Admiro a cualquier autor cristiano que esté dispuesto a abordar los temas de la homosexualidad o de la atracción hacia personas del mismo sexo y especialmente aquellos que tienen un punto de vista «tradicional» en lugar de «progresista». El tema no es uno que se ha tratado mucho y es tan controversial que cualquier discusión seria es propensa a generar cortinas de fuego desde dentro y desde fuera de la iglesia. Esto me hace estar particularmente agradecido de Jackie Hill Perry y su nuevo libro Chica gay, Dios bueno. Es posible que la conozcas por sus discos, su poesía musicalizada o sus charlas en conferencias. Ahora puedes conocerla de una manera completamente nueva: a través del registro de su vida.
Su libro está dividido en tres partes: en la primera, nos cuenta quién era ella y en la segunda, en quién se convirtió, mientras que en la tercera parte observa de cerca el asunto de la atracción hacia personas del mismo sexo. Las primeras dos partes, entonces, son principalmente biográficas, mientras que la última es didáctica. Las primeras dos cuentan cómo ella despertó su atracción hacia personas del mismo sexo y comenzó a buscarla, mientras que la última describe las verdades de la Escritura que marcaron toda la diferencia.
Por tanto, ¿quién era Jackie Hill Perry? Ella era un pecadora. Era una pecadora como tú y como yo que experimentó traumas particulares (ausencia de su padre y abuso sexual en su niñez) y una tentación particular a pecar (atracción hacia personas del mismo sexo). Al mirar hacia atrás, ella lo supo desde temprana edad, pero no fue hasta el final de su adolescencia que la asumió y comenzó a practicarla. Se involucró en relaciones lésbicas, tomando la parte de la pareja dominante, más masculina. Ella transformó esto en una parte central de su identidad, por lo que sin ella ni siquiera habría sabido quién era.
No obstante, era atormentada. Atormentada al saber que Dios existe; atormentada al saber que Él la había reclamado; atormentada al saber que su vida no lo había agradado; atormentada al saber que Dios intentaba llamar su atención. «[A]lguien evidentemente había estado hablando con Dios sobre mí y esa era la razón por la cual no me dejaba en paz. Sin duda, lo que fuera que le estaban pidiendo respecto a mí estaba agitando mi pequeño mundo pecaminoso. Era vertiginoso vivir en este presente. Intentar pararme derecha (aunque supuestamente estaba “torcida”) hacía que todo lo que amaba, en especial a mí misma y a mi novia, se viera borroso. Nada estaba claro excepto la fuerte voz de Dios que decía: “ven”».
Ella sabía que Dios la estaba llamando, pero no de la forma que ella habría esperado. «Dios no me estaba llamando a ser heterosexual; me estaba llamando a ir a Él. La decisión de dejar de lado mi pecado y aferrarme a la santidad no era sinónimo de heterosexualidad». No es que Dios le permitiera seguir como una «cristiana gay», sino que había muchísimo más de la voluntad de Dios para ella que un mero cambio de orientación sexual. «Al volverme santa como Él, no me transformaría milagrosamente en una mujer a la cual no le gustaban las mujeres; me transformaría en una mujer que amaba a Dios más que a nada. Si alguna vez llegaba el matrimonio o si me tocaba la soltería, Él quería garantizar con la obra de sus manos que viviera cualquiera de estas situaciones para Él».
Ella se convirtió en creyente y tomó la dura decisión de separarse de su novia y, realmente, desprenderse de toda su vida como la había conocido. Ella llegó a Dios por medio del Evangelio de Jesucristo y pronto descubrió que necesitaría vivir por el mismo Evangelio. Su atracción hacia personas del mismo sexo no fue eliminada inmediatamente, sino que lenta y constantemente fue mortificada a medida que cobraba vida a la rectitud. «Cuando la salvación ha ocurrido en la vida de alguien bajo la mano soberana de Dios, esa persona es liberada del castigo del pecado y de su poder. En un cuerpo sin espíritu, el pecado es un rey inamovible, de cuyo dominio no puede escapar ningún hombre. Todo el cuerpo, con sus miembros, afectos y mente, se somete voluntariamente al gobierno del pecado. Pero cuando el Espíritu de Dios vuelve a tomar el cuerpo que Él creó para sí mismo, lo libera del amo lastimoso que lo tenía cautivo y lo suelta a la maravillosa luz de su Salvador. Entonces, no solo puede desear a Dios, sino que es capaz de obedecer a Dios. ¿No es acaso eso lo que tiene que ser la libertad? La habilidad de no hacer lo que me agrada, sino el poder de hacer lo que es agradable». Quizás la parte más fascinante del libro es su registro de cómo asumió la feminidad y cómo la abrazó después de esta maravillosa transformación de vida.
En la sección final del libro, ella aborda alguna de las preguntas difíciles relacionadas a la homosexualidad y a los cristianos que se sienten atraídos hacia personas del mismo sexo. Ella primero deja claro: «No supongo esto porque estos hombres y mujeres aún son tentados con la AMS [atracción por personas del mismo sexo], [que] tengan la identidad de lo que algunos llamarían un “cristiano gay”». Aborda temas de identidad, de resistencia y de lo que ella llama «el evangelio heterosexual».
Junta todo esto y tienes un libro poderoso. Perry es una teóloga sana que usa la Biblia con fidelidad. Ella también es una talentosa poetisa con una capacidad excepcional de expresarse. En un tiempo en el que existe demasiada escritura insignificante, ella trae una voz fresca. No quisiera que esto se perdiera: es un gozo leer este libro simplemente debido a cuán buena escritora ella es. Cuenta su historia, pero su historia no es el punto central. Ella quiere apuntar mucho más allá de sí misma y lo logra con un éxito admirable. «Este libro es una mano elevada, una alabanza gozosa, un himno necesario, un aleluya que se alcanza a oír y no se acalla. Esta obra es mi adoración a Dios, la cual, con oración, espero que te deje exclamando: “¡Dios es tan bueno!”». Lo hará, porque aunque se trata de ella, en realidad se trata de Él.
Chica gay, Dios bueno: la historia de lo que fui y de lo que Dios siempre ha sido. Jackie Hill Perry. B&H Español, 208 páginas.
Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.

