Conocí a mi futura suegra cuando apenas tenía 17 años. Barb era cálida y acogedora, e instantáneamente me cayó bien. Al yo ser una cristiana nueva, Barb fue una mentora y alguien a quien admiraba.
Sin embargo, cuando me comprometí con su hijo, surgió la tensión. Ben y yo teníamos ofertas únicas en diferentes estados, con una beca que era atractiva. Barb sugirió que esperáramos otro año para aprovechar las oportunidades. Pero Ben y yo no podíamos soportar estar separados por otro año y estábamos dispuestos a renunciar a los beneficios económicos para estar juntos. Fue la primera vez que me di cuenta de que Barb y yo no siempre veríamos las cosas de la misma manera.
Cuando ella y mi suegro anunciaron que se iban a ir a vivir a Sudáfrica justo después de nuestra boda, nos emocionamos por ellos. Estaban siguiendo el llamado del Señor en su vida. No pensé mucho cómo la distancia afectaría nuestra incipiente relación. Todos somos cristianos, así que todo debería estar bien, ¿cierto? Estaba tan ocupada comenzando mi naciente matrimonio y carrera que construir una relación con mi suegra que vivía en el extranjero no era prioridad en mi lista.
En retrospectiva, me hubiera gustado haber pasado más tiempo intencional cultivando esa nueva relación (por muy difícil que haya sido antes de la era de los celulares y las videollamadas). La distancia entre nosotras creó un abismo que nos dejó a ambas en las afueras de la vida de la otra, especialmente las graduaciones, las mudanzas y un nuevo embarazo.
Nuestra primera visita juntos después de la mudanza de mis suegros al extranjero reveló que la relación podría no congeniar tan naturalmente como lo había supuesto. Las conversaciones eran superficiales, donde no se compartían asuntos profundos del corazón Las expectativas de las vacaciones y las visitas familiares se sentían pesadas. ¿Cuántos malentendidos se podrían haber evitado si hubiera dedicado más tiempo a conocer realmente a Barb?
Un amor notoriamente desafiante
La relación entre suegra y nuera es notoriamente difícil. Desde las comedias televisivas pasando por las bromas sobre suegras hasta las quejas de Rebeca a Isaac por su nuera hitita (Gn 27:6), sistemáticamente vemos conflicto, riña y división.
La ironía aquí, por supuesto, es que ambas mujeres aman al mismo hombre. El hijo de una se ha convertido en el esposo de otra. Ahora dos mujeres tienen un interés personal en cómo este hombre pasa su tiempo y gasta su dinero, donde vive y cómo cría a sus hijos. ¿Continuará con aquello que su madre le impartió tan amorosamente? ¿O escogerá forjar un nuevo camino con la esposa de su juventud?
La relación matrimonial nos une en una nueva familia, nos guste o no. Quizás te encanta la suegra que Dios te ha dado. Conectan fácilmente y han formado una amistad. O tal vez la relación con tu suegra es la más difícil que tienes. Ha habido un patrón de dolor y ofensas que parece imposible reparar.
¿Hay esperanza para una relación que ha pasado por tantas cosas?
Mujeres escogidas la una para la otra
Tu suegra podría estar lejos de la persona ideal que imaginaste, pero es la mamá del hombre que amas y escogiste por sobre otros. Ella fue elegida por Dios para ser tu suegra. Los lazos que las unen probablemente son las relaciones terrenales más fuertes que tendrán: matrimonio, hijos y nietos.
Algunas podrían leer lo que acabo de decir hasta ahora y aún preguntarse si una relación con su suegra es incluso necesaria. ¿Podría ser suficiente sólo conversar «sobre» el hombre en el medio y sólo vernos en las festividades? Después de todo, tienes tu propia familia ahora y estás ocupada criando hijos y creando nuevas tradiciones. Pero esa relación con tu suegra es más importante de lo que podrías pensar. Y puede dar paso a frutos sorprendentes a medida que buscamos honrar a Dios mientras avanzamos, y no huimos, hacia nuestra suegra.
A continuación, cinco razones por las que vale la pena el esfuerzo de invertir (a veces mucho) en una relación con tu suegra.
1. Ámala para amar a tu esposo
Las nueras pueden crear una tensión innecesaria en sus propios matrimonios al quejarse o al criticar a su suegra con sus esposos.
No me refiero a que nunca exista una razón válida para conversar sobre alguna preocupación con tu esposo, pero ¿qué tono usas? ¿Es uno de respeto y bondad? Después de todo, ella es la que dio a luz a tu esposo, quien lo alimentó, quien lo crio, quien lo llevó a la escuela y a un sinfín de prácticas, y quizás ha orado por él más que cualquier otra persona en el mundo. Incluso si tu esposo y su mamá no tienen una gran relación, ella aún merece honor como la mujer que Dios puso en su vida y ahora en la tuya.
Hablar bien de tu suegra promoverá la armonía en la familia en lugar de crear división al forzar a tu esposo a escoger bandos. Pasar tiempo con ella muestra que valoras el lugar que ella tiene en tu vida familiar. En efecto, les mostramos amor a nuestros esposos y fortalecemos nuestros propios matrimonios cuando invertimos gozosamente en una relación con nuestra suegra.
2. Ámala para experimentar y expresar el costoso amor de Cristo
Como pecadoras egoístas por naturaleza, estamos destinadas a tener conflicto con nuestras suegras. Ambas tenemos nuestros planes ideales para las vacaciones, para las festividades, para educar a los hijos (o nietos). A menudo, esto provoca tensiones en la relación. Tal vez la relación ha sido tensa desde el día uno. Quizás incluso tu esposo tiene una relación tensa con su mamá.
No importa la causa, por el poder del Espíritu que habita en nosotras, podemos mostrar amor y gracia aún en los peores momentos. Cuando nos lastiman, podemos escoger retener nuestra lengua en lugar de decir un comentario mordaz en respuesta (Sal 141:3). Nos parecemos a nuestro misericordioso Salvador, quien libremente, nos ofreció perdón y aceptación en la cruz. ¡Cuando éramos sus enemigas, Cristo murió por nosotras! Por su gracia, podemos acercarnos a nuestra difícil suegra en amor, perdonando libremente las heridas infligidas, sin amargura. Y podemos pedirle a Dios que escudriñe en nuestros corazones cualquier pecado que puede aumentar la tensión (Sal 139:23).
3. Ámala para obedecer a Dios
En Éxodo 20:12, el quinto mandamiento, Dios nos dice que honremos a nuestra madre y a nuestro padre. Aun cuando tu suegra no es tu propia madre, sigue siendo la madre de tu esposo. Y puesto que nos convertimos en uno con nuestro esposo en el matrimonio, ella debe ser honrada como si fuera nuestra propia madre.
Como seguidoras de Cristo, no sólo debemos honrar a nuestros padres, sino que también a todas las personas (1P 2:17), porque todos a los que conocemos fueron hechos a la imagen de Dios. No se nos da una «salida» si nuestra suegra es áspera o nuestras personalidades chocan. Al contrario, tenemos que depender de la gracia todosuficiente de Dios para amar y honrar a la madre de nuestro amado esposo (2Co 12:9). Esto agrada realmente al Señor.
4. Ámala para encontrar un gozo, una paz y una amistad inesperados
Al buscar intencionalmente honrar a nuestra suegra, buscando maneras de amarla bien, podemos confiar en que Dios nos dará gozo y paz.
A medida que buscamos ser pacificadores, buscamos maneras de honrar sus preferencias (quizás sea un llamado telefónico para ponerse al día en vez de mensajes de texto o hacer espacio en la agenda para una cena familiar). A medida que recibimos cálidamente a esta nueva madre en nuestras vidas, Dios será fiel en darnos la gracia que necesitamos para navegar las aguas turbulentas de las relaciones familiares. Él será glorificado a medida que descansamos en Él para seguir amando y buscando a nuestra suegra.
Y puede que te sorprenda que en el proceso de construir la relación, ¡ganes una nueva amiga!
5. Ámala para ser más como Jesús
Mientras buscamos conocer y amar a nuestra suegra, no importa cuán incómodas hayan sido las circunstancias familiares, Dios nos moldeará y conformará a la imagen de Cristo.
Dios nos dará paciencia cuando estamos al límite de nuestras fuerzas. Él nos dará gracia para perdonar el comentario hiriente. Podemos confiar en que Dios está usando los conflictos con nuestras suegras como una manera de probar nuestra fe, producir perseverancia y hacernos madurar como la mujer que Él dispuso que fuéramos (Stg 1:2-4). Él hará posible que nuestro yo imperfecto dependa de un Dios perfecto, a fin de que nos dé la gracia para seguir acercándonos a nuestra suegra, en lugar de alejarnos de ella.
Veintidós años después de que dije: «sí, quiero», Dios me ha mostrado su gracia para redimir años que podrían haber sido más fructíferos en mi relación con Barb. Aun cuando Barb y yo estamos lejos de haber hecho todo «correctamente», estoy agradecida de que perseveramos en los momentos difíciles para llegar a un lugar donde tenemos un amor y un aprecio más grandes la una por la otra. Ella me ha acompañado en numerosas mudanzas, nacimientos de bebés y conflictos en la iglesia. Su oído atento y apoyo tangible han sido un regalo.
Estoy agradecida de no sólo llamar «mi suegra» a Barb, sino que también «querida amiga».