«¿Qué hago mientras espero?». Es una pregunta que he escuchado una docena de veces.
Los hombres entrenados, listos para vibrar por el Evangelio, a veces pueden encontrar que carecen de oportunidades inmediatas para llevar a cabo su ministerio de ensueño. Para ellos, el gran juego ha comenzado, y Dios los ha enviado a la banca, incluso cuando un desfile de amigos, compañeros de clase y jugadores aparentemente menos talentosos corren hacia la cancha.
Quieren estar felices por los demás, pero en lo profundo se sienten frustrados y confundidos. ¿Una mejor calificación en Teología Sistemática podría haberme hecho uno de los primeros escogidos en el reclutamiento al ministerio de Dios? La comprensión y la paciencia son extraños compañeros cuando un desanimado potencial pastor está en la banca.
¿Cómo puedes ayudarlo?
Comienza por escuchar
En serio. Es demasiado fácil tomar su frustración y precipitadamente pegarle un adhesivo de la soberanía de Dios encima. La obra amorosa de Dios de hacer buenas todas las cosas es una verdad mejor digerida una vez que las personas saben que las amamos y las entendemos (Stg 1:19).
Intenta recordar la última vez que tuviste un sueño no realizado aun cuando pensaste que estaba listo para llevarse a cabo. ¿Cómo se sintió? ¿Qué fuiste tentado a pensar de Dios? Un potencial pastor se encuentra vulnerable y necesita saber que no está solo. Si él siente que tú puedes empatizar con sus pruebas, él abrirá su corazón a tu verdad.
Proverbios 13:12 dice: «La esperanza que se demora enferma el corazón […]». Cuando parece que el sueño del ministerio se aplaza, el corazón se ve vulnerable. Si vas a servir a este pastor en potencia de manera efectiva, necesitas escuchar antes de comenzar a ofrecer consejo.
Dile que no está en la banca
Dios no tiene banca. Estar en la banca es un sentimiento, no una realidad. Dios pone a todos los creyentes en el mismo juego cada día. Simplemente, el potencial pastor no se encuentra en el lugar que quería (por ahora). Sin embargo, el verdadero ministerio no comienza con un título, un salario ni un blog. El verdadero ministerio comienza en el momento en que un hombre es nacido de nuevo. Es por esto que Efesios 2:10 dice: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas».
Un hombre no entra al ministerio cuando es ordenado, sino que cuando es convertido. Fijar su identidad ahí podría ser el comienzo de un ministerio largo y fructífero, a través de los muchos roles que podría cumplir.
Dile que esperar significa entrenamiento
Yo estaba abatido. Sentado en mi vehículo de seguridad, me di cuenta de que acababa de pasar otro aniversario en mi elogiado rol como guardia de seguridad. Mi sueño de predicar parecía tan alcanzable como llevar una nave espacial a Marte o descubrir la cura para la adicción a los podcast. No obstante, dentro de poco más de un año desde ese momento, a través de una serie de eventos providenciales, me mudé al área de Filadelfia y llegué a ejercer un rol de ministerio. Desde la vista detrás del volante de mi vehículo de seguridad, esos años fueron en vano. No obstante, a medida que emprendía las complejidades del trabajo pastoral, constantemente usaba lecciones que aprendí en mi trabajo contra el crimen.
Para mí, el trabajo en seguridad era una autopista hacia la nada. Para Dios, la espera era parte de su preparación y una manera de expresar su bondad (Lam 3:25). Ocurre con frecuencia. Le pasó a Moisés, a Abraham, a José, a David, a Pablo. Dile eso al pastor en espera.
A medida que han pasado los años, he llegado a estar convencido de algo que todo pastor ansioso que está en espera debe aprender: cuando se trata de moldear hombres para el ministerio, Dios sabe lo que está haciendo. Confía en Él. Valdrá la pena.