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No necesitas preocuparte por el próximo año
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No necesitas preocuparte por el próximo año

«Sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito» (Ro 8:28). Cada vez que leo esas conocidas palabras, me encuentro preguntándome a mí mismo, ¿sé esto? ¿Vivo a partir de esto? El nuevo año nos da una oportunidad a cada uno de nosotros para probar el ancla de nuestras almas, especialmente dentro de las olas del miedo y de la ansiedad sobre el futuro. Es importante ver lo que Pablo dice: «todas las cosas cooperan para bien». No, «todas las cosas son buenas». Convertirse en cristiano no quiere decir que ahora somos inmunes a que nos sucedan cosas terribles. Esa podría ser la enseñanza de algunos líderes del mundo hoy, pero no la escucharás de Dios mismo en la Escritura. Sufrimos las mismas enfermedades, desafíos financieros, pérdidas, estrés laboral, tristezas relacionales, accidentes y desafíos como todos en este dañado mundo en el cual vivimos. Sufrimos como todos. En algunos lugares del mundo, incluso sufrimos más por nuestra fe en Jesús. Mientras seguimos fielmente a Cristo, algo terrible podría suceder en los próximos doce meses. Pablo no está diciendo que nada malo vendrá en el camino de la vida cristiana, él está diciendo que Dios puede tomar lo que venga y hacer que sirva para nuestro bien. Él no es responsable del mal, pero aún el mal y el sufrimiento no pueden escapar de sus perfectos propósitos para nosotros.

Todas las cosas en el nuevo año

Este versículo se nos ha dado porque será exactamente lo que necesitaremos escuchar. Pablo ya ha delineado la forma básica de la vida cristiana —sufrimientos ahora, gloria venidera (Ro 8:17)— una forma derivada de los ministerios de Cristo mismo. En un mundo lleno de dolorosas esperas, este verso es un recurso indispensable para que nosotros tomemos en este nuevo año. Vamos a necesitar saber que Dios es capaz de tomar todo lo que nos sucede y usarlo para nuestro máximo bien. «Todas las cosas» significa todo lo que nos sucede, incluso las peores cosas que pudieran pasar. Incluso aquellas cosas no están fuera del alcance del propósito amoroso de Dios para nuestras vidas. En el Antiguo Testamento, José pudo mirar atrás al impronunciable mal que sus hermanos le hicieron y decir: «Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios lo cambió en bien» (Gn 50:20). La preocupación nos dice que ellos lo hicieron con un mal propósito, que pasó mientras Dios estaba distraído; la fe nos reafirma que Dios lo hizo con un buen propósito. Esto de que «todas las cosas cooperan para bien» se ve con más claridad en la muerte de Jesús (Hch 4:27-28). Fue lo peor que jamás pudo pasar en la tierra. Sin embargo, por medio de ello, Dios pudo dar lugar a un bien incalculable y bueno.

El bien al que todas las cosas servirán

Por lo tanto, ¿qué significa esto en la práctica? Como sea que haya sido para ti el último año, Dios no podría haber sido más bueno contigo de lo que ha sido. Quizás fue un año muy doloroso (este fue el año más difícil que yo he tenido en mi vida); y podría haber sido así. No obstante, esta es Palabra de Dios para nosotros para este año que pasó. No será menos cierto para el año que viene. El próximo año estará lleno de momentos tras momentos en los que Dios estará obrando para nuestro máximo bien. Quizás, consciente de que esto nos sería difícil de creer, Pablo respalda esta verdad con el verso que sigue: «porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos» (Ro 8:29). Este es el bien para el que trabajan todas las cosas en tu vida: que seas como Jesús. Luchamos por ver la bondad de Dios porque luchamos por entender cómo es la máxima bondad. Nuestra visión de lo que es bueno queda muy corta respecto a la visión de Dios. Versos como este nos recuerda que Dios sabe mucho, mucho más sobre el máximo bien para nosotros de lo que nosotros sabemos. Dios no está obrando todas las cosas para que esta vida sea una de riquezas económicas, de buena salud o de popularidad. Dios está obrando todas las cosas para que podamos ser más y más como su Hijo.

Nada de qué preocuparse

Como cristianos, nosotros somos aquellos que aman a Dios y quienes son llamados conforme a su propósito. No es que primero debamos amar a Dios y, en respuesta, Él nos llame a ser bendecidos por Él, es precisamente al revés. El llamado de Dios es que lleguemos a conocerlo y a que seamos capaces de amarlo. No de manera perfecta, pero sí verdaderamente. Tenemos un nuevo corazón y afecto por Dios. Nosotros lo amamos. Sin importar cuán profundos sean tus impulsos pecaminosos, un amor por Dios dado por el Espíritu se encuentra aún más profundo. Y esta promesa es para ti: Dios está obrando todas las cosas para tu bien, para tu conformidad a su Hijo. Eso es lo que Dios más quiere para mí. Eso es lo que más debo querer para mí mismo. Nada en mi vida podría ser mayor que esto. No existe una sola cosa en toda la creación, la historia y la realidad que Dios permita que se interponga en mi camino. Esto debe significar que no existe una sola cosa por la que tenga que preocuparme. Si todas las cosas están siendo obradas por Dios para nuestro bien, entonces Él ha ordenado todas las cosas en mi realidad de la manera que yo más necesitaba que fueran. La preocupación de mi parte solo indicará que existen mayores profundidades en mi corazón en las que necesito aplicar esta verdad. Sé lo que significa luchar con la ansiedad. No obstante, si estamos en Cristo, no necesitamos preocuparnos por el próximo año. No existe un solo momento en el que necesitemos temer. En cada segundo, Dios estará obrando para hacernos más como Cristo. ¿Qué puede ser mejor que eso?
Sam Allberry © 2018 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda
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Soltería, atracción hacia el mismo sexo y la iglesia - Parte I
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Soltería, atracción hacia el mismo sexo y la iglesia - Parte I


Nota del editor: Este artículo es una conversación vía correo electrónico que tuvieron Sam Allberry, Rosaria Butterfield y Christopher Yuan, y que fue impulsada por 9Marks. En ella se responden algunas preguntas sobre la soltería, la atracción hacia personas del mismo sexo y la iglesia. Aquí encuentras la primera de cuatro conversaciones.

Supongamos que hay dos personas solteras: una de ellas lo está porque tiene una fuerte atracción hacia el mismo sexo y asume que, por esa razón, el matrimonio es imposible. ¿En qué se diferencia pastorear o discipular a un soltero del otro?

Sam Allberry: Me alegra estar haciendo esto con todos ustedes. Pensé que podríamos comenzar con algunas respuestas iniciales y construir algo desde ahí. En un sentido no existe ninguna diferencia: ninguno de nosotros sabe lo que Dios tiene para nosotros en el futuro y si quiere que nos casemos o que permanezcamos solteros; no obstante, probablemente hay una diferencia en las expectativas. La persona que siente atracción hacia personas del mismo sexo podría sentir que es menos realista casarse y, por lo tanto, mira la soltería como algo a largo plazo; por otro lado, la otra persona aún podría asumir o esperar que el matrimonio es algo que está en su futuro. De cualquier manera, ambos necesitan confiar en lo que su Padre celestial tiene para ellos y cualquier cosa que pase será una expresión de su bondad hacia ellos. Ambos necesitarán trabajar en cultivar sus amistades. Un error que a veces cometemos en el ministerio pastoral es asumir que aquellos que probablemente permanezcan solteros por un largo tiempo necesitarán esforzarse arduamente para tener amistades, mientras aquellos que están casados no. Mientras más estoy en el ministerio pastoral más veo el daño provocado por no invertir en fuertes amistades, tanto en casados como en solteros por igual. Christopher Yuan: Sam, ¡gracias por comenzar esto con tan buena perspicacia! A continuación, comparto algunos de mis pensamientos respecto a este tema. Agradezco que el énfasis aquí sea el correcto: centrado en el pastoreo y en el discipulado. A menudo, las personas que tienen atracción hacia personas del mismo sexo […] y que buscan ayuda se fijan en sus tentaciones que experimentan hacia el mismo sexo (como si esas tentaciones fueran su único problema) y terminan intentando erradicar el pecado que mora en ellos antropocéntricamente a través de la metodología psicoterapéutica. Esto es desacertado porque el objetivo de toda lucha con el pecado es ponernos en el camino de la gracia de Dios por medio de la Palabra, de la oración, de la comunidad, etc. En medio de todo esto, el mentoreo y el discipulado tienen un rol clave a medida que acompañamos y guiamos a las personas a través de los medios de gracia. Por otro lado, debemos ayudar a nuestro amigo que le atraen personas del mismo sexo a que sepa que su lucha con el pecado podría sentirse única, pero no es fundamentalmente diferente. Cada persona que pastoreamos o discipulamos es portador de la imagen de Dios que experimenta la consecuencia de la caída: pecado original, pecado residente y el pecado real. El pecado del acto  sexual entre personas del mismo sexo o de deseos pecaminosos hacia personas del mismo sexo no son los peores pecados. Por lo tanto, con el fin de mortificar la carne día a día, estas personas con atracción hacia personas con el mismo sexo necesitan la misma gracia que todas las otras personas. Lamentablemente, las personas que experimentan atracción hacia el mismo sexo a menudo se sienten y son tratados como si fueran los peores pecadores. Para aliviar esto, debemos recordarles que necesitan de la misma gracia que los demás. Por otra parte, a menudo los pastores están preocupados de que quienes son atraídos por personas del mismo sexo desarrollen una atracción hacia el pastor o el mentor. En este punto, hay un par de cosas que se deben decir: primero, debemos darnos cuenta de que solo porque alguien pueda experimentar atracción hacia personas del mismo sexo no significa que le atraigan todas las personas del mismo sexo. En el seminario, busqué a un compañero a quien yo respetaba para comenzar a orar juntos semanalmente. Sabía que él conocía mi pasado como un hombre gay. La primera mañana que nos juntamos, él me dijo, «no quiero nunca ser una piedra de tropiezo para ti. Por favor, cuéntame si comienzas a sentirte atraído por mí». Fue una de las situaciones más incómodas de mi vida. Los hombres que se siente atraídos por personas del mismo sexo necesitan que les muestren cómo se ven las amistades piadosas y saludables con personas del mismo sexo. He amado a hombres de manera incorrecta (sexual y románticamente) y necesitaba que me mostraran cómo deben amarse los hombres cristianos en maneras que honren a Dios, que no sean sexuales ni románticas, pero que aún así sean íntimas. Sin duda, debemos reconocer la posibilidad de atracción, pero esto a menudo comienza con la codependencia o esta es parte de ella. Estar atento a la codependencia debe ser parte de cualquier relación de discipulado. En particular, las relaciones lésbicas rara vez comienzan sexualmente, sino que con enfermizos enredos relacionales. Debemos usar el discernimiento piadoso mientras pastoreamos o discipulamos y debemos estar conscientes de la codependencia enfermiza, como lo haríamos con cualquier persona. Existe una línea que debemos trazar entre acoger la intimidad saludable y evitar la codependencia. No obstante, esa línea es lo suficientemente ancha para poder desarrollar amistades piadosas con comodidad. Confío en que Rosaria hará buenos comentarios sobre la codependencia. A menudo, descubro que las personas que son atraídas por el mismo sexo están en uno de dos extremos. Creen que es imposible casarse algunas vez o creen que la solución es casarse con alguien del sexo opuesto. En cualquiera de los dos casos, quisiera sacarlos de su fijación en sus atracciones sexuales y en su estado civil para que en lugar de ello se centren en los medios de gracia. No obstante, también quisiera disipar algunas verdades falsas. Para el primer escenario, Dios es capaz de hacer cualquier cosa, lo que significa que puede darle a una persona que es atraída hacia el mismo sexo (incluso a alguien que tiene fuertes atracciones) el deseo por tener una relación con una persona del sexo opuesto. Conozco a varias personas a quienes les ha pasado esto, incluso sin que la tentación hacia personas del mismo sexo haya desaparecido por completo. Asimismo, no creo que las atracciones sexuales necesiten ser el fundamento del matrimonio. El amor ágape (que se sacrifica a sí mismo, que es desinteresado, que es un amor santo) debe serlo. Las atracciones, la pasión y el deseo deben estar presentes en el matrimonio, pero no tienen que ver necesariamente con una ardiente pasión sexual. De hecho, los matrimonios construidos sobre la pasión sexual pueden terminar deshonrando a Dios y en el fracaso. A menudo le digo a las personas que en realidad es posible que sea más fácil para mí encontrar una posible o potencial esposa porque puedo ver a otras mujeres como hijas del Dios altísimo y no como objetos para mi placer sexual. Puedo ver su madurez espiritual, su amor por el Señor y su atención a los hábitos de gracia, en oposición a que mi discernimiento sea nublado por fuertes encaprichamientos. Para el segundo escenario (la persona que cree que el matrimonio es la solución), le diría que el matrimonio es una gran bendición, pero no será la solución para sus deseos pecaminosos. Le diría que mantenga la esperanza de casarse, pero que la posponga. Y por ahora, puesto que está soltero o soltera, lo animo a enfocarse en buscar a Cristo sin abandonarlo. Prepararse para el matrimonio no es la meta del cristiano soltero, pero puede usarse como una motivación saludable para fines apropiados. Y no existe mejor manera para prepararse para el matrimonio que ser cimentado como un hombre o una mujer de Dios. Si queremos amar a alguien y ser amados, primero debemos amar a Dios. Es por esta razón que el gran mandamiento viene antes del segundo. La única forma para que yo ame bien a otros es amar a Dios primero. (¡Ok, quizás esta respuesta fue un poco larga!). Rosaria Butterfield: En primer lugar, estoy tan agradecida de Sam y Christopher por lanzar tan buenas preguntas para abordar. Ustedes, hermanos, han cubierto muchísimo terreno abundante e importante aquí y tengo poco que agregar. Voy a centrar mis respuestas más en abordar el discipulado de mujeres en los dos ejemplos anteriores. Primero, la diferencia entre estas dos personas es que la que tiene atracción hacia el mismo sexo puede sentir una soledad crónica y opresiva, mientras que el otro podría sentir una envidia amarga de sus amigos que se han casado. Es vital que cuando acompañamos a una cristiana en su dolor (ya sea que sintamos que ese dolor es válido o no) intentemos ver las cosas desde su punto de vista. No ayuda mucho decir, «¡tu fractura es igual a la de Juan!». El libro de Jeremiah Burroughs, El contentamiento cristiano… una joya rara es un gran recurso que se puede usar para discipular a ambas personas. Además, quisiera descubrir qué está viviendo cada persona en la cultura de su iglesia. Puede sentirse amenazada y también puede desencadenar un peligroso diálogo interno: «estas personas no me entienden y nunca lo harán». Nuestro discipulado y pastoreo servirá poco si nuestra cultura de iglesia es tóxica (y muchas veces, ese es el caso). Segundo, aunque es cierto que para muchas personas la sexualidad y la atracción sexual es fluída y cambia en el tiempo, y también que los mejores matrimonios están constituidos por dos personas que ante todo están unidas espiritual y afectivamente, decirle esto a alguien que se siente atraída a personas del mismo sexo las hace sentir como si las estuvieras reprendiendo, como si le estuvieras diciendo que reaccione. He discipulado mujeres que tienen respuestas profundas y dolorosas al solo pensamiento del coito heterosexual. Para las mujeres, la atracción hacia el mismo sexo puede estar motivado ya sea por una fuerte atracción que se transforma en sexual en el tiempo o por una fuerte oposición a cualquier expresión sexual que involucre penetración. Tercero, para las mujeres que están buscando el matrimonio bíblico. Necesitamos estar conscientes de que para muchas mujeres, el compromiso también requiere, a veces, una dolorosa pérdida. Muchas mujeres evangélicas universitarias comienzan queriendo cambiar el mundo, con sueños y planes que son grandes y geniales. En general, estos deseos por cambiar el mundo son deseos de personas; existen en paralelo a otros deseos (matrimonio, familia, etc.), pero rara vez interactúan. Sin embargo, con el prospecto del compromiso viene la promesa de liderazgo (y una pérdida de cierto tipo de independencia). No digo esto para criticar o condenar. El liderazgo bíblico del esposo a la esposa es una hermosa imagen de Cristo y la iglesia. Pero al discipular mujeres haremos bien en saber que las mujeres que quieren ser una esposa piadosa también deben orar por un corazón tierno para poder someterse a su esposo. En el matrimonio, esposo y esposa también deben aprender por fe a liderar en disciplina y a someterse; estas cosas no vienen naturalmente en nosotros. Las solteras necesitan saber que mientras este «cambio» de roles (de un agente de cambio del mundo independiente a una esposa fiel y, si Dios quiere, madre) es una bendición ordenada por Dios, y también viene con una sensación de pérdida de quien alguna vez fuiste.

Encuentra el resto de la entrevista aquí:

Soltería, atracción hacia el mismo sexo y la iglesia - Parte II Soltería, atracción hacia el mismo sexo y la iglesia - Parte III Soltería, atracción hacia el mismo sexo y la iglesia - Parte IV
Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks. | Traducción: María José Ojeda
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Nota del editor: Este artículo es una conversación vía correo electrónico que tuvieron Sam Allberry, Rosaria Butterfield y Christopher Yuan, y que fue impulsada por 9Marks. En ella se responden algunas preguntas sobre la soltería, la atracción hacia personas del mismo sexo y la iglesia. Aquí encuentras la segunda de cuatro conversaciones.

¿Cómo pueden las iglesias hacer un buen trabajo al integrar personas que tienen una fuerte atracción hacia el mismo sexo en la familia y en el cuerpo de la iglesia?

Allberry: Está perfectamente bien vivir sin sexo (Jesús mismo lo hizo), pero ninguno de nosotros está diseñado para vivir sin intimidad. Trágicamente, en Occidente vivimos en un momento cultural donde hemos canalizado todos nuestros pensamientos sobre intimidad en una sola expresión de ella: la relación romántica o sexual. Este es ahora prácticamente el único lugar donde las personas creen que pueden encontrar y expresar intimidad. Mientras este sea el caso culturalmente, y mientras se refleje en nuestras iglesias, será muy difícil para cualquier persona soltera sentir que la ética sexual cristiana es convincente. Por lo tanto, debemos asegurarnos de que nuestra familia de la iglesia realmente sea una familia. Jesús promete que «…no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos o tierras por causa de mí y por causa del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos, y tierras junto con persecuciones; y en el siglo venidero, la vida eterna». Así debe ser el caso de cualquier persona que se una a nuestras iglesias, que pueda decir que ha experimentado un aumento en intimidad y comunidad. En otras palabras, una de las maneras más urgentes de pastorear a solteros o a personas con atracción al mismo sexo, es pastorear al resto de la iglesia respecto a cómo ser juntos una familia. Y esto necesita darse en ambas partes. Creo que a menudo puede ser un error poner a todos los solteros juntos en un «ministerio de solteros». Los casados a menudo pueden tener luchas debido a la falta de relaciones profundas fuera de su matrimonio, y los hijos necesitan el aporte y el ejemplo de otras tías y tíos de honor en la iglesia. Los solteros pueden ser tremendamente bendecidos al estar involucrados en la vida familiar. Por lo tanto, necesitamos animar tener amistades que cruzan las divisiones generacionales y maritales.  Yuan: Estoy de acuerdo con Sam. La integración es clave. Como muchas iglesias pueden atestiguar, el «grupo de universitarios y profesionales» (que a menudo yo llamo «gueto de solteros») no siempre es el lugar donde ocurre el discipulado constante y vivo. A menudo, se convierte en algo parecido a un mercado de carne cristiana. He aprendido tanto de Barry Danylak que escribió una teología bíblica de la soltería. Necesitamos darnos cuenta de que la familia nuclear es temporal, mientras que la iglesia (la familia de Dios) es eterna. Bajo el antiguo pacto, la familia de Dios creció a través de la procreación, mientras que bajo el nuevo pacto, la familia de Dios crece por regeneración. La responsabilidad de la integración recae sobre los que no son solteros (es decir, los casados). Por lo general, no es apropiado que una persona soltera se integre e invite a sí mismo al hogar de una familia. Sin embargo, es más que apropiado (es un deber) para las familias y matrimonios invitar a hermanos y hermanas solteros a su hogar. Los cristianos solteros son nuestros hermanos y hermanas, nuestras hijas e hijos, nuestras tías y tíos; que no están relacionados a nosotros por sangre humana, sino que por la sangre derramada de Cristo. Butterfield: Las iglesias evangélicas han perdido el arte de integrar a personas a la familia cristiana y de vivir en comunidad como familia de Dios. El arte perdido de la hospitalidad cristiana ha puesto demasiada carga sobre los solteros y demasiadas expectativas en lo que la iglesia se supone que debe hacer. Mi esposo Kent, yo y algunos de nuestros hijos somos los únicos creyentes de nuestra familia. Si no hubiesen habido otros creyentes a nuestro alrededor que tomaron sus roles en nuestro hogar, no habríamos tenido hermanos y hermanas, y nuestros hijos no habrían tenido tías ni tíos ni abuelos. Saber que los creyentes alrededor del mundo son familia de Dios se extiende más allá del hogar, por supuesto, pero eso no minimiza la importancia de hacer vida juntos en el hogar. Kent y yo vemos el pacto del matrimonio como un trampolín para este tipo de vida. En nuestro hogar, casi cada noche involucra cenar con los miembros de nuestra familia extendida de la iglesia y con personas de nuestro vecindario. La sobremesa es larga y sacamos nuestras Biblias y salterios mientras los platos aún están en la mesa y la gente aún está comiendo. Está bien. Jesús también comió y bebió. Después de los devocionales, Kent saca las linternas y lleva de vuelta a los niños de otras casas y el resto lavamos los platos. Mientras los niños toman sus duchas, los adultos conversan. Casi cada noche es así en nuestra casa, porque nuestros hijos son más grandes y nuestra casa es relativamente estable. También casi siempre usamos nuestra habitación de visitas, especialmente durante las festividades importantes, cuando la soledad se acerca con sigilo a las personas. Demasiado a menudo, se ha hecho sentir como marginados de la iglesia a los cristianos que luchan con la atracción al mismo sexo. Sin embargo, sabemos que las personas que luchan a la manera de Dios (mortificando sus deseos pecaminosos, bebiendo profundamente de los medios de gracia, siendo miembros fieles de la iglesia que cree en la Biblia, arrepintiéndose del pecado y aplicando fe a su pérdida y dolor) en realidad son héroes de la fe. Cuando las personas saben que pertenecen a un lugar y que son amadas, eso cambia todo. Esta realidad debe salir de un hogar cristiano, no del grupo pequeño patrocinado por la iglesia. ¿Te imaginas la diferencia que haría si todos los hogares cristianos en todas  nuestras iglesias hicieran esto realmente? Por supuesto, existen etapas en la vida cuando no pudimos hacer esto; por ejemplo, cuando mi madre estaba muriendo o cuando acabábamos de adoptar a nuestros hijos adolescentes de una familia de acogida. Son necesarios los ciclos en esto. Sin embargo, si ninguna persona en tu iglesia está practicando la hospitalidad radical, entonces eso apunta a un problema, un problema cultural desde adentro

Encuentra el resto de la entrevista aquí:

Soltería, atracción hacia el mismo sexo y la iglesia - Parte I Soltería, atracción hacia el mismo sexo y la iglesia - Parte III Soltería, atracción hacia el mismo sexo y la iglesia - Parte IV
Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks. | Traducción: María José Ojeda
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Nota del editor:Este artículo es una conversación vía correo electrónico que tuvieron Sam Allberry, Rosaria Butterfield y Christopher Yuan, y que fue impulsada por 9Marks. En ella se responden algunas preguntas sobre la soltería, la atracción hacia personas del mismo sexo y la iglesia. Aquí encuentras la última de cuatro conversaciones.

En tu discipulado, ¿animas a los cristianos que tienen una fuerte atracción hacia personas del mismo sexo a buscar el matrimonio (definido bíblicamente)? Si es así, ¿qué les dices? ¿Cuánto presionas, etc.?

Butterfield: No, los cristianos son llamados a apreciar el matrimonio mientras refleja la relación entre Cristo y la iglesia. El matrimonio bíblico es diseñado por Dios, pero Dios no diseñó a todos los cristianos para el matrimonio. Y el matrimonio bíblico no debe ser visto como un fin en sí mismo. Manipular personas hacia un llamado que Dios no les ha dado es cruel, aplastante y peligroso. Debemos buscar la santidad. Dicho todo esto, si estoy discipulando a alguien que lucha con la atracción hacia personas del mismo sexo y desea estar bíblicamente casada, entonces necesitamos comenzar con disciplinas espirituales que la prepararán para ser una esposa bíblica. Ningún cristiano debe comenzar a buscar un cónyuge bíblico buscando afuera para que aparezca alguien. Debes primero buscar dentro; debes volcarte hacia las páginas de tu corazón con la Biblia en mano. Para muchas personas con atracción a personas del mismo sexo, el amor sexual que Dios celebra en el matrimonio bíblico sale de una fuerte conexión bíblica con tu cónyuge, al tener una amistad profunda basada en la confianza, al reconocer que esposo y esposa son compañeros de oración de por vida, al desear servir, agradar y ayudar a tu cónyuge, al tener una voluntad confiada para compartir, al ser abiertos en su vulnerabilidad. Si los cristianos solteros que luchan con la atracción hacia el mismo sexo son presionados por la iglesia (en realidad, manipulados) a buscar el matrimonio bíblico, la iglesia necesita evaluar lo que esto implica. Esta manipulación implica que la iglesia ve a la soltería como una ciudadanía del Evangelio de segunda clase. Y si la soltería es una ciudadanía del Evangelio de segunda clase, entonces estamos sirviendo a un Rey de segunda clase. Dios no quiera que esto sea así. Yuan: Gran pregunta. Cuando enseñaba en el Instituto Bíblico Moody, a menudo discipulaba a jóvenes estudiantes hombres. Algunos de ellos tenían atracción a personas del mismo sexo y otros no. Mi respuesta es esencialmente la misma para ambos: los animo a buscar la santidad. En mi primer libro, presenté un concepto denominado «sexualidad santa» que desarrollo en mi próximo libro titulado Holy Sexuality and the Gospel: Re-centering the Sexual Identity Conversation around Biblical, Systematic, and Practical Theology [La sexualidad santa y el Evangelio: volviendo a centrar la discusión sobre la identidad sexual en torno a una teología bíblica, sistemática y práctica]. La sexualidad santa concierne a cómo los cristianos deben vivir día a día a la luz de sus atracciones sexuales. Escogí esta frase para yuxtaponer y finalmente ayudarnos a eliminar la orientación heterosexual y/o homosexual como un paradigma de identidad personal. La Escritura es clara en que existen solo dos opciones de cómo vivir día a día a la luz de nuestras atracciones sexuales. La primera opción, si estás casado (por definición bíblica), es completa fidelidad a tu cónyuge. La segunda opción, si es que estás soltero, es completa fidelidad por medio de la castidad o la abstinencia sexual. Por tanto, la sexualidad santa es fidelidad en el matrimonio o castidad en la soltería. Cuando los estudiantes preguntan, «¿cómo sé si soy llamado a casarme o a permanecer soltero?», yo les digo que no puedo ver el futuro; sin embargo, puedo ver el presente. Cualquier situación en la que se encuentren ahora (casados o solteros), vívanla completamente para la gloria de Dios (cf. 1Co 7:17-24). Sé que los pastores a menudo se lamentan porque los hombres jóvenes en sus congregaciones están eludiendo responsabilidad y compromiso y no quieren casarse. Creo que esa sí es una preocupación, pero el problema es que esos hombres son espiritualmente inmaduros. No necesitan ser presionados para buscar casarse. Ellos necesitan ser presionados para buscar a Cristo y para andar en el camino de la gracia de Dios a través de los medios de la gracia de Dios. La mejor forma de buscar el matrimonio es creciendo en la gracia de Dios. De mi experiencia en la iglesia y en las instituciones cristianas de educación superior, vi que el problema no es que las personas están evitando el matrimonio. El problema es que casi idolatran el matrimonio (de ahí que llaman al Instituto Bíblico Moody, «Instituto de Bodas Moody»). Conocemos todos los clichés: luego de la graduación, es obvio que viene el anillo de compromiso, etc. No obstante, como pueblo del nuevo pacto, sabemos que el matrimonio no es «mejor» que la soltería. De nuevo, quiero señalarles a las personas la excelente obra de Barry Danylak, A Biblical Theology of Singleness [Una teología bíblica de la soltería]. El matrimonio entre un esposo y una esposa es temporal (Mt 22:29:30). Es solo una sombra/misterio de la realidad eterna del matrimonio escatológico entre Cristo y la iglesia (Ef 5:32). Y cuando la realidad escatológica de nuestro matrimonio final sea actualizada, no habrá más razones para la sombra (matrimonio entre esposo y esposa). Por lo tanto, la soltería no es un estado temporal previo al matrimonio. El matrimonio (entre marido y mujer) es un estado temporal previo a la eternidad. También les digo a los hombres solteros jóvenes que estoy discipulando que un llamado a la soltería no significa que sea un llamado de por vida o que no va a cambiar. El llamado de Dios puede cambiar en el tiempo. Él podría llamar a alguien a hacer algo en un capítulo de su vida y luego Dios puede llamarlo a hacer otra cosa. Debemos estar abiertos y dispuestos. Si Dios (que es soberano) no te ha provisto una ayuda idónea, entonces vive completamente en el llamado de ser soltero, gozosa, coherente y persistentemente caminando en la gracia de Dios. Si Dios a provisto alguien que potencialmente podría ser tu ayuda idónea, aborda esta relación con cuidado y en comunidad, asegurándote de buscar sabiduría de fuertes pares cristianos, mentores, pastores y padres.

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Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks. | Traducción: María José Ojeda
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Nota del editor: Este artículo es una conversación vía correo electrónico que tuvieron Sam Allberry, Rosaria Butterfield y Christopher Yuan, y que fue impulsada por 9Marks. En ella se responden algunas preguntas sobre la soltería, la atracción hacia personas del mismo sexo y la iglesia. Aquí encuentras la tercera de cuatro conversaciones.

¿Cómo crees que la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo [en diferentes partes del mundo] ha afectado de manera general el pastoreo a los solteros?

Allberry: Ha reforzado más la idea de que una vida sin una satisfacción sexual en realidad no vale la pena. Mucha de la retórica detrás de la presión por el matrimonio entre personas del mismo sexo tiene que ver con cuán injusto es que algunas personas no puedan llamar a sus formas escogidas de intimidad «matrimonio» y cómo esto es una forma intolerable de vida para ellos. Por lo tanto, la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo ha aumentado más la distancia entre cómo nuestra cultura entiende el sexo y el matrimonio (en particular, su relación con el florecimiento humano y la cosmovisión bíblica). Los solteros ahora están hechos para sentirse aún más raros en nuestra cultura, al menos si es que permanecen en celibato. Desafortunadamente, esto subraya la idea preponderante de que la única intimidad real que importa es, en última instancia, la sexual. Yuan: La legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo ha provocado que pastorear solteros sea más difícil en el sentido que normaliza, sentimentaliza e incluso celebra algo que Dios no hace: concretamente, las relaciones entre personas del mismo sexo. Dicho eso, sí creo en un Dios que es completa y totalmente soberano sobre todas las cosas. Lo que Dios dice en su Palabra es cierto, específicamente en Génesis 50:20, «Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios lo cambió en bien…». Incluso en el pecado, la rebelión y la perdición de la humanidad, Dios aún es soberano. Por lo tanto, aunque el mundo normalice, sentimentalice e incluso celebre algo que Dios no hace, las personas están más dispuestas a hablar sobre sus luchas personales con el pecado sexual; y esto abre una puerta. ¿En qué sentido? Para que la iglesia no solo hable sobre sexualidad desde el púlpito de manera pastoral y compasiva (por ejemplo, no solo tratando esto como un mero tema ético, sino que más importantemente como una oportunidad pastoral) y entre nosotros con gracia y verdad (Jn 1:14), sino que también para que puedan hablar de sus propias luchas, ya sea con la pornografía, con los deseos por alguien que no es su cónyuge, con la tendencia hacia la idolatría relacional (lo que denomino codependencia) y/o con la atracción hacia personas del mismo sexo. Esta es una oportunidad para que la iglesia hable sobre esto y sea capaz de comenzar a orar unos por otros, rindiéndonos cuentas unos con otros y, por consiguiente, buscando vivir juntos santamente en comunidad. Creo que el mejor lugar para trabajar estos temas de sexualidad no es el mundo, sino que el cuerpo de Cristo. La iglesia debe ser el lugar más seguro en el mundo; sin embargo, ¿lo es? La legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo ha elevado al matrimonio como uno de los «mayores ideales de amor». Esto es precisamente lo que encontrarás en los últimos párrafos de gran parte de las opiniones escritas por el juez de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos Anthony Kennedy. Rosaria y yo escribimos una respuesta a sus escritos llamada, «Algo mayor que el matrimonio». En él argumentamos que el matrimonio no es el mayor ideal de amor; Dios lo es. Necesitamos ayudar a las personas a que no idolatren el buen regalo de Dios del matrimonio, sino que adoren solo a Dios. La fuente principal de nuestro contentamiento y gozo no debe estar en otra persona como nuestro cónyuge o nuestro novio o novia; debe estar solo en Jesucristo. Butterfield: Sí, la ha dificultado, porque la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo ha hecho que el concepto de orientación sexual sea un derecho civil. La orientación sexual comenzó como una categoría inventada en el siglo XIX que rechazaba la idea de que las personas eran creadas a la imagen de Dios y en cambio categorizaban a las personas basadas en sus diferentes objetos de deseo sexual. Esto importa porque los cristianos necesitan mortificar el pecado individual mientras que al mismo tiempo deben estar conscientes de cómo el pecado está enraizado en la cultura. En el siglo XX, la orientación sexual se transformó en un ídolo de autonomía sexual. En este siglo, se transformó en un derecho civil. El Evangelio tiene un curso que colisiona con la orientación sexual como una categoría de condición de persona; esta es precisamente la razón por la que la categoría de «cristianismo gay», célibe o no, no es bíblica y es inútil. No hay forma de ser un «amigable con los buscadores» en este clima sin falsificar la ética sexual bíblica. No obstante, el amor de Cristo que la iglesia debe enseñar hoy es amor real: el amor expiatorio, el amor sangriento de Jesús, quien conoce mejor a su pueblo y quien más lo ama. Debemos proclamar que el arrepentimiento del pecado es el umbral para Dios; que el arrepentimiento de los pecados le da gloria a Dios; que el arrepentimiento de los pecados refresca y restaura al creyente. La cultura del matrimonio entre personas del mismo sexo hace que la orientación sexual sea una excusa para el pecado, una invitación a evitar la sangre de Cristo. Para hacer frente a esto, la iglesia debe mostrar que no hay vergüenza en arrepentirse y que, al contrario, una vida de arrepentimiento y de humilde sumisión a Dios es en realidad la mejor barrera para la vergüenza, pues todo aquel que se arrepiente y cree es revestido de justicia, permanece en la sangre de Cristo y es llamado hijo e hija del Rey. Esto es verdad aun cuando luchamos con el pecado. La marca de un creyente es la unión con Cristo mientras luchamos con el pecado, incluso el pecado que nunca elegimos cometer en primer lugar.

Encuentra el resto de la entrevista aquí:

Soltería, atracción hacia el mismo sexo y la iglesia - Parte I Soltería, atracción hacia el mismo sexo y la iglesia - Parte II Soltería, atracción hacia el mismo sexo y la iglesia - Parte IV
Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks. | Traducción: María José Ojeda
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Cómo pastorear solteros en la era del yo
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Cómo pastorear solteros en la era del yo

Cuando el filósofo francés René Descartes dijo célebremente: «pienso, luego existo», él estaba, entre otras cosas, estableciendo una tendencia que ha alcanzado completo cumplimiento en nuestra época: comenzar las respuestas a las preguntas más grandes de la vida con un «yo». Ahora nos encontramos viviendo en la «era del yo»[1]. Si la unidad básica de la vida es el «yo», entonces el objetivo fundamental de la vida es mi propio sentido de realización, sobre todo la sexual. Tal contexto hace que la vida cristiana de los solteros sea aún más desafiante y el pastoreo saludable de sus vidas mucho más urgente. Cada generación ha enfrentado la presión de considerar la ética sexual cristiana como innecesariamente restrictiva. Sin embargo, hoy enfrentamos la formidable presión cultural de ver esa ética como un peligro para nuestra salud psicológica y una amenaza existencial para el bien de la sociedad. Sin un pastoreo cuidadoso, muchos de nuestros solteros quedarán atrapados en las aguas revueltas de estas corrientes sociales y se alejarán de Cristo. Entonces, ¿cómo podemos pastorear a los solteros en tiempos como estos? Existen tres verdades en las que necesitamos sumergir especialmente a la iglesia y en particular a nuestros solteros.
1. El estado civil no es el determinante principal de la realización y la felicidad
Es fácil pensar que sí lo es. Culturalmente, el mensaje que escuchamos en constante repetición es que una vida sin alguien románticamente significativo apenas es vida en absoluto (sin duda una vida que no puede ser plena). Un amigo vio tres películas de una vez en un vuelo de larga distancia: una comedia, una de superhéroes y una más seria. Me contó que cada una de ellas reflejaba este mismo mensaje: eres un gran perdedor si no estás satisfecho románticamente. A veces el mensaje en la iglesia no es diferente. Podríamos no poner al matrimonio en el lugar de realización romántica, pero le atribuímos el mismísimo significado. Gran parte de la vida de la iglesia está estructurada en torno a matrimonios y familias que puede ser difícil saber cómo encajar como soltero. A menudo hablamos del matrimonio como si fuera el propósito de la vida cristiana, algo con lo que nos graduamos de la soltería. Por lo tanto, es entendible que muchos en nuestras iglesias sientan que la oportunidad de casarse sea el único determinante más significativo de si es que básicamente pueden ser felices en la vida. Los mensajes a nuestro alrededor parecen reforzar esto. No obstante, la Biblia nos muestra una manera de pensar muy diferente. No es la opción de soltero o casado lo que determinará más profundamente nuestra potencial felicidad futura; la de estar o no en Cristo lo es. El repetido mensaje de Pablo a sus amigos filipenses no fue «regocíjense en el matrimonio siempre» ni siquiera fue «regocíjense en la realización romántica», sino «regocíjense en el Señor siempre» (Fil 4:4). En Él es donde se encuentran nuestra felicidad y realización. Cuando encontramos nuestro supremo contentamiento en Cristo, nos damos cuenta de que finalmente no importa si estamos casados o solteros. No nos perderemos lo mejor que la vida tiene para ofrecer si tenemos a Cristo. La experiencia pastoral confirma esto. Incluso los mejores matrimonios nos desilusionarán a veces. He conocido y pastoreado muchas personas que pensaron que casarse satisfaría los anhelos más profundos de la vida, solo para descubrir que incluso pueden expandir esos anhelos. Una vida en Jesús, no un anillo en el dedo, es lo único que puede verdaderamente satisfacer .
2. El matrimonio y la soltería no se tratan de nosotros
En 1 Corintios 7:7, Pablo describe al matrimonio y a la soltería como regalos de Dios. Ambos nos son dados como buenos regalos de nuestro generoso Creador. Ninguno debe rebajarse ni menospreciarse. Cada uno debe recibirse con agradecimiento. Como todos los buenos regalos de Dios, deben ser bien administrados. Al igual que los dones espirituales de los que Pablo hablará más adelante en la misma carta, el matrimonio y la soltería no son fines en sí mismos; son para «el bien común» (1Co 12:7). Entonces, el punto final de la soltería —y el matrimonio, de hecho— no es mi propio sentido de realización o satisfacción. Es fácil practicar la «soltería egoísta» (tomar las libertades y las oportunidades de la soltería puramente como una manera de servir a nuestra propia felicidad). Podemos tomar la falta de compromiso marital o de responsabilidad parental simplemente como un medio para hacer lo que queremos. No obstante, esto no es seguir el diseño de Dios para nosotros. Si lo que nos atrae es la falta de otras personas que nos restrinjan, entonces no solo hemos perdido el propósito de la soltería, sino el propósito de la vida cristiana. La positividad de Pablo respecto a la soltería —a menudo sorprendente para nuestros oídos contemporáneos— se centra en las oportunidades que presenta para el servicio, no para la autorrealización. En lugar de las restricciones de la familia, está la «constante devoción al Señor» (1Co 7:35). Este es un resultado tan deseable para Pablo que él podía «desear [...] que todos [...] fueran como yo»: solteros. Por tanto, lo que debe motivar a los solteros sobre la posibilidad de permanecer solteros no es retrasar un compromiso ni tener un ingreso disponible, sino la libertad de servir al Señor en maneras que no serían posibles ni aconsejables si estuvieran casados.
3. La soltería piadosa es justo lo que necesitamos en la era del yo
A medida que asimilamos la era del yo en la que nos encontramos, podríamos darnos cuenta de que muchas de las oportunidades que los solteros tienen para una «devoción constante» a Cristo y a su causa son precisamente lo que necesitamos en tiempos como este. Toma solo un ejemplo: la era del yo carece desesperadamente de comunidad. Los solteros no son los únicos que tienen algo que contribuir en esto, pero hay una manera única en la que la soltería puede usarse para lubricar las comunidades dentro de nuestras iglesias. Muchos solteros tienen una capacidad mayor para hacer amistades que los casados. Dicho de manera simple, es posible «acoger más personas». Esa capacidad mayor puede posibilitarles a los solteros entablar amistades con un espectro más amplio de personas, para formar amistades profundas entre generaciones y otros grupos. Los solteros podrían tener más oportunidades que otros para moverse y ser un medio para conectar diferentes grupos demográficos, vinculando personas que de otra manera tendrían pocas posibilidades de encontrarse. Los solteros pueden ser geniales para presentar personas distintas. Los solteros pueden ser un instrumento único para ayudar a fomentar las mismas formas de comunidad robustas y diversas que necesitamos en este momento cultural. O considera las maneras en que la soltería piadosa puede ser una respuesta para la profunda confusión que muchos experimentan cuando se trata de identidad y sexualidad. Hay mucha carga en realizarse romántica y sexualmente: se ha convertido en uno de los más grandes bienes en la sociedad contemporánea occidental. Ahora considera al cristiano soltero que satisface sus anhelos más profundos en Cristo y vive sirviendo con alegría a otros. Esas personas son un contrapunto profético para el mundo que nos rodea. La vida no se trata de mí; el sexo no se trata de mí. Hay Alguien que es el Novio, tan completo en todas sus perfecciones que puede eclipsar incluso las experiencias románticas más intensas que este mundo tiene que ofrecer. Uno cuya vida futura con su pueblo es tan completa y plena que no necesitaremos estar casados ni ser dados en matrimonio en la era venidera (Mt 22:30). La era del yo probablemente estará con nosotros por algún tiempo. Sin embargo, la respuesta a toda las aparentes «eras» irrefutables de este mundo es el Evangelio de ese Hombre soltero, Jesucristo, cuya Palabra siempre nos llevará por buenos caminos y cuya vida con nosotros es suficiente para todas nuestras más grandes necesidades y anhelos.
Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks.

[1] Para saber más de esto, ver la obra hito de Carl R. Trueman, El origen y el triunfo del ego moderno: Amnesia cultural, individualismo expresivo y el camino a la revolución sexual (Nashville, TN: B&H Publishing Group, 2022) . Una versión más condensada y más accesible es el libro de Carl R. Trueman, Strange New World: How Thinkers and Activists Redefined Identity and Sparked the Sexual Revolution [Extraño nuevo mundo: cómo los pensadores y los activistas redefinieron la identidad y provocaron la revolución sexual, disponible solo en inglés por ahora] (Wheaton, Illinois: Crossway, 2022).

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¿Por qué es importante lo que hacemos con nuestros cuerpos?
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¿Por qué es importante lo que hacemos con nuestros cuerpos?

Cuerpo y alma

«No significó nada, solo fue algo físico». Todos hemos escuchado esa línea ya sea en películas o quizás en la vida real. Alguien es sorprendido engañando a su cónyuge y, en el momento de la confrontación, esta es la defensa que ofrece. La suposición detrás de eso es que, si algo es meramente físico, entonces no importa. Y la suposición detrás de eso es que el cuerpo en sí mismo es solo carne y sangre, y como tal, su significado no es crucial. En definitiva, la línea de pensamiento parece ser que lo que hacemos con nuestros cuerpos en realidad no importa. No es inusual encontrar este tipo de pensamiento en la iglesia hoy en día. De hecho, parece haber sido común en la iglesia de Corinto. Uno de sus lemas era: «Los alimentos son para el estómago y el estómago para los alimentos» (1Co 6:13). Evidentemente, esa era su justificación para varias clases de inmoralidad sexual. Así como debemos comer cuando tenemos hambre, debemos satisfacer nuestros impulsos sexuales cuando los sentimos. Algunos incluso usaron esa premisa para justificar acostarse con prostitutas. Podemos ver cómo podría haberse desarrollado este tipo de pensamiento. Si hacemos del alma el centro de nuestra vida espiritual y degradamos el cuerpo, podemos argumentar que espiritualmente el cuerpo es irrelevante. Dios —podríamos suponer— solo está interesado en mi parte espiritual; el cuerpo no tiene importancia para Él. Esa mentalidad puede ser común en la iglesia hoy en día, pero es totalmente antibíblica. Podríamos pensar que lo que hacemos con nuestros cuerpos no es importante, pero la Biblia nos muestra en forma reiterada y poderosa que ese no es el caso.

Nuestros cuerpos fueron hechos por Jesús

Suponer que nuestros cuerpos tienen poca relevancia espiritual contradice lo que la Biblia nos enseña sobre nuestra creación. El mundo físico (incluidos nuestros cuerpos) no causó su propia existencia y luego Dios vino y trató de extraer algo espiritual de él. No. Dios creó el mundo. Y creó nuestros cuerpos. Yo no soy tremendamente creativo, pero en las raras ocasiones en que produzco algo, ese algo se vuelve significativo para mí. Las personas verdaderamente creativas crean arte, música, edificios o literatura porque esas cosas son importantes para ellas. Y si Dios hizo nuestros cuerpos, eso significa que le importan. ¿Cómo podría ser de otra manera? Agreguemos a esto el cuidado con el que la Biblia nos muestra cómo Dios nos hizo y nos quedará aún más claro. En el Antiguo Testamento, David pudo incluso decir que su imperfecto cuerpo caído había sido «asombros[o] y maravillosamente […] hecho» (Sal 139:14). Dios no solo nos creó, sino que además nos hizo con un cuidado enorme. Si supiéramos el alcance total de ese cuidado, temblaríamos. Siempre sonrío cuando veo a padres primerizos cargar a sus bebés recién nacidos. Todo sucede en cámara lenta. Ponen mucho cuidado con esta vida preciosa. ¿Por qué? Porque ha sido hecha asombrosa y maravillosamente. Hay una sensación de sobrecogimiento en esos padres recientes. Lo que cargan en sus brazos puede ser pequeño, pero saben que su valor es infinito. Si eso es cierto, por ejemplo, de la madre que cargó a su hijo en su vientre, ¿cuánto más es cierto para el Dios que realmente lo entretejió en ese vientre? La Escritura nos muestra que todas las cosas fueron hechas por medio de Jesús (Jn 1:3). Eso incluye nuestros cuerpos, lo que significa que importan.

Nuestros cuerpos fueron comprados por Jesús

He escrito varios libros y recientemente tuve que comprar uno para mí.  Me di cuenta de que no tenía una copia y necesitaba consultarlo para algo en lo que estaba trabajando. Cuando llegó a mi puerta y lo saqué del paquete en que venía envuelto, pensé que era un tanto absurdo tener que pagar por algo que yo había creado. Esa es una pequeña muestra de lo que Cristo ha hecho por nosotros. Él nos creó, lo que significa que nos conoce mucho mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos. A Él se le ocurrió cómo seríamos en primer lugar. Y, en su muerte, Él nos compró. De manera que, en un sentido, le pertenecemos doblemente: por medio de la creación y, ahora también, por medio de la redención. ¡Así de grande es su amor por nosotros! Pablo lo explica de esta manera:
¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos? Porque han sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo […] (1 Corintios 6:19-20).
Nuestros cuerpos ya no nos pertenecen si somos cristianos. Esa no es una mala noticia, sino por el contrario, es una noticia asombrosa y liberadora. Ahora estamos en las manos de Aquel que es amor perfecto. Sin embargo, eso sí significa que tenemos una obligación: «glorifiquen a Dios con su cuerpo». No se trata de nuestra área personal de juegos. Le pertenece a Jesús. Él lo compró con su sangre. Lo compró para sí mismo. Así de importante es. Los últimos meses he estado conduciendo un automóvil que me prestó un amigo. Da la casualidad de que es muy bonito así que he tenido mucho cuidado en conducir bien. Pero esa no es la única razón por la que debo tener cuidado. El automóvil no es mío. Le pertenece a otra persona. No es mío para ser imprudente. Lo mismo pasa con nuestros cuerpos. Y dada la gloria de Aquel a quien le pertenecen ahora, debemos ser aún más responsables con ellos.

Nuestros cuerpos son útiles para Jesús

Soy dueño de algunas cosas porque son útiles (mi computador portátil y mi cama). Soy dueño de otras cosas porque en verdad me gustan, aunque no tengan un uso muy práctico (mi muñeco de peluche que guardo desde que tenía dos años, por ejemplo). No obstante, algunas cosas son valiosas y útiles para nosotros. Las amamos y tienen realmente un muy buen propósito. Así son nuestros cuerpos para Jesús. No solo le pertenecen. Él quiere usarlos. Pablo nos insta a ofrecer nuestros cuerpos para el servicio de Dios (Ro 12:1). De hecho, nos dice que seamos específicos:
No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia (Romanos 6:13, NVI).
Debemos «ofrecer nuestros miembros» –ofrecer las distintas partes de nuestro cuerpo– a Dios. Pablo dice que pueden ser «instrumentos de justicia». A los ojos de Pablo, nuestro cuerpo no es algo negativo, sino, de hecho, algo positivo. No se nos da solo para que nos sirva como tal. Pablo quiere que lo usemos para Dios. Para eso es en definitiva (ver 1Co 6:13). Nuestros cuerpos tienen cualquier cantidad de imperfecciones y limitaciones. Puede que algunos no seamos muy ágiles, puede que otros no sean muy fuertes, pero todos nosotros podemos consagrar nuestros cuerpos a Dios para su servicio. Cada cuerpo es útil para Cristo. Cada cuerpo importa.

Nuestros cuerpos serán redimidos por Jesús

Nuestros cuerpos son útiles para Jesús. Pero eso no significa que solo importan para esta vida. Uno de los principios más distintivos de la fe cristiana (tristemente, a menudo ignorado) es que Dios tiene un plan eterno para nuestros cuerpos. No son simplemente una necesidad temporal por ahora. En la edad venidera, no nos habremos «graduado» de nuestras vidas físicas hacia alguna alternativa insubstancial. Nuestro futuro es físico. No será el fin de nuestros cuerpos. Pablo dice que nuestros cuerpos serán redimidos (Ro 8:23). Serán resucitados:
Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a sus cuerpos mortales” (Romanos 8:11).
Seremos resucitados. Estos cuerpos, desgastados e imperfectos por el pecado, serán resucitados para una nueva vida perfecta. Nuestro futuro es físico. La muerte de tu cuerpo no será el fin de él. Tus pisadas y tus huellas dactilares estarán por todas partes en la nueva creación. La promesa de la resurrección de nuestros cuerpos hace que nuestro uso de ellos ahora sea más significativo. En mi segundo año de universidad, viví en una residencia estudiantil que iba a ser demolida al final de ese año académico. No hace falta decir que saber eso significaba que no la cuidábamos bien. Podíamos hacerle lo que quisiéramos y no habría diferencia. Había muy poco incentivo para cuidarla. No importaba. Sucede lo contrario con nuestros cuerpos. Tienen un futuro, uno glorioso y eterno, de hecho. Dios mismo los resucitará a una nueva vida. Eso significa que importan. ¡Verdaderamente importan!
Sam Allberry es el autor de Lo que Dios dice sobre nuestros cuerpos: cómo el Evangelio es buenas nuevas para nuestro ser físico.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway. Traducción: Marcela Basualto.
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¿Dónde están todos los pastores solteros?
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¿Dónde están todos los pastores solteros?

Una diferencia cultural

Hace un tiempo atrás, me llamó un líder ministerial desde Estados Unidos para hablar con un pastor soltero sobre un proyecto que estaba considerando realizar acerca de la soltería. Quería conversar con un pastor porque deseaba saber cómo el tema de la soltería se desarrollaba en la vida de la iglesia local, pero deseaba conversar con un pastor soltero porque quería una voz pastoral que supiera personalmente cómo era trabajar siendo soltero bien entrado en la mediana edad. Fue excelente poder hablar, pero planteó una pregunta importante: puesto que yo estaba radicado en el Reino Unido, ¿por qué había tenido que hacer una llamada internacional para conversar con un pastor soltero? Me explicó que no conocía a ningún pastor soltero en los Estados Unidos y que tuvo que cruzar al otro lado del océano Atlántico para obtener la perspectiva que buscaba. El hecho es que los pastores solteros no son una gran anomalía en el Reino Unido. Tenemos ejemplos de personajes célebres como John Stott y Dick Lucas: dos gigantes de la predicación en Londres durante el pasado siglo XX. Puedo pensar en muchos líderes contemporáneos que son solteros; Vaughan Roberts y Ed Shaw son dos nombres que vienen a mi mente con los que los estadounidenses están familiarizados, y hay muchos otros que conozco. Entonces, ¿por qué este no es el caso en los Estados Unidos? Durante los últimos dos años, he pasado más tiempo en los Estados Unidos que en el Reino Unido; al visitar varias iglesias y estados surgieron cuatro razones por las cuales las iglesias prefieren tener pastores casados.
1. Los pastores necesitan ser capaces de ministrar a aquellos que tienen una familia
Muchas de nuestras iglesias están compuestas por un número importante de familias. Si esta es la demografía significativa en nuestras congregaciones, entonces es natural que nos aseguremos de que ellas estén provistas pastoralmente. Es fácil pensar que un pastor que no está casado será deficiente en este aspecto. Sin embargo, esto no es completamente cierto. Sí, un hombre casado tendrá mucha experiencia que lo informará y lo ayudará en su habilidad de ministrar a los miembros casados de la iglesia, pero esa experiencia es limitada porque su experiencia en la vida matrimonial será muy diferente a la de muchos miembros de su iglesia. En última instancia, no es nuestra experiencia personal lo que nos califica para enseñar en una situación dada (aunque esto puede ayudar sin duda), sino nuestro manejo de la Palabra de Dios. Después de todo, no es nuestra sabiduría la que buscamos compartir, sino la de Dios. Del mismo modo, nuestra experiencia como padres puede brindarnos una perspectiva adicional de primera mano sobre qué enseñar, pero no es determinante. Ningún pastor tiene experiencia en cada aspecto de la vida sobre los cuales debe enseñar.
2. Con un pastor casado a menudo obtenemos dos por el precio de uno
Frecuentemente, aunque no se expresa tan abruptamente, las iglesias asumen que un pastor casado vendrá con un miembro adicional quien trabajará para la iglesia sin cobro alguno. ¿Por qué ofrecerle el puesto a una persona cuando podemos obtener dos por el mismo precio? Puede que esta sea una suposición común, pero no es justa. No todas las esposas de pastores tendrán dones para el ministerio pastoral. Su principal contribución al ministerio de su esposo puede ser su apoyo a él en lugar de ser su compañera de trabajo en el equipo de la iglesia. Además, no todas las esposas de pastores pueden ofrecer las horas equivalentes a un trabajo de tiempo completo para la iglesia. Puede que tengan otros compromisos familiares con otras personas en la familia como por ejemplo padres ancianos que necesitan su cuidado o un hermano con una situación familiar difícil. Puede que existan algunas necesidades inusuales dentro de su familia inmediata como un hijo con necesidades especiales o con problemas crónicos de salud. Puede que tenga una vocación profesional que debe ser honrada. Puede que necesite trabajar para ayudar al presupuesto familiar. Una pareja casada no significa necesariamente que tendremos el doble de recursos. Y un pastor soltero tampoco significa necesariamente la mitad de recursos. No es por nada que Pablo elogia la soltería sobre la base de que una persona soltera es capaz de servir al Señor de una manera «constante», a diferencia de una persona casada (1Co 7:35). La soltería lejos de entorpecer la obra del Señor, puede facilitarla.
3. La Biblia parece requerir pastores casados
Pablo escribe lo que escribe no porque él requiera pastores casados, sino porque espera que lo estén y, por lo tanto, el énfasis es que como hombres casados estén fielmente casados. Pablo se dirige en particular a aquellos que tienen más de una esposa, no a los que no tienen a ninguna. No obstante, incluso si ese no fuera el caso, incluso si Pablo estuviera requiriendo que todos los pastores estuvieran casados, habría otras implicaciones significativas. En primer lugar, se le exigiría a los pastores tener más de un hijo. Estar casado, pero sin hijos o casado con un solo hijo también sería inaceptable, igual que la soltería. Porque el pasaje que habla de ser «marido de una mujer» también menciona el tener «hijos obedientes» (observa el plural). Si queremos ser consistentes, entonces también debemos exigir hijos en plural, además de estar casados. En segundo lugar, los pastores que quedaran viudos aparentemente necesitarían renunciar al pastorado. Ya no serían maridos de una sola mujer.
4. Puede que haya algo malo con ellos si aún están solteros
Quizás la razón más significativa por la cual las iglesias prefieren pastores casados es la sospecha de que debe de haber algo malo en alguien para que no esté casado. Una cosa es contratar a un joven pastor de unos veinte años quien todavía no se ha casado (bajo la suposición de que no pasará mucho tiempo antes de que lo haga), otra muy distinta es contratar a alguien que tenga, por ejemplo, unos treinta y cinco años y aún no se haya casado. En gran parte de nuestra cultura evangélica, eso sorprende a muchas personas no solo porque les parece inusual, sino también extraño e incluso un tanto sospechoso. Ese es el meollo de lo que a menudo es el verdadero problema cuando pensamos sobre los pastores casados: vemos el matrimonio como una señal de haber alcanzado la mayoría de edad espiritualmente. Es una forma de graduación de una cristiandad más elemental a una más madura. Suponemos fácilmente que es una señal de que alguien ha comenzado a asumir la responsabilidad adecuada en la vida. Esto no niega que quizás muchos en nuestras iglesias están evitando deliberadamente el matrimonio como una forma de pereza o de temor al compromiso. Pero sí niega que esta sea la única razón por la cual alguien permanezca soltero a largo plazo. (Vale la pena señalar que conozco a hombres que se han casado debido a un tipo de pereza y temor al compromiso, pensando que una esposa los cuidará y les facilitará un estilo de vida de adolescencia continua). En realidad, nuestro problema no está con los pastores solteros. Nuestro problema está con la soltería en sí misma, y yo sugeriría que esa es una señal de que no hemos prestado suficiente atención a lo que el Nuevo Testamento dice con respecto al tema.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway. Traducción: Marcela Basualto.
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Testimonio Sam Allberry
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Testimonio Sam Allberry

Hay cosas que Dios nos ha llamado a todos a dejar, hay cosas en nuestras vidas que necesitamos repensar y rendirlas a Dios. Sin embargo, realmente se trata de conocer a Jesús, y ese es el mejor regalo que Dios puede darnos. Y mientras ese regalo esté siendo ofrecido, no podemos decir que Dios es anti-alguien.