no desilusione a demasiadas personas aquí, que no sé la respuesta a la pregunta: «¿el calentamiento global es principalmente o sólo provocado por el comportamiento humano, como el uso de combustibles fósiles?». Este episodio de Ask Pastor John no trata de responder esa pregunta específica. Desearía saber más y tener una mayor sabiduría sobre eso, pero dada mis limitaciones en lo que puedo abordar, estudiar y obtener claridad, no la tengo. Y necesitarás hacer tu propio trabajo para obtener lo que no puedo proveer.

El cuidado de la creación para los cristianos

La razón por la que estoy dispuesto a decir algo en respuesta a esta pregunta es porque sí levanta asuntos sobre los cuales creo que la Biblia es clara y que afectan de manera importante a la manera en que debemos vivir. Por ejemplo, realmente existe un peligro —un peligro espiritual— por un lado, de elevar la creación mucho más de lo que debemos. Y por otro lado, existe el peligro de oponernos tanto a los excesos medioambientalistas que no estamos dispuestos a afirmar ni fomentar ningún tipo de cuidado de la creación, para no sonar como «abrazadores de árboles». Por supuesto, no nos gustan los abrazadores de árboles, y por lo tanto, no decimos nada. Creo que ese es un gran peligro.

Ese último punto —quédate ahí por sólo un momento— es un arma de doble filo en una cultura como la nuestra, donde nuestras decisiones sobre lo que diremos y lo que haremos están tan basadas en nuestra cultura sobre qué grupos nos aprobarán si hablamos de cierta manera, en lugar de estar basados en lo que es realmente cierto y bueno, independientemente de lo que piensan o digan las personas sobre nosotros.

Las personas de derecha y de izquierda a menudo temen tomar una postura por miedo a parecer defectuosos ante el grupo que desesperadamente quieren agradar. La Biblia los llama personas que «quieren agradar a los hombres» y dice que aquellos que tienen a Cristo como su verdadero Señor no reclamarán ese tipo de aprobación ni tendrán temor a la desaprobación del mero hombre (Ef 6:6-7). ¿Qué te puede hacer el hombre (Heb 13:6)?

Por tanto, mi punto es este: debemos decidir qué tipo de cuidado de la creación es adecuado para un cristiano, independientemente de si alguien nos llama «abrazador de árboles» o «derretidor de casquete polar». No importa cómo nos llamen las personas; lo que importa es la verdad y tomar una postura correcta, valiente y clara.

Instrumentos en las manos de Dios

Timothy pregunta: «¿cómo un seguidor de Jesús cuida una creación que un día será destruida por el fuego?». Y creo que la respuesta que daría es esta: de la misma manera en que debemos cuidar de nuestros cuerpos aun cuando se van a pudrir en la tumba. Esa es mi respuesta.

El cuerpo será resucitado de la muerte y la creación «será también liberada de la esclavitud de la corrupción» (Ro 8:21). Ni la disolución final del cuerpo ni la disolución final de la tierra las hace a ambas inútiles ahora. Sí evita que los deifiquemos; convertirlos en Dios: este era el punto del interrogador, y es uno bueno. Ni el cuerpo ni la tierra son Dios, aunque algunas personas traten a sus cuerpos y a la tierra como si lo fueran. Ambos morirán, pero ambos son preciados regalos de Dios ahora. La razón por la que son preciados es que ambos, el cuerpo y la tierra, tienen el propósito de servir a la plenitud de la vida que exalta a Cristo y glorifica a Dios.

Pablo dice en 1 Corintios 6:19-20, «¿o no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos? Porque han sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo […]» [énfasis del autor]. Y luego en Romanos 12:1 dice: «[…] presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes» [énfasis del autor]. Y luego de nuevo en Filipenses 1:20 dice: «mi anhelo y esperanza de que […] Cristo será exaltado en mi cuerpo, ya sea por vida o por muerte» [énfasis del autor].

Para eso es el cuerpo: es un instrumento para glorificar a Dios, para magnificar a Cristo, para honrar al Espíritu Santo que habita en nosotros.

Pequeña tierra

Mi argumento es que tu cuerpo es tu pequeña tierra. Asimílalo. Mi argumento es que tu cuerpo es tu tierra cercana y pequeña, tu tierra más próxima. No es tu alma. Tu cuerpo no es tu alma. Jesús hizo una distinción y Pablo hizo una distinción. Pablo lo llama «tienda» (2Co 5:1-4). Es la manera en que tu alma pone sus decisiones, sus amores y sus deseos en acción, ¿cierto? Nuestro cuerpo actúa lo que nuestro corazón desea. Y tu cuerpo es una de las maneras en que esa bondad de Dios es experimentada en los placeres que Él da. 

Por ejemplo, en 1 Timoteo 6:17, Pablo instruye a los ricos a no poner «su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, el cual nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos». Y mucho de ese disfrute viene a través de los ojos, los oídos, la nariz, la piel y la lengua del cuerpo. Pablo dice en 1 Timoteo 4:3-5:

Dios los ha creado [estos placeres] para que con acción de gracias participen de ellos los que creen y que han conocido la verdad. Porque todo lo creado por Dios es bueno y nada se debe rechazar si se recibe con acción de gracias; porque es santificado mediante la palabra de Dios y la oración.

Por lo tanto, el cuerpo es el portal de la bondad de Dios por medio del placer físico. Y luego, se da la vuelta y el cuerpo se convierte en el medio de la adoración agradecida y la obediencia fiel. El cuerpo recibe y refleja la gloria de Dios. Usamos el cuerpo para poner la obediencia de nuestros corazones en una acción visible. Eso es lo que dice Pablo cuando denomina a los miembros de nuestro cuerpo «instrumentos de justicia» en Romanos 6:13. Nuestros cuerpos son instrumentos de justicia de nuestros corazones.

El llamado divino al dominio

Ahora, de la misma manera, no sólo tu cuerpo es tu pequeña tierra (tu pequeño mundo donde recibes el bien de Dios y reflejas su bondad en los actos de obediencia corporal), sino que también la tierra es tu cuerpo más grande. Por tanto, te das cuenta del cambio que estoy haciendo ahora: el cuerpo es tu pequeña tierra y la tierra es tu cuerpo más grande. Tal como dijo Pablo, debemos dominar nuestro cuerpo y llevarlo a sumisión (1Co 9:27) y hacerlo un siervo para la justicia (Ro 6:13), por lo tanto, se nos ha dado un mandato como las más altas criaturas terrenales de Dios de someter la tierra, así como sometemos nuestros cuerpos y los hacemos instrumentos de justicia. 

Sometemos la tierra, tomamos dominio sobre ella y la hacemos servir a la justicia y a la rectitud. El Salmo 8:6 dice: «Tú le haces señorear [al hombre] sobre las obras de tus manos; todo lo has puesto bajo sus pies». Vemos lo mismo en Génesis 1:26: «hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza; y ejerza dominio […] sobre toda la tierra […]».

Por lo tanto, el cuidado de nuestros cuerpos y el cuidado de la tierra no son motivados por la adoración del cuerpo o de la tierra. Ese cuidado es movido por un llamado divino de hacer nuestro cuerpo, nuestra pequeña tierra, y de nuestra tierra, nuestro cuerpo más grande, medios para glorificar a Dios. Es por eso que tenemos un cuerpo y es por eso que tenemos una tierra. Al recibir los placeres por medio de ellos, el cuerpo y la tierra, respondemos con agradecimiento a Dios y respondemos haciendo de ambos instrumentos de justicia que exaltan a Cristo.

Publicado originalmente en Desiring God. Usado con permiso.
Photo of John Piper
John Piper
Photo of John Piper

John Piper

John Piper es fundador y profesor de desiringGod.org y rector de Bethlehem College & Seminary. Por 33 años, sirvió como pastor de la Iglesia bautista Bethlehem en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros, dentro de ellos se encuentran: Sed de Dios: meditaciones de un hedonista cristiano, y más recientemente, Por qué amo al apóstol Pablo: 30 razones.
Otras entradas de John Piper
¿Nuestro pecado nos llevó a casarnos?
 
Cómo sobrevivir a la inundación de consejos de vida en las redes sociales
 
¿Quién está bloqueando mi vida: Satanás o Jesús?
 
¿Es la puntualidad e impuntualidad un asunto de testimonio cristiano?