Hoy, y durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada: Treintaiún días de pureza. Esta serie está dirigida para todos nosotros: jóvenes y ancianos, casados y solteros; para quienes luchan tremendamente en el área sexual y para quienes podrían estar luchando un poco. Es un tiempo (un mes) para centrarse en lo que la Biblia dice sobre la pureza sexual. Cada día, compartiremos un pequeño mensaje de la Escritura, una breve reflexión sobre ese pasaje y una oración. Puedes reflexionar en la Escritura, leer el devocional y hacer la oración y ¿por qué no hacerlo junto a un amigo, un hermano en Cristo?
Mientras comenzamos estos días juntos, pienso que debemos hacerlo con el Evangelio.
Ahora les hago saber, hermanos, el evangelio que les prediqué, el cual también ustedes recibieron, en el cual también están firmes, por el cual también son salvos, si retienen la palabra que les prediqué, a no ser que hayan creído en vano. Porque yo les entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras (1Co 15:1-4).
Es bueno que tengas el deseo de buscar la pureza sexual. Es bueno que te unas a nosotros durante estos treintaiún días. Sin embargo, incluso un buen deseo puede ser motivado por el pecado y dirigido por él. Lo triste es que nunca estamos libres de centrarnos en nosotros mismos, de intentar hacer esto en nuestras propias fuerzas. Nunca estamos libres del legalismo ni de intentar hacer estas cosas para merecer el favor de Dios.
Por esta razón, debemos comenzar con el Evangelio y esta es la razón por la que estos treintaiún días deben estar basados en el Evangelio de Jesucristo y deben ser dirigidos hacia él: que Cristo murió por nuestros pecados y que resucitó de entre los muertos. El Evangelio marca toda la diferencia. El Evangelio destruye el egocentrismo al sujetar nuestros corazones con el gran y cada vez mayor deseo de ver a Cristo glorificado. El Evangelio destruye nuestra autosuficiencia al mostrarnos que Cristo tuvo que hacer lo que nosotros no pudimos en nuestras fuerzas. El Evangelio destruye el legalismo al asegurarnos que no tenemos que ganarnos el favor de Dios porque a través de Jesucristo ya lo tenemos. Y así, mientras nos embarcamos juntos en estos treintaiún días de pureza, debemos comenzar, deternos y terminar con el Evangelio de Jesucristo.
Padre del cielo, por favor, ayúdame a gloriarme en el Evangelio de Jesucristo. Por favor, quita de mí cualquier deseo de autoglorificación, cualquier rastro de confianza en mí mismo, incluso el más mínimo pensamiento que pueda tener para ganar tu favor. Oro para que por medio de estos treintaiún días, mi deseo sea verte glorificado en mi vida, crecer en mi confianza en ti y descansar en lo que Cristo ha hecho para restaurar la paz y la comunión entre tú y yo. Haz que el Evangelio resuene en mi corazón hoy y todos los días.