Además, considero que tengo la obligación de refrescarles la memoria mientras viva en esta habitación pasajera que es mi cuerpo; porque sé que dentro de poco tendré que abandonarlo, según me lo ha manifestado nuestro Señor Jesucristo. (2 Pedro 1:13-14)
Hace un tiempo salió un comercial, en la televisión, de un fondo de pensiones para la vejez cuyo eslogan era “despreocupado”. Presentaban la jubilación como la última etapa de la vida donde solo se debe disfrutar, olvidarse de preocupaciones y hacer todo aquello que siempre quisiste.
Sin embargo, la última etapa de la vida de Pedro es algo muy diferente.
En nuestro devocional anterior vimos cuál es la perspectiva de Dios acerca de la muerte. Ésta no es más que un cambio de casa, desde una carpa desgastada, a una casa eterna en los cielos junto a nuestro Dios. Pero entender esta realidad no solo nos da paz para enfrentar la muerte, sino que afecta totalmente las prioridades de nuestra vida ahora.
Pedro nos muestra claramente esto. Estaba consciente de su importante responsabilidad de guiar a sus hermanos espiritualmente y aun frente a la cercanía de su muerte no abandona esta misión.
Él sabe que no hay nada más valioso y útil que invertir tiempo enseñando y recordando las verdades de Dios. Es la forma en la que realmente puede demostrarles que los ama y dejar una huella permanente en sus vidas. Es impactante cómo la mirada de Pedro está puesta realmente en el otro. No en satisfacer sus últimos deseos, no en hacer lo que siempre quiso, sino en ayudar a sus oyentes a recordar lo que Dios les ha dicho.
Nuestra perspectiva de la vida afecta profundamente nuestras prioridades en ella. Si crees que la muerte es el final de todo, entonces es comprensible que te sientas con la ansiedad de aprovechar hasta el último momento en “disfrutar” tu vida. Pero si creemos lo que Dios nos ha dicho, no hay necesidad de que estemos ansiosos, pues este es solo el comienzo de una vida eterna con Dios y tus hermanos en la fe. Entonces es absolutamente sensato que dispongamos hasta los últimos momentos para servir y animar espiritualmente a todo el que podamos.
Además esto desafía profundamente la manera de ocupar nuestro tiempo hoy. ¿Por qué debemos estar al borde de la muerte para darnos cuenta de lo que es realmente importante?
No hay una forma más valiosa de ocupar el tiempo, que ser usados por Dios para afectar la vida de los que nos rodean. Si quieres pasar tiempo de calidad junto a tus seres queridos, no hay nada mejor que hacerlo orando y recordándoles, por medio de la Palabra, cuánto Dios les ama y cómo es la vida que quiere para ellos.
Hace unos años Dios me dio una dolorosa lección al respecto. Me pidieron que fuera a orar y conversar con un joven que estaba hospitalizado. Cuando llegué fue una situación muy incómoda, pues al parecer él no sabía de mi visita y se mostró muy reticente a orar y a conversar. Luego de un par de días, me dijeron que él estaba dispuesto a que yo fuera otra vez a visitarlo. En vez de hacerlo de inmediato, me tomó tres días encontrar un espacio, entre las actividades cotidianas y mis inseguridades como consecuencia del primer incómodo encuentro. Cuando me decidí a hacerlo, iba en camino al hospital cuando recibí un llamado que no olvidaré. El joven había muerto. Este fue un duro golpe a mi inseguridad y mi forma de ocupar el tiempo. Dios usó esta triste situación para ayudarme a entender cuáles son sus prioridades.
No sabemos cuánto tiempo tienen las personas que nos rodean y no sabemos cuánto tiempo tenemos nosotros mismos; es por eso que debemos invertir nuestro tiempo en lo único que tendrá frutos eternos. Pedro lo sabía bien; es por eso que no duda en hacerlo aun teniendo certeza de la cercanía de su muerte.
Debemos entender, de forma urgente, que ya sea nos quedara 1 semana, como 50 años de vida, no tenemos una responsabilidad más importarte y útil que amar y servir espiritualmente a los que nos rodean.
Oremos para que el Espíritu Santo nos ayude, hasta el último día de nuestras vidas, a no estar nunca “despreocupados”.