«Simplemente, no sé si aún estoy listo para establecerme». Hace poco había celebrado su cumpleaños número 30, pero todavía estaba contento con vivir en la casa de sus padres, con comer su comida y con disfrutar de su habitación exenta de alquiler. Me contó cuánto disfrutaba a su novia y que a veces se quedaba en la casa de los padres de ella por semanas o incluso meses en ocasiones, pero aún no estaba lo suficientemente preparado para dar el siguiente paso y comprar ese anillo de compromiso. Los hijos estaban en los planes futuros también, pero solo en una lejana distancia nebulosa. Entretanto, él escalaba de un trabajo a medio tiempo hacia uno de tiempo completo, pero pensaba en volver a la universidad para estudiar una carrera diferente. Aunque eso sería duro, debido a su pasión por los videojuegos; no querría estar tan ocupado que no pudiera dedicarles tiempo. Todo sonó tan cliché, tan milenial, pero fue una conversación real con un hombre real de 30 años, y no exageré ninguna palabra. Estaba envejeciendo, pero no madurando. Estaba avanzando en años, pero atrasado en madurez.
En esta serie, Corre para ganar, estamos pensando en cómo los hombres pueden vivir de una manera que agrade a Dios. En un mundo de inmadurez, es imperativo que cada hombre cristiano madure. Amigo mío, si vas a correr para ganar, necesitas actuar acorde a tu edad.
De leche a carne
La Biblia tiene mucho que decir respecto a la madurez. Aunque mucha de su instrucción está dentro del contexto de la madurez espiritual, existe una estrecha correlación entre la madurez de la fe y la madurez de la vida. Es improbable que el hombre que vive una vida infantil sea espiritualmente maduro o muestre un carácter maduro.
En su primera epístola a Timoteo, Pablo lo exhorta de esta manera: «No permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza» (1Ti 4:12). El viejo mentor le escribió a su ahijado para animarlo a mostrar madurez más allá de sus años. Aunque la iglesia y la sociedad podrían haber tenido expectativas bajas de los hombres jóvenes, las de Pablo eran altas. De hecho, Timoteo debía ser ejemplar en su madurez, comportarse de una manera tan madura que fuera un ejemplo incluso para quienes eran mucho mayores que él. Los jóvenes deben trazar el camino para los adultos mayores.
Cuando el autor de Hebreos le escribió a su congregación, él expresó preocupación por su falta de madurez espiritual. Estas personas una vez habían estado progresando bien y creciendo firmemente, pero algo había salido mal. Primero, su madurez se estancó y luego comenzó a declinar, por lo que él pudo decir justamente: «aunque ya debieran ser maestros, otra vez tienen necesidad de que alguien les enseñe los principios elementales de los oráculos de Dios […]» (5:12). Su expectativa apropiada y realista era que progresaran firmemente toda la vida, pero su madurez se había ralentizado, detenido y declinado. «[…] Han llegado a tener necesidad de leche y no de alimento sólido» —dijo— «porque todo el que toma solo leche, no está acostumbrado a la palabra de justicia, porque es niño. Pero el alimento sólido es para los adultos, los cuales por la práctica tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal. Por lo tanto, dejando las enseñanzas elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez […]» (5:12-6:1). Su doctrina inmadura los estaba llevando a vivir inmaduramente y esta fue una fuente de profundo dolor para su pastor y para su Dios.
El tema de la madurez aparece en otras cartas de Pablo y también en las de Pedro. Es claro que avanzar de la infancia hacia la adultez, de la niñez hacia la madurez, es un tema prominente en la Biblia. Dios nos creó de tal forma que, a medida que avanzamos en años, también lo hagamos en madurez. Nuestro desafío es aceptar y buscar las responsabilidades que vienen con cada etapa de la vida. Sin importar tu edad, necesitas actuar acorde a ella.
No hay lugar para la inmadurez
La cultura condiciona, en parte, lo que significa ser maduro. En las sociedades preindustriales y agrarias, los niños necesitaban crecer rápido para que pudieran trabajar y proveer para su familia. Se les consideraba adultos antes de tiempo porque a una temprana edad tomaban ese lugar al realizar actividades de adultos. A medida que la sociedad se fue desarrollando y la riqueza creció, los niños tuvieron el privilegio de extender su niñez mientras asistían a la escuela y luego a la universidad. En una sociedad extravagante y consentida como la nuestra, los adultos pueden seguir siendo niños casi indefinidamente, razón por la cual algunos estudios ahora sugieren que la adolescencia comienza a los 12 y se extiende hasta los 32.
De cara a esta aceptación cultural de la inmadurez, los cristianos tienen la responsabilidad de madurar. Sin importar tu edad, eres responsable ante Dios de actuar acorde a tu edad y de prepararte para actuar según tu siguiente edad. La Biblia no da lugar a la complacencia, no da lugar a la inmadurez.
En la carta de Pablo a Tito, él le da instrucciones específicas relacionadas a la edad y al género para cuatro grupos de personas: las jóvenes, las ancianas, los jóvenes y los ancianos. Cabe notar que aunque entrega toda una lista de instrucciones para los otros tres grupos, él solo da una para los hombres jóvenes: «exhorta a los jóvenes a que sean prudentes» (Tit 2:6). La prudencia aborda perfectamente la inmadurez. Es la inmadurez la que mantiene a los hombres pegados continuamente a los videojuegos en lugar de disfrutarlos con moderación. Es la inmadurez la que mantiene a los hombres jóvenes obsesionados con la pornografía en lugar de vivir en pureza, buscando una esposa y encontrando deleite en su cuerpo (Pr 5:18-19). Es la inmadurez la que atrapa a los hombres en el miedo y la apatía, y evita que tomen decisiones valientes y den grandes pasos. La inmadurez es una plaga de la modernidad.
Para los ancianos, la madurez requiere un poco más: «Los ancianos deben ser sobrios, dignos, prudentes, sanos en la fe, en el amor y en la perseverancia» (Tit 2:2). Después de haber avanzado en años, en capacidad, en carácter y en piedad, los ancianos deben dejar de lado todo lo que obstaculiza su madurez y deben continuar hasta el final. A mayor edad realmente hay mayor responsabilidad, puesto que ahora son responsables no solo de su propio desarrollo, sino que también del desarrollo de los jóvenes. Así como un gran corredor espera hasta el último minuto para acelerar bruscamente en los últimos metros de su carrera, un hombre piadoso hace de sus últimos años aquellos en los que él despliega una explosión de madurez final.
Hazlo ahora
Estos son un par de consejos para comenzar:
Considera tu edad
¿Qué responsabilidades conlleva tu edad? ¿Qué responsabilidades deben venir con tu edad? Evalúa honestamente si es que estás mostrando madurez en tus acciones y en tu carácter. Evalúa honestamente si eres maduro en lo que estás haciendo y en cómo estás viviendo.
Considera tus pasiones
Pocas búsquedas y actividades son inmaduras en sí mismas. «Porque todo lo creado por Dios es bueno y nada se debe rechazar si se recibe con acción de gracias» (1Ti 4:4). En lugar de ello, la inmadurez se expresa al invertir tiempo, atención y dinero excesivo en cosas menores. Es bueno tener un pasatiempo, pero un pasatiempo nunca debe competir con las responsabilidades más importantes como la familia, la iglesia y la vocación. Piensa en aquello que te apasiona y si es que estás permitiendo que cosas menores tengan una prominencia indebida.
Comprométete a una vida de crecimiento
Un corredor no puede dejar de competir hasta que haya cruzado la meta y un cristiano no puede dejar de madurar hasta que haya llegado al cielo. Necesitas comprometerte de por vida con la madurez. Comprométete hoy a aceptar esta etapa de la vida y cada responsabilidad que venga con ella.
Madura en toda área
Un aspecto de la madurez no puede ser aislado fácilmente de otros. No puedes esperar madurar en tu fe o carácter mientras te contentas con seguir siendo inmaduro con tu tiempo y actividades. Asegúrate de buscar y lograr gran madurez en toda la vida, no solo en una o dos áreas de ella.
¡Corre para ganar!
Dios espera que priorices crecer en madurez en toda edad y en cada etapa de la vida. Si bien la inmadurez puede ofrecer la ilusión de facilidad y comodidad, promete demasiado y cumple poco. En realidad, evita que hagas lo que Dios quiere que hagas y seas. Si vas a correr para ganar, necesitarás actuar acorde a tu edad.