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Ten un saludable temor a Dios
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Ten un saludable temor a Dios

La coexistencia del temor con el gozo y el florecimiento humano parece ser difícil de entender para muchas personas. Sin embargo, el salmista dice: «Adoren al Señor con reverencia, y alégrense con temblor» (Sal 2:11). El temor y el gozo no solo pueden existir al mismo tiempo, sino que deben hacerlo. La combinación de temor con gozo no está limitada al Antiguo Testamento; el Nuevo Testamento está lleno de pasajes de advertencia dirigidos a los cristianos (o al menos a aquellos que tiene todo indicador externo de ser salvo), los cuales obtienen su fuerza motivacional de la producción de temor. Estos pasajes de advertencias existen junto con pasajes de seguridad que acentúan la confianza, la esperanza, la seguridad y el gozo que tenemos en nuestra fe.

El temor al temor

Los no creyentes se han burlado y han rechazado por mucho tiempo el rol del temor en la enseñanza y en la proclamación cristiana. Bertrand Russell ilustremente se enfocó en el temor en su crítica del cristianismo a principios del siglo XX. Él argumentó que: «La religión se basa, principalmente, a mi entender, en el miedo… El miedo es el padre de la crueldad y, por lo tanto, no es de extrañar que la crueldad y la religión vayan de la mano. Se debe a que el miedo es la base de estas dos cosas». De la misma manera, los cristianos parecen estar terriblemente aterrados del temor. Queremos acentuar la motivación de emociones positivas tales como el amor y la gratitud y tendemos a incomodarnos mucho con cualquier uso del temor que llame a motivar la conversión o el crecimiento en santidad. Tal temor al temor, sin embargo, tiene un costo, y como resultado los pasajes de advertencia a lo largo de la Escritura son descuidados o son sobre interpretados. Muchos líderes cristianos parecen estar determinados a convencer a su audiencia de que nunca deben experimentar cualquier incomodidad emocional al contemplar la santidad, la justicia y el juicio de Dios; «el temor al Señor» siempre es comprendida como respeto o asombro y nunca, nos dicen, indica que debemos realmente temer a Dios.

Amenazas divinas

Esta evasión de exhortación aterradora dirigida hacia los creyentes e incrédulos basados en la realidad del juicio justo y santo de Dios no fue compartida por los autores de la Biblia. No hay espacio para explorar los muchos pasajes de advertencia, pero podemos considerar brevemente muchas amenazas directas hechas por Jesús a través de Juan a su iglesia en el libro de Apocalipsis.
Éfeso: «Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete, y haz las obras que hiciste al principio. Si no, vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar, si no te arrepientes» (Ap 2:5). Pérgamo: «Por tanto, arrepiéntete; si no, vendré a ti pronto y pelearé contra ellos con la espada de mi boca» (Ap 2:16). Tiatira: «Por eso, la postraré en cama, y a los que cometen adulterio con ella los arrojaré en gran tribulación, si no se arrepienten de las obras de ella» (Ap 2:22). Sardis: «Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete. Por tanto, si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti» (Ap 3:3). Laodicea: «Te vomitaré de mi boca… Sé, pues, celoso y arrepiéntete» (Ap 3:16, 19).
Juan no continúa hablando de estas amenazas, asegurándole a sus receptores que en realidad no aplicaban, no eran realmente severas o no querían decir lo que aparentemente decían. Él no parece preocupado por el posible malestar emocional; las amenazas que producen temor eran necesarias para despertar y sacudir a los cristianos y motivarlos al arrepentimiento, a la perseverancia y a la fidelidad. Por lo tanto, ¿cómo reconciliamos el uso bíblico de las apelaciones y amenazas del temor con nuestra convicción cultural generalizada de que tal retórica debe ser rechazada? Una investigación reciente hecha por teóricos argumentativos sobre la evaluación de las amenazas en la argumentación apuntan a muchos puntos de evaluación.

Amenazas legítimas

El contexto es clave para determinar si es que una amenaza es apropiada. Por ejemplo, si un vendedor concluye que sus ventas caen al amenazar con golpear en el rostro a alguien si no compra su aspiradora, el contexto sugiere que la amenaza es inapropiada. De la misma manera, no quisieras concluir una proposición de matrimonio con una amenaza. Sin embargo, las amenazas son apropiadas en otros contextos. Un decano puede amenazar a un estudiante con ser expulsado por plagio y un juez puede amenazar con quitarte la licencia por conducir bajo los efectos del alcohol. La legitimidad de una amenaza depende del contexto y de si quien amenaza tiene una autoridad legítima. La Biblia revela a un Dios que es soberano y poderoso, la autoridad legítima suprema. Puesto que es nuestro Creador, le pertenecemos a él y tiene todo el derecho para mandarnos, amenazarnos y juzgarnos. Esta realidad es, por supuesto, ofensiva y contraria a las ideas de la autonomía humana suprema y de la autodeterminación. Queremos estar a cargo y queremos determinar por nosotros mismos lo que debemos y no debemos hacer, pero tales aspiraciones no se alinean con la realidad o con la capacidad humana. Siempre fallaremos cuando intentemos jugar a ser Dios; nuestros débiles cuerpos humanos no fueron construidos para eso.

Amenazados por amor

Una autoridad legítima aún puede ser criticada por el uso inapropiado, autoritario o cruel de las amenazas, pero en este punto el carácter y las intenciones de quien amenaza se tornan muy importantes. ¿La persona que amenaza es cruel, vengativa, arbitraria y desconsiderada o es amorosa, preocupada y amable? ¿Cuál es la intención de esa persona para amenazar? ¿Tiene la intención de humillarte, manipularte o herirte o tiene la intención de amenazarte para llevarte al bienestar, a la plenitud y al florecimiento? El amor de Dios por nosotros en nuestro quebranto y pecado es el tema principal a lo largo de la Biblia. Mientras todavía éramos débiles, pecadores perversos, Dios demostró su amor por nosotros por medio de la muerte de Jesús en nuestro lugar (Ro 5:8). El amor de Dios por la humanidad rebelde y quebrantada lo motivó a enviar a su Hijo para rescatarnos (Jn 3:16). Dios tiene la intención de que sus advertencias y amenazas nos motiven a arrepentirnos, a perseverar y a crecer en santidad: este es el camino al shalom, a la plenitud y al florecimiento humano. El rechazo del pecado y la búsqueda de santidad llevan a una vida cada vez más libre de las adicciones debilitantes y del pecado que deshumaniza y destruye.

Vivir con temor y gozo

El temor y el gozo saludables en el Dios de nuestra salvación no solo pueden ir juntos, sino que deben hacerlo. Nunca encontraremos gozo en Dios mientras vivimos voluntaria y constantemente sin confesar nuestros pecados. No encuentro la motivación para huir de la tentación y del pecado al asegurarme a mí mismo que el pecado no es peligroso o que mis decisiones no importan; la motivación viene, en parte, al reconocer el terrible peligro que el pecado posee, incluso para los cristianos. Este temor, sin embargo, no es debilitante o destructivo; nos motiva a aferrarnos a Cristo en una fe y verdad desesperada y perseverante. Tal dependencia constante por medio de la fe produce un gozo impronunciable y glorioso (1P 1:8).
Alexander Stewart © 2019 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda
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Espera que Dios haga algo inesperado
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Espera que Dios haga algo inesperado

Dios no hace las cosas de la manera en que nosotros pensamos que debe hacerlas. Ese tema surge al leer historias de personas aparentemente conversas que dejaron la iglesia o al escuchar a personas que explican por qué dejaron el cristianismo basadas supuestamente en argumentos intelectuales. Dios no encaja con nuestras expectativas. No obstante, él no es como nosotros; es completamente diferente. Aunque no lo dicen exactamente con estas palabras, el argumento dice algo como esto: si Dios es perfecto y bueno, él debe haberse revelado a sí mismo más claramente, él debe haber preservado la Escritura sin variantes textuales, él debe haber producido una Biblia menos abierta a tantas interpretaciones diferentes (debe de alguna manera ser transhistórica y transcultural), él debe haber quitado completamente el mal y el sufrimiento de inmediato. Estos argumentos podrían decirse con otras palabras: si yo fuera Dios, habría hecho las cosas de manera diferente. En comparación con nuestra razón ilustrada, las acciones de Dios son vistas como carentes y deficientes. Nuestras preferencias, sabiduría, racionalidad y expectativas se transforman en el estándar al cual Dios debe someterse o, de lo contrario, es rechazado por ser falso e indigno de confianza. Parece no quedar lugar para una evaluación humilde de los límites y de la fragilidad de la capacidad y racionalidad humana.

Escándalo y locura en la cruz

A menudo Dios no hace las cosas de la manera en que nosotros como humanos pensamos que debe hacerlas. El ejemplo más claro es la crucifixión de Jesús. Pablo argumenta que «nosotros predicamos a Cristo crucificado, piedra de tropiezo para los judíos, y necedad para los gentiles. Sin embargo, para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad de Dios es más sabia que los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres» (1Co 1:23-25). Pablo no está abrazando el fideísmo, la fe ciega ni el anti-intelectualismo; él está reconociendo los límites de la racionalidad humana y de la realidad de que Dios no está obligado a actuar como pensamos que debe hacerlo. La crucifixión podría haber sido escandalosa para los judíos y ridícula para los gentiles, pero era el plan de Dios para salvar y restaurar a sus representantes portadores de su imagen.

Escándalo y locura en Navidad

Las narraciones navideñas nos son tan familiares que a menudo fallamos en ver cómo se parecen a la crucifixión: sin duda escandalosa, una locura debatiblemente, pero sin embargo, era el plan de Dios para cumplir sus promesas y salvar a su pueblo. En primer lugar, la concepción de la virgen fue escandalosa. José mismo asumió que hubo infidelidad e intentó divorciarse de María. Alrededor de 100 años después de que Mateo escribiera su Evangelio, Orígenes describió el común contrarrelato judío no cristiano. Él lo acusa de haber «inventado su nacimiento de una virgen», y lo censura con haber «nacido en un cierto pueblo judío, de una pobre mujer campesina, que obtenía su sustento al hilar y a quien su esposo expulsó –un carpintero de oficio– porque era culpable de adulterio. Una mujer que después de que su marido la alejó de él y de que vagó por un tiempo, dio a luz escandalosamente a Jesús, un hijo ilegítimo» (Orígenes, Against Celsus [Contra Celso] 1.28, en The Ante-nicene Fathers [Los padres prenicenos], 4.408). Estas afirmaciones no tienen evidencia confirmada que hayan sobrevivido al primer siglo, pero es lo suficientemente fácil ver cómo surgieron en respuesta a las declaraciones cristianas sobre la concepción de Jesús en la virgen. ¿Podría Dios haber hecho las cosas de una manera menos abiertas al ridículo? ¿O no podría él haber provisto más pruebas sobrenaturales? Por supuesto que podría haberlo hecho, pero no lo hizo. Y los escépticos se burlan. Mientras tanto, los cristianos celebran esta verdad como una manera en que Dios decidió actuar para salvar al mundo por medio de su Hijo Jesús, completamente Dios y completamente hombre. En segundo lugar, la encarnación misma es increíble de creer: ¿realmente Dios necesitaba convertirse en hombre? Justino Mártir describe la primera crítica al cristianismo de mediados del segundo siglo, Debes sentirte avergonzado cuando haces afirmaciones similares a las de ellos [religiones greco-romanas] y, en su lugar, [debes] decir que este Jesús nació hombre de hombres. … Te esfuerzas por demostrar algo increíble y casi imposible; [concretamente], que Dios soportó nacer y convertirse en hombre (Justino, Dial 67-68, en The Ante-nicene Fathers [Los padres prenicenos], 1.231–232). Podría ser difícil de creer, pero Dios se hizo hombre; él se unió a nuestro dolor, a nuestro sufrimiento y a nuestra muerte con el fin de vencer a la muerte por todos nosotros. Como lo deja claro el libro de Hebreos, él experimentó nuestras limitaciones y tentaciones con el fin de convertirse en nuestro perfecto y eterno Sumo Sacerdote y con el fin de ofrecer un perfecto y último sacrificio por el pecado. ¿Podría Dios haberlo hecho de una manera diferente, menos dolorosa y menos vergonzosa? Quizás, pero no lo hizo. En tercer lugar, ¿por qué el nacimiento humilde? ¿Por qué nacer en pobreza, en oscuridad y en debilidad? Estamos tan familiarizados con la historia de Navidad que fallamos con ver cuán contradictorio es todo esto. Al salvar al mundo, Dios parece haber tomado la ruta más difícil que se puede imaginar. Así como la tentación de Satanás de darle a Jesús instantáneamente la soberanía del mundo sin sufrir la cruz, así también podrían haber existido un par de maneras más fáciles y más rápidas para hacer esto. Sin embargo, como Pablo nota, la «locura» de Dios es más grande que la sabiduría del hombre (1Co 1:25).

Confía en Dios para que sea Dios

Mientras reflexionas sobre tu vida, tus luchas, tus desilusiones, tus victorias, tu fe y tu esperanza durante este tiempo de Navidad, recuerda que Dios es Dios y nosotros no lo somos. La muerte de Jesús en la cruz fue al mismo tiempo locura para los sabios del mundo, para quienes estaban condenados y demostración de poder y sabiduría de Dios para aquellos que creen. Él no siempre hace las cosas de la manera que esperamos o deseamos que lo haga, sino que cuando se trata de Dios, ¿no deberíamos saber que, a esta altura, debemos esperar lo inesperado? La fe en Dios ciertamente no nos da seguridad (en el sentido de vivir en una burbuja mágica en la que nada malo podría pasar y se nos garantice éxito en cada circunstancia), pero sí nos asegura increíblemente. Por tanto, porque él es fiel y bueno, podemos confiar y adorar sin siempre entender completamente. El cristianismo no comenzó, sobrevivió ni se expandió primordialmente a través de la argumentación intelectual, sino que por medio de una demostración del Espíritu, que es el verdadero poder de la Navidad.
Alexander Stewart © 2018 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda
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Lo que realmente sucedió en la primera Navidad
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Lo que realmente sucedió en la primera Navidad

El testimonio de un testigo ocular

Para poder apreciar el significado de la llegada del Mesías y así entender el verdadero significado de la Navidad, necesitamos viajar a través del tiempo, hacia la primera Navidad, antes de que este acontecimiento llevará este nombre. No podemos ofrecerte una máquina del tiempo, pero podemos apuntarte a los primeros testimonios escritos de la primera Navidad: los evangelios de Mateo y Lucas. Estos autores de los evangelios escribieron sus relatos basándose en el testimonio ocular de otros; ni Mateo ni Lucas estuvieron presentes en esa crucial noche en Belén. Lucas incluso alerta explícitamente a sus lectores de que usa el testimonio de testigos oculares en su prefacio. El relato de Lucas es el de un cuidadoso historiador motivado por el deseo de presentar una narrativa precisa de los eventos que rodearon el nacimiento, la vida, la muerte y la resurrección de Jesús con el fin de fortalecer la fe de sus lectores. Mateo no hace referencia específica de sus fuentes, pero su evangelio probablemente habría estado en circulación entre finales de los años 50 y principios de los 60, lo suficientemente temprano como para que los testigos oculares aún estuvieran vivos para proporcionar material oral y confirmar lo publicado en su evangelio. El hecho de que Mateo y Lucas no estuvieron personalmente presentes para observar los eventos que registraron no minimiza el valor de su testimonio. Sus evangelios revelan una preocupación por presentar información cuidadosa y precisa. Se detecta una ausencia total de historias fantasiosas y exageradas que fueron inventadas sobre Jesús por varios autores en el segundo siglo. Los evangelios se asemejan al antiguo género de biografía, no de ficción. Aunque no podemos saber con certeza qué testigos oculares contaron sus relatos, entre los candidatos más probables se encuentran María, la madre de Jesús, así también como sus medios hermanos, Santiago y Judas, ambos líderes de la iglesia primitiva, quienes sin duda conocían las historias sobre el nacimiento de Jesús. Podemos suponer con seguridad que José había muerto cuando Jesús comenzó su ministerio público, porque ninguno de los evangelios lo menciona, pero José debió haber compartido su relato con otros sobre las palabras del ángel, ya sea a María, a sus hijos, a Jesús o a otros amigos y parientes cercanos.

Un relato realista

Los relatos evangélicos del Nuevo Testamento sobre el nacimiento de Jesús, los llamados relatos de la infancia, brindan una perspectiva diferente de la mayoría de las presentaciones populares modernas. Son mucho más ricos y profundos que lo que puede comunicar una representación navideña para niños, una escena del pesebre sobre una chimenea o una tarjeta de Navidad. El bebé no habría tenido un halo y a pesar de la famosa frase de «Away in a Manger» [Allí en el pesebre]: «pero el pequeño Señor Jesús no llora», es casi seguro que habría llorado. Tal vez el aspecto más difícil de apreciar para los lectores modernos sobre la venida de Jesús es el contexto judío, particularmente su conexión con el Antiguo Testamento. Aun cuando los relatos de la infancia son más significativos que las versiones culturales contemporáneas, carecen de muchos de los detalles que han sido añadidos a lo largo de los siglos. Por ejemplo, no nos cuentan sobre la naturaleza del establo (cueva, al aire libre, madera, etc.); si había siquiera un establo; si había animales cerca o la cantidad de hombres sabios (si es eso lo que eran; ¿o eran astrólogos?). Los hombres sabios casi de seguro no llegaron la noche del nacimiento de Jesús, como muestra la mayoría de las escenas del pesebre producidas en masa, y la estrella no habría estado suspendida justo sobre el techo.

Separando la realidad de la ficción

Una lectura cuidadosa de los relatos de la infancia del Nuevo Testamento en su contexto histórico te ayudará a separar la realidad de la ficción y a despejar la maleza para que puedas encontrar verdaderamente al Cristo de la Navidad y ser cambiado por Él. El judaísmo palestino del primero siglo se caracterizaba por un intenso anhelo y expectativa de que Dios liberara a su pueblo a la luz de las promesas del Antiguo Testamento. Los evangelios dan testimonio de esta expectativa, pero no son los únicos. El anhelo desesperado de un pueblo oprimido encuentra expresión en muchos otros textos de ese mismo periodo. Las expectativas mesiánicas del judaísmo del segundo templo eran tanto diversas como dominantes. Estos textos son significativos porque dan testimonio de las expectativas activas de que Dios actuaría por medio de sus agentes para cumplir sus promesas en la época del nacimiento de Jesús. Los relatos evangélicos de la infancia dan testimonio de esta misma expectativa y proclaman audazmente que Jesús era el cumplimiento de todas estas esperanzas y sueños.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
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Escandalosa Navidad
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Escandalosa Navidad

Dios no siempre hace las cosas a nuestra manera

Dios no siempre hace las cosas de la manera que pensamos que debería hacerlo ni actúa como esperamos. Él no siempre actúa de acuerdo con la sabiduría humana (Pablo desarrolló este punto en 1 Corintios 1:18-25, 27-29). En ningún otro lugar queda esto más claro que en las narraciones de la infancia en Mateo 1-2 y en Lucas 1-2. El nacimiento de Jesús cumplió las promesas de Dios de una manera que superó las expectativas contemporáneas. Nuestra familiaridad con la historia de Navidad hace que, sin darnos cuenta, pasemos por alto la maravilla inesperada, el impacto, la novedad y el escándalo que acompañaron a estos eventos.

El escándalo de la concepción virginal

Mateo nos ofrece la perspectiva de José sobre el inesperado embarazo de María. Al parecer, José supuso algún tipo de infidelidad, una presunción que hubiera sido compartida por otros. José se habría divorciado de ella si no hubiera sido instruido por un ángel en un sueño sobre la verdadera naturaleza del embarazo de María. Para el final del segundo siglo, más de un siglo después de que se escribieran los evangelios de Mateo y Lucas, Celso, un judío que se oponía al cristianismo, acusó a Jesús de inventar su nacimiento virginal y argumentó que la madre de Jesús fue expulsada por su marido por dar a luz a un hijo ilegítimo[1]. Este relato del nacimiento de Jesús se estableció como la contrahistoria judía a los relatos que encontramos en Mateo y Lucas. No hay indicios de que este relato esté basado en fuentes del primer siglo y parece haber sido inventada en respuesta a los relatos del evangelio para disuadir a los judíos de creer en Jesús. Esto eleva la pregunta: ¿por qué una concepción virginal? ¿Por qué Dios no envió a Jesús de una manera menos abierta a ser malinterpretada y escandalosa? Celso fue uno de los primeros (hasta donde sabemos) de los muchos escépticos que ridiculizaron la concepción virginal de Jesús. Muchos críticos modernos rechazan el nacimiento virginal sobre la base de su carácter milagroso. Sin embargo, la realidad es que así fue como Dios decidió salvar al mundo a través de su Hijo Jesús, completamente Dios y completamente hombre.

El escándalo de la encarnación

Hablamos tan comúnmente de Jesús como Dios que olvidamos cuán monumental fue esta idea. Gabriel le anunció a Zacarías que Juan prepararía el camino para que el Señor, Yahweh, el Dios de Israel viniera a su pueblo (Lc 1:16-17). Cuando Yahweh vino, vino como Jesús. Dios se hizo hombre para ser Emmanuel, Dios con nosotros. (Mt 1:23). Trifón, el judío, según lo registró Justino Mártir a mediados del segundo siglo, acusó a los cristianos de ser influenciados por la religión grecorromana:
Vergüenza les debería dar a ustedes decir las mismas cosas que ellos, y más valdría afirmar que ese Jesús ha nacido hombre de entre los hombres[2].
Generalmente se asume que Justino creó este diálogo y que Trifón fue un personaje ficticio, pero algunas de las objeciones expresadas por Trifón probablemente representan ataques judíos legítimos tempranos en contra del cristianismo. Trifón argumentó también:
Es que intentas demostrar algo increíble y poco menos que imposible, a saber, que Dios toleró ser engendrado y hacerse hombre[3].
Es increíble y maravilloso, pero no es imposible: «Porque ninguna cosa será imposible para Dios» (Lc 1:37). Dios nació como un bebé, creció como un ser humano y caminó por esta tierra como un hombre. Esta es tal vez una de las respuestas más grandes al problema de la maldad. Dios no se mantuvo al margen y distante. Él entró en nuestro mundo de dolor, fragilidad, vulnerabilidad, sufrimiento y muerte. Él caminó a nuestro lado en todos los sentidos y soportó la furia completa del mal, la opresión e injusticia. Cuando sufrimos y cuando tenemos que ver sufrir a quienes amamos, lo hacemos sabiendo que Dios sufrió a nuestro lado y en nuestro lugar para rescatarnos del sufrimiento y para proveer un hogar eterno sin lágrimas ni muerte ni lamento, llanto o dolor (Ap 21:4).

El escándalo del nacimiento humilde

¿Cómo vendría Dios a su pueblo? Él vendría con poder, fuerza, potestad, gloria y majestad. La visión inicial de Apocalipsis describe el Jesús que esperamos (Ap 1:12-16). No obstante, cuando Jesús vino a la tierra por primera vez, sus ojos no fueron como llamas de fuego y su cara no fue como el sol brillando en su máxima potencia. A pesar de las muchas tarjetas navideñas, Él no brilló en los brazos de María ni tuvo en el establo un halo de luz brillante sobre su cabeza. Él vino en debilidad y vulnerabilidad. Un bebé completamente dependiente de su madre para sobrevivir. Jesús no solo vino a rescatar a su pueblo como un bebé vulnerable, sino que el escenario de su nacimiento difícilmente reflejaba su poder. El Creador del universo exhaló su primer aliento excluido de una morada humana normal (no había lugar) y fue rápidamente acostado en un comedero para animales. Sus primeras visitas fueron pastores humildes, sucios y ceremonialmente impuros. ¿Por qué Dios visitaría a su pueblo de esta manera? ¿Por qué no hizo que los ángeles revelaran el nacimiento al liderazgo religioso judío en el templo? ¿Por qué no planificó Dios de antemano para reservar una habitación decente? Todas estas preguntas reflejan la diferencia entre nuestras expectativas y el plan de Dios. El nacimiento precario y humilde anticiparon la completa humillación y vergüenza de la cruz. ¿Qué podemos deducir de todo esto? Dios siempre cumple sus promesas, incluso si en ocasiones no sucede de la manera que esperábamos o en el momento que nos parece adecuado. Dios es fiel, pero no es un títere colgado de hilos o un representante de atención al cliente al que se le ha encomendado la responsabilidad de siempre mantener feliz al cliente. A veces le damos a las personas falsas expectativas acerca de lo que Dios ha prometido hacer. Él no ha prometido una salud perfecta ni una familia perfecta ni riqueza para esta era. Para eso debemos continuar anhelando el regreso de Cristo y el nuevo cielo y la nueva tierra. «Ven, Señor Jesús» (Ap 22:20).
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.

[1] Orígenes, Against Celsus [Contra Celso] 1.28, en The Ante-Nicene Fathers [Los padres prenicenos] (ed. Alexander Roberts y James Donaldson; 10 vols.; Grand Rapids, Mich.: Eerdmans, 1951), 4.408. Traducción propia.
[2]Justino, Diál. 67, en The Ante-Nicene Fathers [Los padres prenicenos] (ed. Alexander Roberts y James Donaldson; 10 vols.; Grand Rapids, Mich.: Eerdmans, 1950), 1.231. Traducción propia. [3]Justino, Diál. 68, en The Ante-Nicene Fathers [Los padres preniicenos], 1. 232. Traducción propia.