Este artículo es parte de la serie ¡Ayuda! publicada originalmente en Crossway.
Un clásico diario
En este momento, mi desayuno consiste en una sola cosa: avena con mantequilla de almendras. Esto es más o menos lo que como cada mañana (o al menos, cada mañana en la que tengo tiempo entre despertarme y la caminata de dos minutos al trabajo desde mi habitación).
Sin duda, puede llegar a ser un poco aburrido. Por supuesto, preferiría tener pasteles con mi café matutino, pero sé que la avena no solo me dará la energía que necesito para el próximo par de horas de trabajo, también, a la larga, mi cuerpo y mi cuenta bancaria serán más saludables.
Por qué es importante la lectura diaria de la Biblia
Como la avena, la lectura bíblica diaria puede volverse aburrida —y puede ser difícil hacer tiempo para ella—. Incluso podrías preguntarte: «¿es realmente necesario leer la Biblia cada día?». No es como si fueras a recordar cada uno de esos tiempos devocionales. Algunos días son más sorprendentes que otros, pero la mayoría pasa uno tras otro, mezclándose en una especie de recuerdo vago. En ocasiones, es tentador saltarse la práctica diaria de la lectura bíblica en favor de algo que parece que creará una experiencia más vívida o poderosa.
No obstante, la santificación generalmente no ocurre a pasos agigantados. Es un proceso en el que Dios obra en nosotros a cada hora, constante y diariamente, y una de las maneras más grandes en las que Él obra es por medio de su Palabra. No siempre podemos saber qué está ocurriendo, ya que a veces nuestra lectura bíblica parece aburrida o sin sentido o incluso infructífera. Pero la Palabra de Dios no falla en su propósito (Is 55:11). Él está trabajando en y por medio de la disciplina diaria, fiel y consistente. Al igual que comer avena en lugar de pasteles para el desayuno, tendrá un efecto poderoso a largo plazo (incluso si es difícil verlo en el momento).
La obediencia de la meditación
La práctica diaria de leer y estudiar la Palabra de Dios también es un medio de obediencia a Dios. La Escritura está repleta de mandamientos y exhortaciones a meditar en la Palabra de Dios en todo tiempo (Dt 6:6-9; Sal 119:15-16). La lectura bíblica diaria es un medio simple y obvio para este fin. Mientras que la memorización de la Escritura infunde un par de versículos en tu mente y corazón, y el estudio agudo de la Biblia se sumerge profundamente en un texto, la lectura de la Biblia te permite moverte en libros completos más rápidamente y ver el panorama completo del carácter de Dios y su plan de redención.
Haré una advertencia aquí: es demasiado fácil quedarse atascado en las formas de disciplina y olvidar su propósito. Leer la Biblia por treinta minutos (o incluso una hora) cada día no nos salva. En sí misma, ni siquiera es lo que nos santifica, para eso se requiere al Espíritu quien aplica las verdades que leemos a nuestros corazones. Una manera, como la lectura bíblica diaria, es útil e importante. Sin embargo, nuestro enfoque no está en el acto de leer la Biblia, sino en el Dios sobre el cual estamos leyendo.
Habrá temporadas en nuestras vidas donde seremos incapaces de leer la Biblia cada día. Quizás se deba a una enfermedad, a una emergencia o podría meramente ser una temporada ajetreada (ordenada por Dios y necesaria) donde literalmente no hay tiempo para leer la Biblia. Cuando esos momentos lleguen, tengo que reconocerlos como la providencia de Dios, que Él no nos ha permitido tomar parte de esta práctica ahora. No es razón para la culpa, sino para aferrarse más fuerte a Él. Meditar en su Palabra se va a ver diferente durante esta temporada (quizás se vea como usar los cinco minutos entre clases para memorizar un versículo de un salmo o escuchar una Biblia en audio en el automóvil).
Que estos tiempos solo fortalezcan nuestra dependencia en Dios y nuestro deseo por su Palabra y, cuando nuevamente podamos leerla cada día, que esa disciplina sea más dulce.
Estrategia espiritual
Nuestra motivación para leer la Biblia debe ser un deseo por Dios y su Palabra. No obstante, la belleza (y la dificultad) de la lectura bíblica diaria es que lo hacemos aun cuando el deseo no esté, confiando en que Dios proveerá. Además, incluso cuando el deseo sí esté, el mundo, el diablo y nuestra propia naturaleza pecaminosa conspirarán para evitar que lo hagamos, ya sea por medio de la falta de sueño, los teléfonos o las crisis repentinas.
De modo que es necesario cierto sentido común para formar y mantener este hábito; una estrategia espiritual, por así decirlo.
Estoy muy consciente de la ironía de que escriba este artículo en este momento (supongo que Dios tiene sentido del humor o quizás es solo convicción). El último par de meses ha sido quizás mi versión menos consistente en relación a la disciplina de la lectura bíblica. Entonces, la mayoría de estas estrategias las he aprendido de mala manera, me encuentro en una posición en la que necesito volver a implantarlas ahora.
Encuentra un tiempo
Si no hago de la lectura bíblica una parte de mi rutina diaria, simplemente no ocurrirá. Tengo que atar esta disciplina a una parte concreta de mi horario, algo que (si Dios quiere) siempre va a ocurrir, como despertar en la mañana o cenar.
Lo importante es encontrar un tiempo que tú sepas que funcionará (y ese tiempo podría cambiar de una temporada a otra). Durante algunos semestres, he podido levantarme temprano y hacerlo antes del desayuno. Sin embargo, con el tiempo, llego a un punto donde dormir es lo más importante y nunca me levanto más de quince minutos antes de la hora en que necesito estar en algún lugar. En ese punto, después de cenar es la mejor opción.
Apaga el teléfono (o ponlo en modo «no molestar»)
Mi teléfono normalmente es el mayor culpable de mi pérdida de tiempo. Por lo general, no puedo mantenerlo siempre apagado (ni dejarlo en mi habitación, si estoy usando la capilla de oración de la escuela) por razones prácticas. Sin embargo, puedo dejarlo en mi mochila o ponerlo en modo «no molestar».
Si te preocupa perder llamadas importantes, puedes configurar algunos contactos como «favoritos», así sus llamadas sí sonarán (en Internet dice que esto funciona tanto para Android como para iOS, aunque yo solo lo he probado en el último).
Busca o crea un grupo de rendición de cuentas
Esto podría verse como el enfoque tradicional de un compañero de rendición de cuentas, pero no tiene que ser así. Si le he dicho a mi compañera de habitación o a una amiga (cristiana) cercana: «trato de tener mis devocionales después de la cena»; entonces, ellas sabrán que si salgo con ellas justo después de cenar estaré incumpliendo mi palabra. Frecuentemente, es suficiente presión positiva de pares para cumplir mi responsabilidad.
De igual forma, si una amiga me pregunta por mis planes para la tarde, podría ser apropiado decir: «bueno, primero haré mi devocional». Se siente extraño al principio, especialmente si te preocupa que piensen que eres farisea, pero si no se hace con una intención santurrona, esa apertura puede ser útil para establecer límites a fin de proteger ese tiempo de oración y lectura bíblica.
La disciplina de la lectura bíblica diaria es una combinación de deseo y de lo que mi profesor de teología denomina «sentido común santificado». El deseo nos mueve a leer la Palabra y el sentido común a ser estratégicos y a formar hábitos que nos mantendrán leyéndola incluso cuando el deseo no esté. No obstante, en nuestra estrategia y formación de hábitos, no olvidemos la razón final por la que leemos la Biblia. No se trata de ganar el favor extra de Dios o de otros, sino que, al contrario, de sumergirnos en las palabras dadoras de vida de Dios. Ahí es donde el Espíritu obra para convencernos, consolarnos y transformarnos más a la imagen de Jesucristo.
Katherine Forster es autora de Transformed By Truth: Why and How to Study the Bible for Yourself as a Teen [Transformados por la verdad: por qué y cómo estudiar la Biblia por ti mismo en tu adolescencia].