Este artículo es parte de la serie ¡Ayuda!, publicada originalmente en Crossway.
No es demasiado tarde
A mí me pasa en medio de la noche. Comienzo a pensar sobre cuán vieja soy, lo que he logrado y lo que pensé que sería mi vida a estas alturas. Esto no es algo que sólo he estado haciendo recientemente. Al principio de mis veinte, comencé a medir el progreso de mi vida con una línea de tiempo de mis propias expectativas. Miraba a mis pares, consideraba lo que mis padres estaban haciendo a mi edad y sentí que estaba atrasada.
Les preguntamos a los niños qué van a ser cuando sean grandes, asumiendo que tendrán una carrera o una habilidad con la cual puedan definirse a sí mismos. Las niñas pequeñas se preguntan entre ellas cuántos hijos van a tener (junto con su proporción de género preferido) y anuncian con cuál de los chicos se van a casar. Cuando era niña, dibujaba planos de la casa que construiría algún día (la mía tenía una biblioteca que daba a una sala de música). Asumimos que los sueños de nuestra infancia están todos a nuestro alcance.
No obstante, eso no es así. Las personas descubren esto a diferentes edades, dependiendo de cómo vaya su vida. El golpe podría venir por medio de un amor no correspondido o de la infertilidad, a través de pérdidas financieras o de la incapacidad de mantener un trabajo. Para algunos, el entendimiento podría no venir hasta la vejez cuando, poco a poco, el colapso del cuerpo bloquea nuestras opciones.
Si estás comenzando a temer, esto es lo más deprimente que vas a leer en Internet hoy, déjame cambiar de tema y darte las buenas noticias. La vida no se te ha ido. No va a hacerlo. Si estás en Cristo, tu vida sólo ha comenzado.
Construir una vida
Es común hablar de «construir una vida». De hecho, el concepto de construir una vida coincide bastante con la enseñanza de Jesús del Sermón del Monte. Jesús contrasta a aquellos que construyen una casa sobre la roca con aquellos que construyen una casa sobre la arena. Sólo la casa construida sobre la roca puede soportar la tormenta.
Jesús no requiere que sus oyentes interpreten la analogía por sí mismos; Él se las explica en detalle: «Por tanto, cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca» (Mt 7:24).
Jesús no describió estas dos casas más allá de su tipo de cimiento. La casa sobre la arena podría haber tenido una gran fachada. Podría haber sido de buen gusto y bien amueblada, con una cocina revestida con madera, azulejos tipo mosaico personalizados y electrodomésticos de acero inoxidable. Podría haber estado llena de gente agradable y estable, del tipo que a todos les gustaría tener cerca. Sus dueños probablemente tuvieron carreras satisfactorias e impresionantes, e hijos felices y bien adaptados. ¿Y sabes qué? Igual se la llevó la corriente.
La casa sobre la roca podría no haber sido nada del otro mundo en comparación. Incluso podría haber sido de mal gusto. La persona que vivía en ella podría haber estado sola, ser poco impresionante y estar atormentada por remordimientos. La casa no se mantuvo firme por ser una gran casa, sino por estar construida sobre una gran roca.
Lo mismo es cierto con nuestras vidas. Vivimos buscando amor, seguridad y significancia, pero tal vez no podremos encontrar esas cosas. Incluso si las encontramos, la corriente se las podría llevar en un instante. La única manera de asegurar una felicidad profunda y perdurable es buscarla incondicionalmente en la vida venidera.
Asegurar un futuro
Si tu vida en la tierra ha sido lo suficientemente afortunada al punto de que otros te envidian, eso no es algo malo. Si Dios te da un matrimonio, éxito, hijos y nietos, ¡esos son regalos! No obstante, si te encuentras confiando en la vida que has construido en lugar de la roca de Cristo y su Palabra, estás en problemas.
Por otro lado, podrías ser alguien que ha fallado en cada relación o proyecto que ha emprendido. Puede que nunca hayas tenido un acontecimiento en tu vida o un logro profesional digno de notar en una revista de exalumnos. No obstante, si has puesto tu confianza en Jesucristo y su sangre derramada por ti, tu futuro es seguro y eternamente brillante.
La próxima vez que te encuentres despierta en medio de la noche, preguntándote si la vida se te está yendo, pregúntate si tu vida está construida sobre la roca de Jesús. Si es así, date vuelta y vuelve a dormir. No existe manera de quedarse atrás cuando tienes la eternidad por delante.