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Photo of Un llamado a los pastores a orar por su congregación
Un llamado a los pastores a orar por su congregación
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Un llamado a los pastores a orar por su congregación

Si has sido llamado por Dios a ser pastor, entonces estoy seguro que deseas orar por tu congregación. Tristemente, el solo deseo nunca es suficiente. Cuando nuestro Señor le pidió a su círculo más cercano de discípulos, «quédense aquí y velen junto a mí», estoy seguro de que ellos tenían un deseo por velar fielmente y por orar con aquel a quien ellos amaban. Lamentablemente, ese deseo no fue suficiente. Al contrario, ellos se convirtieron en ilustraciones memorables de una dolorosa verdad que cada pastor ha experimentado en cuanto a la oración, «el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil» (Mt 26:41). ¿Cuántas veces te has dispuesto nuevamente a orar por tu congregación solo para encontrarte rápidamente durmiendo porque tus «ojos estaban cargados de sueño» (Mt 26:43)? El objetivo de este artículo es ayudarte a luchar contra tus ojos cansados con las verdades de la Palabra de Dios que estimulan la oración. Espero que estas meditaciones provoquen que tu alma se levante junto al clamor apostólico, «nosotros nos entregaremos a la oración» (Hch 6:4a). Con ese fin, ofrezco seis verdades bíblicas que espero que nos sacudan para despertar del sueño que nos tiene sin oración.
1. No orar por tu congregación es un pecado
No orar es pecado. Necesitamos ser honestos sobre esto. Un pastor que falla en orar por su congregación es tan no bíblico como un pastor que se rehúsa a predicar la Palabra de Dios. Una de las realidades más dulces de ser cristianos es que ahora somos «siervos de la justicia» (Ro 6:18). A pesar del «deseo de la carne» que nos empuja al pecado (Ga 5:16), los creyentes aún tenemos un deseo cada vez mayor de hacer lo que es correcto. Puesto que Dios ha escrito su ley en nuestras mentes y en nuestros corazones (Jr 31:33; Heb 8:10), nosotros, por tanto, deseamos amar la justicia y odiar la maldad (Sal 45:7; Heb 1:9). El Espíritu nunca le permite al cristiano tolerar el pecado en sus vidas. Al igual que la congregación a la que sirven, los pastores nunca pueden estar contentos al tolerar la ausencia de oración en sus vidas porque la falta de oración es pecado. El profeta Samuel dejó esto bastante claro cuando le prometió al pueblo de Israel que él oraría por ellos diciéndoles, «lejos esté de mí que peque contra el Señor cesando de orar por ustedes» (1S 12:23). Samuel reconoció que fallar en orar por el pueblo de Dios era un pecado contra Dios. Samuel era un líder dentro del pueblo de Dios. ¿Cómo podría afirmar cuidar de ellos cuando no llevaba sus necesidades ante Jehová-Jireh, el único que podría preocuparse por esas necesidades? ¿Y cómo Samuel podría afirmar guiar al pueblo de Dios si no los llevaba a buscar al Señor en oración? Dejar al pueblo de Dios sin oración es dejarlos sin cuidado, desprovistos y sin guía, «como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9:36). Como pastores, somos llamados a huir del pecado y a buscar la justicia. Debemos aprender a huir del pecado de la ausencia de oración y a revestirnos del justo y maravilloso hábito de orar por nuestra congregación.
2. Orar por tu congregación glorifica a Dios
Uno de mis versículos favoritos sobre la oración es el Salmo 50:15: «Invoca mi nombre en el día de la angustia; yo te libraré, y tú me honrarás». Cada día de tribulación es un día en el que tenemos la oportunidad y el privilegio de glorificar a Dios. Consolar al enfermo, discipular a los nuevos conversos y aconsejar en las situaciones difíciles, a veces puede sentirse como si estuviéramos siendo distraídos de nuestro verdadero llamado, pero esto es un error. Cada una de las tribulaciones que se atraviesan en nuestro camino es una oportunidad para honrar a Dios mientras invocamos su nombre para recibir su ayuda (¡y él lo hace!). Cuando él responde nuestras oraciones y obra en las vidas de las personas por las que estamos orando, él se recibe la gloria. Cuando él consuela al enfermo o repara los problemas logísticos que hemos tenido, él recibe la gloria porque él hizo la obra. Debemos seguir el consejo de John Newton (1725-1807) que plasmó en uno de sus himnos:

Venid, alma mía, prepárate: Jesús ama responder la oración; Él mismo la ha recibido, Por lo tanto, no dirá que no; No dirá que no.

Viene como Rey. Llevémosle grandes peticiones; Pues tales son su gracia y poder, Que nadie puede pedir demasiado; Que nadie puede pedir demasiado.
Cuando le pedimos al Señor que obre en medio de nuestras tribulaciones, le damos la gloria que él merece.
3. Somos llamados a imitar a los líderes que oran por sus congregaciones
Hebreos 13:7 nos dice que debemos acordarnos de nuestros líderes de la iglesia: «Acuérdense de sus guías que les hablaron la palabra de Dios, y considerando el resultado de su conducta, imiten su fe». Si observas a los grandes cristianos de la iglesia primitiva, una cosa que ellos tienen en común es su compromiso de orar. Vemos esto en la vida del apóstol Pablo quien le dijo a los colosenses que él y sus compañeros en el ministerio no habían «cesado de orar» por ellos desde el día que escucharon sobre ellos (Col 1:9). ¡Qué ejemplo de perseverancia! Oración ininterrumpida desde el primer día en el que supo sobre las ovejas colosenses. Consideren esto, hermanos, e imiten esta forma de vivir. Consideren también el ejemplo de Epafras «que es uno de ustedes, siervo de Jesucristo», y sobre quien Pablo nos cuenta que estuvo «siempre esforzándose intensamente a favor de ustedes en sus oraciones, para que estén firmes, perfectos y completamente seguros en toda la voluntad de Dios» (Col 4:12). Recuerden el ejemplo de los hombres piadosos como el de Pablo y Epafras, hombres de oración.
4. Orar por tu congregación refleja la prioridad de las iglesias del Nuevo Testamento
El estallido del Espíritu Santo en el Pentecostés fue una respuesta a la oración. Los primeros líderes cristianos, junto con unos 100 seguidores de Cristo, estaban orando y esperando cuando de pronto Dios se movió con poder (Hch 1-2). Los primeros cristianos se dedicaban a «la oración» (Hch 4:42), y a medida que la iglesia crecía y las exigencias del liderazgo aumentaban, los líderes de la iglesias se dieron cuenta de que necesitaban reajustar sus prioridades (Hch 6). El descuido de algunas de las viudas en la iglesia los había ayudado a darse cuenta de que no podrían hacerlo todo. Sin embargo, ¿cuál debería ser su centro? ¿Deben centrarse en la benevolencia o en la administración? Estas son opciones buenas y espirituales (Ro 12:6-8), pero los líderes de la iglesia primitiva sabían que algo era mejor. Bajo el liderazgo del Espíritu Santo proclamaron:
Entonces los doce convocaron a la congregación de los discípulos, y dijeron: «No es conveniente que nosotros descuidemos la palabra de Dios para servir mesas. Por tanto, hermanos, escojan de entre ustedes siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encargar esta tarea. Y nosotros nos entregaremos a la oración y al ministerio de la palabra» (Hch 6:2-4).
¿Notaste cuál era la lista de lo que tenían que hacer los apóstoles? El estudio y la enseñanza de la Palabra y la oración. La iglesia comunitaria no podría haber dejado que las viudas murieran de hambre, por supuesto. Sin embargo, los líderes se dieron cuenta de que perderían todo si dejaban de orar. Toda la generosidad que se necesitaba para cuidar de las viudas se habría secado si los líderes no hubiesen continuado bajando sus baldes al pozo de la misericordia de Dios al orar por el pueblo de Dios. Si queremos tener ministerios del Nuevo Testamento, entonces debemos entender y practicar la oración del Nuevo Testamento.
5. Orar por el pueblo de Dios los llevará al cambio
Como pastores, anhelamos ver a nuestra congregación crecer a la imagen de Cristo. Preparamos sermones porque creemos en el poder de la Biblia que transforma vidas. Somos un ejemplo para el rebaño porque sabemos que la congregación sigue a sus líderes. Pero, ¿oramos? Para ser claros, necesitamos consejería, predicación y oportunidades de entrenamiento. No obstante, todo esto es inútil sin el poder de Dios desatado por medio de la oración. El apóstol Pablo vio la oración como un medio primordial para promover la santificación del pueblo de Dios. Por esta razón él oró:
Por esta razón, también nosotros, desde el día que lo supimos, no hemos cesado de orar por ustedes, pidiendo que sean llenos del conocimiento de Su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual, para que anden como es digno del Señor, haciendo en todo, lo que Le agrada, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios. Rogamos que ustedes sean fortalecidos con todo poder según la potencia de Su gloria, para obtener toda perseverancia y paciencia (Col 1:9–11).
El conocimiento, la sabiduría, la comprensión, el cambio de vida, el fruto dado, la fortaleza, el poder, la perseverancia y la paciencia: ¡qué más podríamos pedir! Para el apóstol Pablo, todo esto llegó al pueblo de Dios por medio de la oración. Y nuevamente, en el libro de Filipenses, Pablo ora,
Y esto pido en oración: que el amor de ustedes abunde aún más y más en conocimiento verdadero y en todo discernimiento, a fin de que escojan lo mejor, para que sean puros e irreprensibles para el día de Cristo; llenos del fruto de justicia que es por medio de Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios (Fil. 1:9–11).
El amor, el conocimiento verdadero, el discernimiento, la pureza, la irreprochabilidad, el fruto de justicia: para la alabanza y la gloria de Dios. Nuevamente, todas estas bendiciones vienen por medio de la oración. ¿Las congregaciones que servimos muestran estas características? Quizás no, porque nosotros «no pedimos» (Stg 4:2). ¡Oh, Señor, llévanos a orar!
6. Orar es la forma en que hombres comunes y corrientes hacen cosas extraordinarias para Dios
Por años, los ancianos de mi iglesia han buscado ser obedientes al llamado de Dios a orar por los enfermos según Santiago 5:14. Cada vez que nos reunimos con uno de los santos de Dios que está sufriendo para pedirle que lo sane, un versículo del libro de Santiago me anima. Santiago nos recuerda: «Elías era un hombre de pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses» (Stg 5:17). Siempre he sentido que poner este versículo casi al final del capítulo 5 es la tierna misericordia de Dios. Piensa en esto: Santiago acababa de decirle a los enfermos que llamen a los ancianos de la iglesia para que puedan orar por ellos con la esperanza de que puedan ser sanados. Él pareciera pensar que la sanidad no es algo que suceda de vez en cuando, sino que es algo que debemos esperar que Dios haga en la vida rutinaria de la iglesia. Él escribe, «la oración de fe restaurará al enfermo, y el Señor lo levantará». ¡Qué promesa! Los ancianos estaban pidiéndole a Dios que hiciera un milagro. Santiago sabía cómo pensaría el pastor común y corriente: «¿yo? ¡Solo soy un hombre común y corriente!». Santiago se anticipa a esta objeción al concluir con la historia de Elías: «Oró de nuevo, y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto» (Stg 5:18). Santiago está diciendo, «miren, ancianos, ustedes son igual a Elías, aquel que Dios usó para cambiar los patrones del clima por tres años y medio. Sin duda, Dios puede usar un hombre promedio como tú para hacer cosas extraordinarias». ¡Qué ánimo! No necesitamos ser extraordinarios para Dios para hacer cosas extraordinarias en nuestro ministerio. Al contrario, debemos abrazar completa y alegremente nuestra normalidad y lanzarnos a las promesas extraordinarias de Dios. Hermanos, espero que estas seis razones formen tu consciencia y muevan tu corazón hacia una pasión más profunda y hacia la determinación de orar. Entrégate a la oración por tu congregación. ¿Por qué no pedirle a Dios que te dirija hacia nuevas determinaciones para orar ahora mismo? Permite que el fruto de la obediencia fluya de una mente que es transformada por la Palabra de Dios (Ro 12:1-2). La oración le da la gloria a Dios, sigue el ejemplo de los grandes hombres del pasado, refleja la prioridad de la iglesia primitiva, cambia nuestra congregación y es usada por Dios para permitir que hombres comunes hagan cosas extraordinarias. ¡Qué Dios no ayude a orar!
Nota del editor: Este artículo es un pasaje adaptado de Pray for the Flock: Ministering God’s Grace through Intercession [La oración por el rebaño: ministrando la gracia de Dios a través de la intercesión] (Zondervan, 2015).
Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks.