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¿Es Cristo suficiente para ti?
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¿Es Cristo suficiente para ti?

En la carta que le escribió a los Colosenses, Pablo tuvo que lidiar con una falsa enseñanza que los académicos a menudo denominan como «la herejía de Colosas». Esta denominación se debe al carácter único de la enseñanza y al hecho de que parece haber florecido solo en esa región. Era una combinación de elementos judíos con prácticas ascéticas y místicas (todo esto conectado con un gnosticismo incipiente). Sus partidarios habían logrado infiltrarse en las iglesias cristianas en Colosas y probablemente en las iglesias de otras ciudades ubicadas en el valle del río Lycus también. No tenemos evidencia de que esta secta se haya establecido en otros lugares.

Pareciera que el atractivo de esta peligrosa secta para los cristianos era una promesa llena de plenitud, perfección y santificación en Dios debido a cierto conocimiento (gnōsis) que no había sido revelado previamente por el ministerio de los apóstoles de Jesucristo. Esta gnōsis involucraba prácticas judías como la circuncisión, sus leyes alimenticias y su calendario religioso, junto con prácticas ascéticas y adoración mística basada en el contacto con los ángeles. Podemos deducir que los cristianos en Colosas habían comenzado a escuchar a los defensores de esas enseñanzas. Pablo escribió esta carta para evitar que adoptaran llenamente estas enseñanzas.

La centralidad de Cristo

El argumento central de Pablo en la carta es que en Jesucristo, los cristianos ya tienen todo lo que la secta ofrecía falsamente: integridad, plenitud, perfección y satisfacción en Dios. En otras palabras, Pablo respondió a los falsos maestros presentando la suficiencia de Cristo.

El argumento de Pablo se presenta primero desde la persona de Cristo. Él es «la imagen del Dios invisible» (1:15) en quien, por medio de quien y para quien fueron creadas todas las cosas (v. 16). Él existe antes de todas las cosas; en Él todas las cosas permanecen (v. 17). Él es el primogénito entre los muertos para ser el primero en todas las cosas (v. 18). Al Padre le agradó que toda la plenitud habitara en Él (v. 19), y por medio de Él reconciliar todas las cosas consigo (v. 20). En Cristo habita toda la plenitud de la deidad (2:9). 

Como resultado de estar unidos a Cristo, los creyentes ya han recibido misericordiosamente de Dios la perfección, la integridad, la plenitud y la satisfacción. La gnōsis final de Dios en realidad se encuentra en Cristo. Él es el misterio de Dios, en quien se encuentran todos los tesoros escondidos de la sabiduría y el conocimiento (2:2-3), algo infinitamente superior a la gnōsis ofrecida por los falsos maestros. 

La superioridad de Cristo 

La enseñanza de estos maestros estaba basada en sutiles argumentos filosóficos. Dentro de ellos estaba lo que Pablo llamaba «los principios elementales del mundo», una posible referencia a los seres angelicales o espirituales que, según la enseñanza gnóstica, dominaban los planetas y otros cuerpos celestes y llenaban el espacio (plenitud) entre el hombre y Dios, haciendo de mediadores. La respuesta de Pablo a esta enseñanza es que en Cristo habita corporalmente la plenitud de la deidad (2:8-9). Jesucristo es Dios mismo encarnado como hombre. No hay necesidad de mediadores angelicales para alcanzar a Dios y alcanzar la perfección. Aquellos que están en Cristo por fe ya están perfeccionados (v. 10).

De igual manera, los requisitos como la práctica de las obras de la ley son innecesarias. La circuncisión ha sido cumplida por el bautismo en el nombre de Jesús y es una circuncisión superior (vv. 11-12). En su vida, Cristo cumplió todos los requisitos de la ley por su pueblo. En la cruz, Él pagó su deuda (v. 14). Las obras de la ley, tales como las reglas alimenticias y la observación de los días santos, era como una sombra proyectada por el cuerpo de Cristo, y una vez que el cuerpo llegó, esa sombra ya no era necesaria (v. 17).

Cristo también triunfó sobre principados y poderes, los seres angelicales que, según la enseñanza gnóstica, dominaba los elementos básicos del universo (v. 15). Por lo tanto, los creyentes deben rechazar la idea de que es necesario adorar a los ángeles. Tal enseñanza era el resultado de las alucinaciones de una mente carnal (v. 18). En Cristo, los cristianos están muertos a «los principios elementales del mundo» (v. 20).

La suficiencia de Cristo

Y finalmente, las prácticas ascéticas demandadas por los falsos maestros como necesarias para dominar la sensualidad y otras pasiones pecaminosas son inútiles. Es más, el rigor ascético exhibido por los defensores de esta enseñanza es la adoración al yo y la religión de las obras. No tiene poder para detener las pasiones de la carne (vv. 20-23). Sin embargo, por medio de la unión con Cristo en su muerte y resurrección, los creyentes pueden dar muerte a la carne y vivir para Dios (3:1-17). 

De este modo, Pablo le enseña a los creyentes en Colosas que Jesucristo es suficiente para satisfacer todas las necesidades de aquellos que son suyos. Cristo satisface nuestra sed de plenitud. Él satisface nuestro anhelo por conocer a Dios, nuestras ansias más profundas por estar llenos. Mediante la comunión diaria con Cristo a través de los medios de gracia, encontramos plena satisfacción para todas nuestras necesidades. Esta satisfacción capacita al cristiano a servir a Dios aquí en este mundo con un corazón lleno de fervor y dedicación. Un corazón feliz en Cristo da poder al creyente para superar el pecado y dedicarse completamente al servicio de su Señor y Redentor.

Este artículo fue originalmente publicado por Ligonier Ministries en esta dirección.