«Creo que las esposas deben someterse a sus esposos, como tú también. ¿Te das cuenta? Somos iguales».
Sin embargo, mi vecina estaba equivocada.
Por otro lado, su argumento es bastante común. En este tiempo viviendo en el extranjero, a menudo escuchamos que las personas llegan a la misma conclusión cuando comparan los valores tradicionales conservadores de las religiones del mundo. «¿Te das cuenta? Somos iguales».
Al comenzar nuestra vida en Dubái fui confrontada con esta pregunta: «¿cómo puedo ayudar a mi vecina a ver que la esperanza que yo tengo es diferente a la que ella tiene si mi sometimiento a mi esposo le parece ser “igual al de ella”?».
En vez de estar de acuerdo con que todas nuestras virtudes y valores conservadores son señales en diferentes calles que suben a la misma montaña, veo una oportunidad para defender mi fe con delicadeza y respeto.
La Biblia define el sometimiento de una esposa a su marido de tal forma que describe su motivación, su manera y su propósito para hacerlo como algo particular y únicamente cristiano. Además, me gozo y amo compartir el plan cósmico de Cristo para que Él sea exaltado como cabeza sobre todas las cosas; es maravilloso ver cómo esto moldea la forma en que yo veo la sumisión a mi esposo.
La sumisión de una esposa en la visión panorámica de la Escritura
La muerte sustitutoria de Jesucristo, su resurrección de entre los muertos y su posterior exaltación sobre todo nombre cambian la forma en que vemos los roles dentro del matrimonio porque, en realidad, lo cambia todo. Ni las esposas ni los esposos pueden entender sus respectivos llamados al sometimiento y el liderazgo que encontramos en Efesios 5:21-24 sin primero someterse al Cristo que gobierna el cosmos de Efesios 1:9-10 y 1:20-23.
Andreas J. Köstenberger lo explicó de la siguiente manera:
En la medida en que un matrimonio se vea a sí mismo como parte del movimiento escatológico global que va a «reunir todas las cosas en Cristo» (Efesios 1:10), experimentará satisfacción y compartirá la perspectiva del matrimonio que Pablo presenta en el pasaje que estamos analizando (Efesios 5:28-32).
Cuando considero la sumisión como algo inferior a una participación sincera en el plan de Jesús de ser cabeza de todas las cosas, mi visión de la sumisión está distorsionada. En esta visión distorsionada, glorificar a mi marido sobre todas las cosas se convierte en mi objetivo —y es algo que no puedo cumplir—. La motivación y el propósito de mi sumisión, cuando se aplica de esta forma equivocada, se centran en el esposo. Entonces, mi actitud reticente y mi amargado respeto hipócrita al liderazgo de mi esposo demuestran cuán rápido desvío mi mirada de los propósitos de Cristo en el mundo y en mi hogar.
La sumisión correcta
Los argumentos a favor de la sumisión basados en el pragmatismo y la tradición se quedan cortos a la hora llevarme a depender de la gracia futura y no consiguen en infundir gozo en su aplicación. He visto cómo mi corazón se llena de esperanza y asombro al meditar en la teología panorámica de los planes cósmicos de Dios e incluso se hace tangible para mí.
La forma en la que veo mi vida en casa ha cambiado al considerar la sumisión a mi esposo como parte del gran plan de Dios. Debido a que ninguna autoridad en la tierra está por sobre la autoridad de Jesús, la sumisión no significa que siempre debo seguir cada decisión que mi marido toma. Es más, la autoridad de un esposo se limita a aquellas áreas que agradan a Cristo (es decir, la esposa no está llamada a seguir a su marido cuando signifique hacer algo pecaminoso o a simplemente aguantar sus comportamientos pecaminosos).
He sido bendecida con un esposo piadoso, pero aún hay instancias en las que siento que someterme a él es difícil. En esos momentos, recuerdo que mi sumisión a él debe ser como a Jesús (como la sumisión de la iglesia). El liderazgo y gobierno de Jesús sobre mí es desinteresado y con forma de cruz, por lo que puedo confiar en el Señor en esos momentos y exaltar a Jesús sometiéndome al liderazgo de mi esposo que honra a Cristo.
¡Qué hermosa gracia le ha dado Dios a las esposas de participar en su plan de reconciliar todas las cosas en Él! (1Co 15:28). Meditar en el gobierno de Jesús sobre el cosmos también le da importancia a mi testimonio sobre el máximo valor de Jesucristo tanto a nivel terrenal en mi hogar como a nivel cósmico. Por gracia y por medio de la fe, mi sumisión es un intento de exaltar a Cristo mientras nuestros hijos y vecinos observan y (si Dios quiere) notan una diferencia.
La motivación, la manera y el propósito claramente cristianos de la sumisión de una esposa
Mientras una esposa cristiana se deleita en el Señor y se somete a su marido por fe, ella puede descansar al saber que es Dios mismo quien está obrando en ella, tanto para anhelar su buena voluntad como para trabajar por ella. La buena voluntad de Dios de exaltar a Jesús sobre todo nombre inunda nuestros corazones cuando lo hacemos nuestro tesoro. Nos regocijamos en la misericordia de Dios para los esposos y las esposas pecadores, ya que «todo lo sometió bajo sus pies, y a Él lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que lo llena todo en todo» (Ef 1:22-23).
Mientras que muchas culturas alrededor del mundo basan sus creencias en la sumisión de la esposa a su marido en sus propias tradiciones sociales, desigualdad de género, pragmatismo y religión, las declaraciones del cristianismo ponen nuestra perspectiva en un punto diferente. A medida que leemos la Palabra de Dios, la motivación, la manera y el propósito de la sumisión de la esposa a su marido son claramente cristianos. La sumisión cristiana está cimentada en la premisa escatológica de la supremacía de Cristo sobre toda la creación. Cristo está reordenando el cosmos y esto incluye restaurar el diseño original que Dios le dio al matrimonio antes de la caída.
La manera en que se lleva a cabo esta sumisión es exclusivamente por gracia a través de la fe a medida que una esposa cristiana es guiada y fortalecida por el Espíritu Santo. El propósito de la sumisión de una esposa a su marido siempre es exaltar a Cristo, la Cabeza, que está «muy por encima de todo principado, autoridad, poder, dominio y de todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo sino también en el venidero» (Ef 1:21).
Jesús sostiene y mantiene el universo por medio de su palabra y su poder. Todo lo creado existe en Él, para Él y por medio de Él. Con Jesús como nuestra piedra angular (Ef 2:20), somos llamados a salir del mundo para ser parte de la familia de Dios en Cristo por el Espíritu. Por gracia somos injertados «en Cristo» y llamados a someter nuestras vidas a su Reino que está sobre todas las cosas. Toda la vida se convierte en un sacrificio de alabanza a Jesús y su gloriosa gracia por toda la eternidad, incluyendo la sumisión de una esposa a su propio marido.