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Lo que realmente sucedió en la primera Navidad
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Lo que realmente sucedió en la primera Navidad

El testimonio de un testigo ocular

Para poder apreciar el significado de la llegada del Mesías y así entender el verdadero significado de la Navidad, necesitamos viajar a través del tiempo, hacia la primera Navidad, antes de que este acontecimiento llevará este nombre. No podemos ofrecerte una máquina del tiempo, pero podemos apuntarte a los primeros testimonios escritos de la primera Navidad: los evangelios de Mateo y Lucas. Estos autores de los evangelios escribieron sus relatos basándose en el testimonio ocular de otros; ni Mateo ni Lucas estuvieron presentes en esa crucial noche en Belén. Lucas incluso alerta explícitamente a sus lectores de que usa el testimonio de testigos oculares en su prefacio. El relato de Lucas es el de un cuidadoso historiador motivado por el deseo de presentar una narrativa precisa de los eventos que rodearon el nacimiento, la vida, la muerte y la resurrección de Jesús con el fin de fortalecer la fe de sus lectores. Mateo no hace referencia específica de sus fuentes, pero su evangelio probablemente habría estado en circulación entre finales de los años 50 y principios de los 60, lo suficientemente temprano como para que los testigos oculares aún estuvieran vivos para proporcionar material oral y confirmar lo publicado en su evangelio. El hecho de que Mateo y Lucas no estuvieron personalmente presentes para observar los eventos que registraron no minimiza el valor de su testimonio. Sus evangelios revelan una preocupación por presentar información cuidadosa y precisa. Se detecta una ausencia total de historias fantasiosas y exageradas que fueron inventadas sobre Jesús por varios autores en el segundo siglo. Los evangelios se asemejan al antiguo género de biografía, no de ficción. Aunque no podemos saber con certeza qué testigos oculares contaron sus relatos, entre los candidatos más probables se encuentran María, la madre de Jesús, así también como sus medios hermanos, Santiago y Judas, ambos líderes de la iglesia primitiva, quienes sin duda conocían las historias sobre el nacimiento de Jesús. Podemos suponer con seguridad que José había muerto cuando Jesús comenzó su ministerio público, porque ninguno de los evangelios lo menciona, pero José debió haber compartido su relato con otros sobre las palabras del ángel, ya sea a María, a sus hijos, a Jesús o a otros amigos y parientes cercanos.

Un relato realista

Los relatos evangélicos del Nuevo Testamento sobre el nacimiento de Jesús, los llamados relatos de la infancia, brindan una perspectiva diferente de la mayoría de las presentaciones populares modernas. Son mucho más ricos y profundos que lo que puede comunicar una representación navideña para niños, una escena del pesebre sobre una chimenea o una tarjeta de Navidad. El bebé no habría tenido un halo y a pesar de la famosa frase de «Away in a Manger» [Allí en el pesebre]: «pero el pequeño Señor Jesús no llora», es casi seguro que habría llorado. Tal vez el aspecto más difícil de apreciar para los lectores modernos sobre la venida de Jesús es el contexto judío, particularmente su conexión con el Antiguo Testamento. Aun cuando los relatos de la infancia son más significativos que las versiones culturales contemporáneas, carecen de muchos de los detalles que han sido añadidos a lo largo de los siglos. Por ejemplo, no nos cuentan sobre la naturaleza del establo (cueva, al aire libre, madera, etc.); si había siquiera un establo; si había animales cerca o la cantidad de hombres sabios (si es eso lo que eran; ¿o eran astrólogos?). Los hombres sabios casi de seguro no llegaron la noche del nacimiento de Jesús, como muestra la mayoría de las escenas del pesebre producidas en masa, y la estrella no habría estado suspendida justo sobre el techo.

Separando la realidad de la ficción

Una lectura cuidadosa de los relatos de la infancia del Nuevo Testamento en su contexto histórico te ayudará a separar la realidad de la ficción y a despejar la maleza para que puedas encontrar verdaderamente al Cristo de la Navidad y ser cambiado por Él. El judaísmo palestino del primero siglo se caracterizaba por un intenso anhelo y expectativa de que Dios liberara a su pueblo a la luz de las promesas del Antiguo Testamento. Los evangelios dan testimonio de esta expectativa, pero no son los únicos. El anhelo desesperado de un pueblo oprimido encuentra expresión en muchos otros textos de ese mismo periodo. Las expectativas mesiánicas del judaísmo del segundo templo eran tanto diversas como dominantes. Estos textos son significativos porque dan testimonio de las expectativas activas de que Dios actuaría por medio de sus agentes para cumplir sus promesas en la época del nacimiento de Jesús. Los relatos evangélicos de la infancia dan testimonio de esta misma expectativa y proclaman audazmente que Jesús era el cumplimiento de todas estas esperanzas y sueños.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
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Escandalosa Navidad
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Escandalosa Navidad

Dios no siempre hace las cosas a nuestra manera

Dios no siempre hace las cosas de la manera que pensamos que debería hacerlo ni actúa como esperamos. Él no siempre actúa de acuerdo con la sabiduría humana (Pablo desarrolló este punto en 1 Corintios 1:18-25, 27-29). En ningún otro lugar queda esto más claro que en las narraciones de la infancia en Mateo 1-2 y en Lucas 1-2. El nacimiento de Jesús cumplió las promesas de Dios de una manera que superó las expectativas contemporáneas. Nuestra familiaridad con la historia de Navidad hace que, sin darnos cuenta, pasemos por alto la maravilla inesperada, el impacto, la novedad y el escándalo que acompañaron a estos eventos.

El escándalo de la concepción virginal

Mateo nos ofrece la perspectiva de José sobre el inesperado embarazo de María. Al parecer, José supuso algún tipo de infidelidad, una presunción que hubiera sido compartida por otros. José se habría divorciado de ella si no hubiera sido instruido por un ángel en un sueño sobre la verdadera naturaleza del embarazo de María. Para el final del segundo siglo, más de un siglo después de que se escribieran los evangelios de Mateo y Lucas, Celso, un judío que se oponía al cristianismo, acusó a Jesús de inventar su nacimiento virginal y argumentó que la madre de Jesús fue expulsada por su marido por dar a luz a un hijo ilegítimo[1]. Este relato del nacimiento de Jesús se estableció como la contrahistoria judía a los relatos que encontramos en Mateo y Lucas. No hay indicios de que este relato esté basado en fuentes del primer siglo y parece haber sido inventada en respuesta a los relatos del evangelio para disuadir a los judíos de creer en Jesús. Esto eleva la pregunta: ¿por qué una concepción virginal? ¿Por qué Dios no envió a Jesús de una manera menos abierta a ser malinterpretada y escandalosa? Celso fue uno de los primeros (hasta donde sabemos) de los muchos escépticos que ridiculizaron la concepción virginal de Jesús. Muchos críticos modernos rechazan el nacimiento virginal sobre la base de su carácter milagroso. Sin embargo, la realidad es que así fue como Dios decidió salvar al mundo a través de su Hijo Jesús, completamente Dios y completamente hombre.

El escándalo de la encarnación

Hablamos tan comúnmente de Jesús como Dios que olvidamos cuán monumental fue esta idea. Gabriel le anunció a Zacarías que Juan prepararía el camino para que el Señor, Yahweh, el Dios de Israel viniera a su pueblo (Lc 1:16-17). Cuando Yahweh vino, vino como Jesús. Dios se hizo hombre para ser Emmanuel, Dios con nosotros. (Mt 1:23). Trifón, el judío, según lo registró Justino Mártir a mediados del segundo siglo, acusó a los cristianos de ser influenciados por la religión grecorromana:
Vergüenza les debería dar a ustedes decir las mismas cosas que ellos, y más valdría afirmar que ese Jesús ha nacido hombre de entre los hombres[2].
Generalmente se asume que Justino creó este diálogo y que Trifón fue un personaje ficticio, pero algunas de las objeciones expresadas por Trifón probablemente representan ataques judíos legítimos tempranos en contra del cristianismo. Trifón argumentó también:
Es que intentas demostrar algo increíble y poco menos que imposible, a saber, que Dios toleró ser engendrado y hacerse hombre[3].
Es increíble y maravilloso, pero no es imposible: «Porque ninguna cosa será imposible para Dios» (Lc 1:37). Dios nació como un bebé, creció como un ser humano y caminó por esta tierra como un hombre. Esta es tal vez una de las respuestas más grandes al problema de la maldad. Dios no se mantuvo al margen y distante. Él entró en nuestro mundo de dolor, fragilidad, vulnerabilidad, sufrimiento y muerte. Él caminó a nuestro lado en todos los sentidos y soportó la furia completa del mal, la opresión e injusticia. Cuando sufrimos y cuando tenemos que ver sufrir a quienes amamos, lo hacemos sabiendo que Dios sufrió a nuestro lado y en nuestro lugar para rescatarnos del sufrimiento y para proveer un hogar eterno sin lágrimas ni muerte ni lamento, llanto o dolor (Ap 21:4).

El escándalo del nacimiento humilde

¿Cómo vendría Dios a su pueblo? Él vendría con poder, fuerza, potestad, gloria y majestad. La visión inicial de Apocalipsis describe el Jesús que esperamos (Ap 1:12-16). No obstante, cuando Jesús vino a la tierra por primera vez, sus ojos no fueron como llamas de fuego y su cara no fue como el sol brillando en su máxima potencia. A pesar de las muchas tarjetas navideñas, Él no brilló en los brazos de María ni tuvo en el establo un halo de luz brillante sobre su cabeza. Él vino en debilidad y vulnerabilidad. Un bebé completamente dependiente de su madre para sobrevivir. Jesús no solo vino a rescatar a su pueblo como un bebé vulnerable, sino que el escenario de su nacimiento difícilmente reflejaba su poder. El Creador del universo exhaló su primer aliento excluido de una morada humana normal (no había lugar) y fue rápidamente acostado en un comedero para animales. Sus primeras visitas fueron pastores humildes, sucios y ceremonialmente impuros. ¿Por qué Dios visitaría a su pueblo de esta manera? ¿Por qué no hizo que los ángeles revelaran el nacimiento al liderazgo religioso judío en el templo? ¿Por qué no planificó Dios de antemano para reservar una habitación decente? Todas estas preguntas reflejan la diferencia entre nuestras expectativas y el plan de Dios. El nacimiento precario y humilde anticiparon la completa humillación y vergüenza de la cruz. ¿Qué podemos deducir de todo esto? Dios siempre cumple sus promesas, incluso si en ocasiones no sucede de la manera que esperábamos o en el momento que nos parece adecuado. Dios es fiel, pero no es un títere colgado de hilos o un representante de atención al cliente al que se le ha encomendado la responsabilidad de siempre mantener feliz al cliente. A veces le damos a las personas falsas expectativas acerca de lo que Dios ha prometido hacer. Él no ha prometido una salud perfecta ni una familia perfecta ni riqueza para esta era. Para eso debemos continuar anhelando el regreso de Cristo y el nuevo cielo y la nueva tierra. «Ven, Señor Jesús» (Ap 22:20).
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.

[1] Orígenes, Against Celsus [Contra Celso] 1.28, en The Ante-Nicene Fathers [Los padres prenicenos] (ed. Alexander Roberts y James Donaldson; 10 vols.; Grand Rapids, Mich.: Eerdmans, 1951), 4.408. Traducción propia.
[2]Justino, Diál. 67, en The Ante-Nicene Fathers [Los padres prenicenos] (ed. Alexander Roberts y James Donaldson; 10 vols.; Grand Rapids, Mich.: Eerdmans, 1950), 1.231. Traducción propia. [3]Justino, Diál. 68, en The Ante-Nicene Fathers [Los padres preniicenos], 1. 232. Traducción propia.
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¿Qué enseñó Jesús sobre el divorcio y las segundas nupcias?
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¿Qué enseñó Jesús sobre el divorcio y las segundas nupcias?


Este artículo es parte de la serie ¿Qué enseñó Jesús?, publicada originalmente en Crossway.

Lo que dijo Jesús

A pesar de que la ley mosaica incluía cláusulas para regular el divorcio, el Antiguo Testamento deja en claro que el divorcio no cumple con el ideal de Dios (Mal 2:16). Entonces, no es una sorpresa que cuando se le preguntó a Jesús sobre el divorcio y las nuevas nupcias, Él llevó a sus oyentes de regreso al comienzo, recordándoles que Dios creó a la humanidad como hombres y mujeres (Gn 1:27) y estipuló que el hombre, al casarse, debía dejar a su padre y a su madre y unirse a su esposa (Gn 2:24) en una unión de una sola carne ante Dios que nadie podía romper: «Así que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe» (Mt 19:4-6; Mr 10:8-9, [énfasis del autor]). La respuesta de la audiencia de Jesús deja claro que pensaron que las estipulaciones mosaicas habían sustituido de hecho los propósitos originales de Dios en la creación. Después de todo, dado el entorno teológico del momento, en su pensamiento, ¿por qué otra razón el divorcio estaría regulado en la ley mosaica (Dt 24:1-4)? Según Jesús, sin embargo, los estatutos mosaicos no fueron interpuestos para reemplazar la intención original del Creador, sino como mero reconocimiento de la realidad de la dureza del corazón humano (Mt 19:7-8; Mr 10:5; ver Mt 5:31-32). De hecho, el matrimonio fue concebido como la unión fiel y para toda la vida entre un hombre y una mujer.

La reacción de los discípulos

Al reconocer el alto estándar establecido por Jesús, sus seguidores originales respondieron, encontrando que su visión es excesivamente restrictiva: «Si así es [...] no conviene casarse» (Mt 19:10). Jesús, haciendo caso omiso de su objeción, responde que mientras unos pocos podrían tener el don del celibato (Mt 19:11-12), la idea original de Dios para el matrimonio aún está en pie. Algunos argumentan que la respuesta de los discípulos demuestra que el estándar de Jesús debió haber sido incluso más estricta que la visión de Shamai; esta es, «divorcio a causa del adulterio»; la reacción de los discípulos demuestra que Jesús defendía la postura de «no divorciarse una vez que el matrimonio había sido consumado»[1]. Sin embargo, los argumentos anteriormente mencionados en gran parte no son concluyentes, sobre todo porque la reacción de los discípulos fue sin duda influenciada por sus contextos y sus presuposiciones. Como muchos de sus contemporáneos judíos, los seguidores de Jesús podrían haber asumido un estándar algo más indulgente —quizás incluso asumieron que el estándar de Jesús era más indulgente basándose en su trato compasivo con la mujer adúltera mencionada en Juan 7:53-8:11— y, en consecuencia, estaban reaccionando contra el pronunciamiento de Jesús que sonaba severo. Asimismo, mientras el judaísmo contemporáneo exigía el divorcio en caso de inmoralidad sexual, el texto parece indicar que Jesús apenas lo permitía (lo que implicaba la necesidad de perdonar). Por lo tanto, que el estándar de Jesús en relación al divorcio fuera incluso mayor que el de la escuela conservadora de Shamai podría explicar adecuadamente la reacción horrorizada de los discípulos a la enseñanza de Jesús en Mateo 19[2].

La «cláusula de excepción»

Se ha discutido mucho sobre la aparentemente única excepción hecha por Jesús en la cual el divorcio podría ser lícito. Esta excepción, mencionada tanto en Mateo 5:32 como en Mateo 19:9, estipula que el divorcio es ilegítimo «a no ser por causa de infidelidad» (NBLA) o «inmoralidad sexual» (NVI). Los paralelos en Marcos 10:11-12 y Lucas 16:18 no mencionan la excepción, lo cual me ha llevado a argumentar que Jesús en realidad nunca hizo la excepción, sino que Mateo (o alguien más) lo agregó en un momento posterior. Sin embargo, aunque así fuera (lo que es poco probable), la «cláusula de excepción» todavía sería parte de la Escritura inspirada e inerrante y, por tanto, tendría gran autoridad para los cristianos hoy. Entre quienes sostienen que Jesús sí pronunció la excepción, algunos procuran poner la cláusula de excepción de Mateo en conformidad con las declaraciones absolutas de Marcos, Lucas y Pablo al sostener que esos pasajes, en vez de Mateo, deberían ser el punto de referencia definitivo. Otros son reacios a subsumir la cláusula de excepción de Mateo demasiado rápido bajo la declaración absoluta que se encuentra en Marcos, Lucas y Pablo y argumentan que ambos grupos de pasajes deben estudiarse por sí solos para apreciar la enseñanza de Jesús sobre el tema en cuestión. El incidente registrado en Mateo 19:3-12 toma su punto de partida desde la pregunta de los fariseos: «¿Le está permitido a un hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?» (RVC: «por cualquier causa»; Mt 19:3; ver Mt 5:31)[3]. Como en otras ocasiones, los opositores de Jesús buscaban involucrarlo en una contradicción o de otra manera presentarle un aparente dilema en el que hay que escoger entre puntos de vista que se oponen. Sin duda, parece que la frase «ponerlo a prueba» en Mateo 19:3 (ver Mr 10:2) indica que los líderes religiosos estaban intentando que Jesús escogiera entre escuelas teológicas rivales, así como también poner a Jesús en peligro con Herodes Antipas, tal como Juan el Bautista había sufrido por su denuncia de la unión ilícita de Herodes con Herodías, la esposa de su hermano Felipe (ver Mt 4:12; 11:2-3; 14:3-4; Mr 6:14-29)[4]. La pregunta de los fariseos, entonces, pone en juego los puntos de vista que las diferentes escuelas rabínicas sostenían en los días de Jesús, como se discutía anteriormente. En caso de que Jesús mismo haya pronunciado la «cláusula de excepción», ¿cómo entonces se alínea o difiere Jesús mismo de las escuelas rabínicas de su tiempo? Claramente, la visión de Jesús era infinitamente más estricta que aquella defendida por la escuela de Hilel, que sostenía que el divorcio estaba permitido «por cualquier motivo» (ver Mt 19:3). En la superficie, al menos, la visión de Jesús es mucho más cercana a la de la escuela de Shamai, que restringía el divorcio legítimo (con la posibilidad de volver a casarse) a la infidelidad marital. Sin embargo, como se discutió previamente en conjunto con la reacción de los discípulos a la enseñanza de Jesús, en contraste con Shamai, parece que Jesús sólo permitió el divorcio en el caso de porneia, mientras que el judaísmo del primer siglo lo requería[5]. Es más, en un sentido muy importante, la respuesta de Jesús trasciende las disputas legalistas entre ambas escuelas rabínicas y va directo al centro del asunto. Esencialmente, Jesús, en un buen estilo rabínico, desplaza la garantía del Antiguo Testamento del único pasaje dado (Dt 24:1-4) a un conjunto de pasajes previos (Gn 1:27; Gn 2:24) y, por lo tanto, relativiza la referencia (cronológicamente) posterior como una mera concesión que de ninguna manera mitiga el principio permanente establecido por los textos fundacionales. De este modo, al enfocarse en el diseño original del matrimonio en el plan de Dios, Jesús les enseña a sus seguidores el verdadero significado del matrimonio. No sólo enfatiza la permanencia del matrimonio como una institución divina en lugar de meramente humana, sino que afirma que el divorcio es fundamentalmente opuesto al propósito de Dios en la creación. El divorcio y las segundas nupcias tanto de hombres como de mujeres (ver especialmente Mr 10:11-12) es nada menos que revolucionario. A pesar de las regulaciones de la ley mosaica que estipulaba un tratamiento igualitario para hombres y mujeres respecto al divorcio (Lv 20:10-12), en los tiempos del Antiguo Testamento prevalecía un doble estándar en el que a las mujeres se les exigía ser fieles a sus maridos (o les seguía un castigo), mientras que los estándares para los hombres eran considerablemente más indulgentes. No obstante, en la enseñanza de Jesús, los derechos conyugales eran establecidos en pie de igualdad. Así Jesús enseñó que desear a otra mujer en el corazón de un hombre ya constituía adulterio (Mt 5:28), lo que implica que las aventuras extramaritales son igualmente erróneas tanto para hombres como para mujeres[6].

Visiones contrapuestas

A la luz de la discusión anterior, se torna evidente que el asunto clave para entender la enseñanza de Jesús sobre el divorcio y las segundas nupcias es el significado del término porneia, puesto que este es el término central en la «cláusula de excepción» verbalizada por Jesús. No existe un acuerdo universal entre cristianos que creen en la Biblia sobre el significado exacto de porneia, pero las sugerencias que ofrecen los académicos fácilmente pueden ser agrupadas en una de las tres visiones contrapuestas. El primer punto de vista comprende porneia como una referencia al adulterio/inmoralidad sexual y adhiere la legitimidad bíblica del divorcio y las segundas nupcias a la parte inocente del adulterio/inmoralidad sexual de uno de los cónyuges («divorcio y segundas nupcias»). El segundo entiende porneia como una referencia a cierto tipo de pecado sexual, como el adulterio, pero sostiene que, si bien Jesús permitió el divorcio a causa del pecado sexual, Él no permitió las segundas nupcias («divorcio, pero no segundas nupcias»). El tercer punto de vista de la cláusula de excepción no permite ni el divorcio ni las segundas nupcias en el contexto moderno («ni el divorcio ni la segundas nupcias»). Los académicos que sostienen esta postura entienden porneia como una referencia a cierto tipo de pecado sexual que habría hecho al matrimonio ilegal bajo la ley civil judía. Sin embargo, se debe notar que con los tres puntos de vista mencionados anteriormente, existen muchos matices y variaciones dentro de cada postura.

Parámetros sugeridos

En lugar de defender una postura particular en respuesta a los puntos de vista recién expuestos, nos gustaría sugerir varios parámetros para moldear la visión de alguien sobre la enseñanza de Jesús sobre el divorcio y las segundas nupcias. En primer lugar, es importante afirmar que la palabra porneia es un término general para el pecado sexual. El significado exacto de porneia está siempre formado por el contexto en el que se usa la palabra; sin embargo, el término siempre se refiere específicamente al pecado sexual. Llevamos la atención a este hecho con el fin de establecer el punto de que uno no puede concluir una doctrina de divorcio no sexual «sin culpa» a partir del uso de Jesús de la palabra porneia. En segundo lugar, dado el diseño divino de la institución del matrimonio, la enseñanza del Antiguo Testamento sobre el divorcio y las segundas nupcias, y las porciones inequívocas de la enseñanza de Jesús sobre el tema, cualquiera sea la visión que una persona tenga sobre la «cláusula de excepción», debe fomentar lo sagrado del vínculo matrimonial. Es decir, incluso si alguien permite el divorcio y las segundas nupcias a causa de un pecado sexual (como adulterio, el cual es el punto de vista de la mayoría de la iglesia moderna), el divorcio aún debe verse como un resultado del pecado y, por consiguiente, un fracaso lamentable del diseño de la creación de Dios. En tercer lugar, dada la naturaleza urgente del divorcio y las segundas nupcias en la cultura contemporánea, los cristianos deben tomar especial cuidado para asegurarse de que sus respectivos puntos de vista estén formados por el texto bíblico, buscando evitar errores comunes como confundir severidad con santidad o permisividad con gracia. Es más, a la luz del desacuerdo entre los creyentes ortodoxos respecto a este tema, animamos a todos a mantener sus puntos de vista sobre el divorcio y las segundas nupcias con benevolencia, pero con convicción, estando abiertos a un diálogo honesto con aquellos que adoptan posturas diferentes.

Andreas Köstenberger y David W. Jones son los autores de Marriage and Family: Biblical Essentials [Matrimonio y familia: fundamentos bíblicos].


Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
[1] Ver Daniel I. Block, «Marriage and Family in Ancient Israel» [El matrimonio y la familia en el Israel antiguo] en Marriage and Family in the Biblical World [El matrimonio y la familia en el mundo bíblico], ed. Ken M. Campbell, (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2003), 35. La siguiente discusión se debe a este trabajo. [2] Ibid., 41. [3] Ibid., 47. [4] Ibid., 53-55. [5] Ibid., 66-68. [6] Ver ibid., 77-78.
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Cómo orar cuando nos preparamos para las vacaciones familiares
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Cómo orar cuando nos preparamos para las vacaciones familiares


Este artículo forma parte de la serie Cómo orar publicada originalmente en Crossway.

Prioriza la oración

Cuando se están preparando para las tan esperadas vacaciones familiares, la última cosa en la que algunos de nosotros pensamos hacer (o pensamos que tenemos tiempo para hacer) ¡es orar! Estamos demasiado ocupados empacando nuestras maletas, quizás nuestro equipo de acampar y, por supuesto, las provisiones y los snacks para el viaje. Sin embargo, ¡no permitan que la frenética preparación del viaje los distraiga del verdadero propósito de la ocasión! Dios sabe que necesitan descansar y quiere que lo hagan, pero podemos honrarlo al someter nuestros planes a Él para que Él dirija nuestros pasos, ¡incluso en nuestras vacaciones! La clave para orar por las vacaciones familiares es saber la razón de ellas en primer lugar. Piénsenlo: ¿por qué nos tomamos un tiempo para desocupar la casa y viajar con la familia a algún lugar por una semana o dos una o dos veces al año? Existen muchas razones por las que una familia podría viajar, pero no importa cuál sea nuestro destino, ¡no debemos tomarnos vacaciones de honrar y glorificar a Dios! A medida que permitimos que las experiencias de nuestras vidas fluyan de una relación viva y vibrante con Dios, incluso nuestras vacaciones alcanzarán nuevas alturas espirituales.

Oren por descanso genuino

Descansar es permitirles a nuestras mentes, cuerpos y espíritus ser revitalizados y fortalecidos después del arduo trabajo y circunstancias ajetreadas o incluso estresantes. Oren por un descanso genuino en Dios (Sal 46:10), por el dormir (Sal 127:2) y para poder confiar en Dios. ¡Y oren mucho por esto! Tanto en este motivo de oración como en los demás, no escribiremos oraciones específicas; Dios conoce sus corazones y el Espíritu les enseñará cómo orar.

Oren por renovación

Ser renovados (después de la revitalización y el fortalecimiento por medio del descanso) es animarse, energizarse y emocionarse por la vida que se nos ha dado y todo lo que aún está por venir. Oren para que su familia sea renovada en el amor de Dios por su Espíritu y se alineen en su propio ser con Dios. Recuerden: todos nos fatigamos y cansamos a veces, pero Dios puede darnos nuevas fuerzas (Is 40:28-31; Gá 6:9).

Oren por las relaciones y (si es necesario) por la reconciliación

Las amistades familiares son la plataforma para que ocurra mucho crecimiento personal y ministerial. Planifiquen y oren para que sus vacaciones les permitan disfrutar tiempo de calidad para amistades duraderas. Oren también para que se fomente la honestidad relacional necesaria para la sanidad dentro de la familia. La vida diaria de la familia de hoy no siempre podría permitir el tiempo de ocio y de enfoque necesario para relaciones auténticas. La familia que honra a Dios no es una familia libre de conflictos, sino una familia que perdona y se reconcilia (Mt 5:21-26).

Oren por reorientación

Tomar tiempo para descansar y renovarse nos permite, entonces, estar preparados para recibir de Dios lo que Él tiene reservado. Oren por reorientación mental y espiritual, que su familia pueda dejar atrás la confusión y el estrés del pasado, y planifiquen un futuro nuevo y mejor. ¡Oren para que cada miembro de la familia pueda poner su mente en Dios y estar preparados para la acción (1P 1:13)!

Oren por restauración

Oren para que regresen de su viaje con una nueva perspectiva espiritual (Ro 12:1-2). Terminen sus vacaciones con unas vacaciones en casa para aprovechar la restauración que lograron en ese tiempo fuera. Tomen tiempo para quitar cualquier desorden obvio y exceso innecesario que carga sus vidas: ¡desháganse físicamente de las cosas acumuladas (¡simplifiquen!)!, comprométanse emocionalmente con relaciones clave y reinicien espiritualmente sus brújulas para el futuro previsible. Orar por las vacaciones familiares según los propósitos de Dios es una manera verdaderamente efectiva y fructífera de orar. ¡Esperamos que tú y tu familia disfruten vacacionar y pasar tiempo juntos este verano! De nuestra familia a la tuya, Andreas y Marny Köstenberger
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.