Referencias bíblicas: Génesis 1-3; Romanos 8; 1 Timoteo 2:5-7; 2 Pedro 3:9-14.
«De todo árbol del huerto podrás comer». Este es el primer mandamiento que Dios le dio a su pueblo. Su primera restricción fue sobre comida: «del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás». Posteriormente, la rebelión de la humanidad contra Dios comenzó con una mascada. Desde el principio, la comida ha sido una pieza clave en nuestra relación con Dios.
Nuestro mundo se está interesando mucho por la comida y está llegando a ser muy dogmático en cuanto a ella:
La dieta Whole30, los alimentos orgánicos, la dieta libre de gluten, el consumo de alimentos frescos, el consumo de alimentos locales, la dieta Paleo, los alimentos transgénicos, las alergias alimentarias, los productos sin azúcar, los alimentos totalmente naturales. Documentales como Súper engórdame, Food Inc., Tenedores sobre cuchillos y That Sugar Film, todos ellos presentan diferentes ideologías respecto a alimentación: qué debemos comer, por qué luchamos con la comida y cómo arreglarlo. Puesto que la Biblia tiene mucho que decir en relación a la comida, importa que abracemos y rechacemos estas ideas según corresponda.
Whole Foods[1], un supermercado de nivel superior, imprimió esto en sus bolsas de papel marrones: Buy Goods, Not Bads [Compra lo bueno; no lo malo]. Un diseño posterior decía: Feed Your Better Nature [Alimenta la mejor versión de ti mismo]. Whole Foods no es la primera compañía en dar un salto al concepto de la moralidad alimentaria, de alimentos buenos y alimentos malos. Bastantes personas están buscando erradicar los malos alimentos y producir más de los buenos. Esta es la pregunta: ¿son los alimentos malos o somos nosotros? ¿Los alimentos malos corrompen nuestros cuerpos o ha sido nuestro pecado el que ha corrompido a la comida?
Volvamos al principio. Adán y Eva tomaron la primera mala decisión respecto a la comida, destronando a Dios para convertirse en su propia autoridad final. Ellos escogieron su propia sabiduría por sobre la de Él y aseguraron la muerte para la raza humana. La reacción de Dios a este desafío es susurrada en cada área de la vida, incluso en nuestra comida:
Entonces el Señor dijo a Adán: «Por cuanto has escuchado la voz de tu mujer y has comido del árbol del cual te ordené, diciendo: “No comerás de él”,
Maldita será la tierra por tu causa;
Con trabajo comerás de ella
Todos los días de tu vida.
Espinos y cardos te producirá,
Y comerás de las plantas del campo.
Con el sudor de tu rostro
Comerás el pan
Hasta que vuelvas a la tierra,
Porque de ella fuiste tomado;
Pues polvo eres,
Y al polvo volverás» (Gn 3:17-19) [énfasis de la autora].
Toda la creación carga con la maldición de nuestra rebelión pecaminosa. La tierra está maldita debido a la maldad humana. Vemos que Pablo se refiere a esto en Romanos 8:19-21:
Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de Aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios.
Actualmente, la creación es esclava de la corrupción. ¿Por qué? Debido a la malvada rebelión de la humanidad contra nuestro Creador. Los alimentos que consumimos hoy están corrompidos; no son lo que deberían ser. Así como nuestros cuerpos tampoco son lo que deberían. La muerte, la corrupción, la decadencia, el deterioro… todo es producto de los pecados del ser humano. No podemos culpar a la comida que comemos por la decadencia de nuestros cuerpos. Nuestros cuerpos están corrompidos gracias a nosotros, no al revés.
La enfermedad, las alergias, el cáncer, las dolencias, la obesidad, la irritabilidad, los defectos de nacimiento y las adicciones son resultado del pecado de la humanidad, no de los malos alimentos. Es cierto, lo que comemos no es lo que debe ser, pero en última instancia eso es culpa nuestra.
Por favor, no me malinterpretes. Si eres alérgico al maní, no es un castigo por tu pecado personal. Y si se demostrara que los defectos de nacimiento radican en las mamás que comieron galletas con chispas de chocolate en su niñez, seré la primera en prohibirlas en mi casa. Mi punto es este: la razón por la que nuestros alimentos y nuestros cuerpos están funcionando mal, no están respondiendo óptimamente, y están llenos de muerte y decadencia es EL PECADO. Al final, todos moriremos y volveremos al polvo debido al PECADO.
Es natural querer culpar a algo por la muerte que nos rodea y querer algo que nos salve de ella. Si culpas a los malos alimentos, entonces, naturalmente la búsqueda comenzará por los buenos alimentos. Sin embargo, incluso el alimento más natural, más orgánico, cultivado localmente y no transgénico no puede mantener lejos a la muerte.
Entonces, ¿cuál es el remedio? ¿Cómo podemos ser salvos? Al lidiar con la fuente del problema, la principal enfermedad de la humanidad: el pecado.
Hay solo un mediador entre los seres humanos pecadores y su Creador: el Hombre Jesucristo, la Simiente prometida de la mujer. Dios mismo entró a la humanidad como un bebé, obteniendo los únicos antecedentes justos, cargando el pecado de nuestra enfermedad, de nuestro pecado y ofreciendo el antídoto de la salvación a todo aquel que tome su mano en fe. La principal razón por la que debemos tener los pensamientos correctos sobre la comida es para preservar el Evangelio. No podemos permitir que el moralismo de la alimentación diluya el poder del Evangelio que puede salvarnos a todos. Hacer esto es como darle un paracetamol al hombre que tiene un tumor cerebral para aliviar su dolor de cabeza. Sus síntomas desaparecen, pero él aún está muriendo.
Por supuesto, quienes siguen a Jesús todavía experimentan la muerte física de este mundo. Pero solo temporalmente. Con la promesa del retorno de Cristo viene la promesa de un nuevo cielo y una nueva tierra, donde no habrá lugar para la corrupción, la muerte o la decadencia.
Pero, según su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia. Por tanto, amados, puesto que ustedes aguardan estas cosas, procuren con diligencia ser hallados por Él en paz, sin mancha e irreprensibles (2P 3:13-14).
¿Anhelas un cuerpo que funcione? ¿Que la comida sea lo que debe ser? ¡Ya viene! El regreso inminente de Jesús a la tierra significa la erradicación completa de la maldad y la corrupción. No solo en la creación, sino que en nosotros también. Si no has renunciado a tu rebelión pecaminosa contra tu Creador y no te has aferrado a la justicia que Cristo ofrece, entonces serás parte de la corrupción que será eliminada justamente. La única esperanza para los buenos alimentos es la obra de Jesús, y nuestra única esperanza de experimentarlo es la obra de Jesús. Con su regreso viene una nueva tierra llena de justicia y solo los justos la heredarán.
La comida no tiene el poder de destruirnos. La comida no tiene el poder para salvarnos. Solo hay Uno que tiene ese poder. ¿Has puesto tu esperanza en Él hoy?
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