Ya que todo será destruido de esa manera, ¿no deberían vivir ustedes como Dios manda, siguiendo una conducta intachable y esperando ansiosamente la venida del día de Dios? (2 Pedro 3:11-12)
El año 1995 fue un año muy difícil para mí. Con 12 años, diversos problemas familiares hicieron que pasara por un tiempo muy angustiante. Sin embargo, en medio de eso, un día mi abuela paterna llamó a la casa para contarme que me llevarían de vacaciones a Disney. El sueño que muchos niños tienen, de viajar a este lindo lugar, se hizo realidad en un momento muy difícil de mi vida. Esta realidad hizo que lo valorara y agradeciera mucho más, y que, desde aquel llamado, lo esperara con muchas ansias y alegría. Además, entre ese llamado y el viaje, mi perspectiva de los difíciles momentos cambió totalmente y ya nada pareció importar pues, al fin y al cabo, se acercaba el viaje de mis sueños.
En estos versos Pedro nos dice que los cristianos debemos vivir en este mundo con una espera mucho más ansiosa y esperanzadora aun. Vivimos en esta vida con la perspectiva de que un día haremos el verdadero viaje de nuestros sueños al ir a nuestro verdadero hogar cuando el Señor Jesús vuelva. Debemos anhelar con todo nuestro corazón que ese momento llegue cuanto antes, pues no habrá un mejor estado ni lugar que cuando podamos ir a la eternidad con nuestro Dios gracias a lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz.
Pablo tenía esta correcta perspectiva de la venida del Señor y la vida eterna. En Filipenses hace una declaración muy radical en relación con este tema: “Me siento presionado por dos posibilidades: deseo partir y estar con Cristo, que es muchísimo mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que yo permanezca en este mundo.” (Fil 1:22-24). Pablo estaba convencido de que no había nada mejor que un día morir y estar con Cristo, y la única razón por la que encuentra provechoso seguir en esta vida es por el bien de la iglesia; para seguir predicando el evangelio y poder servir a sus hermanos en la fe. Él sabe que, independiente de las circunstancias de su vida, no hay nada mejor que estar con el Señor para siempre en la vida eterna, y por ello, espera este momento ansiosamente y con esperanza.
Muchas veces es más fácil poder entender a Pablo cuando estamos pasando por alguna circunstancia difícil, como una enfermedad, o bien en medio de la persecución violenta que sufren hermanos en la fe en otras partes del mundo, cuando sin previo aviso alguien puede entrar a sus iglesias o a sus casas y asesinarlos junto a sus familias por su fe en Jesús. La esperanza es que podemos aguardar ansiosamente, con toda certeza, que un día el Señor volverá e iremos por la eternidad a su reino y tendremos una vida que jamás podremos experimentar en el presente. Cualquiera sea la circunstancia difícil que estés enfrentando en este momento, puedes esperar ansiosamente la venida del Señor con la misma certeza, y con ello, confiar en que ese dolor tendrá término.
Sin embargo, esta ansiosa espera debe ser una realidad para todos como cristianos en toda circunstancia y no solamente cuando estamos pasando por momentos difíciles.
Esperamos ansiosamente, pero otros eventos de nuestra vida. No queremos morir hasta que nos hayamos casado, o hayamos logrado realizarnos laboralmente, o quizá hasta ver a nuestros hijos casados, terminar una carrera, etc., etc. Estas son cosas buenas que podemos disfrutar y dar gracias a Dios por permitirnos vivirlas, pero no debemos olvidar que cualquier alegría de este mundo es solo una sombra, un reflejo, un preámbulo del gran gozo eterno que experimentaremos aquel día en que partamos con el Señor, por lo que siempre debemos recordar que el verdadero y definitivo gozo solo llegará en ese momento. No debemos perder esa perspectiva, pues Jesucristo no ha muerto para que simplemente podamos ser felices y disfrutar limitadamente en esta vida, sino por toda la eternidad.
Que cada día, frente a toda circunstancia difícil o triste que estés pasando, puedas ser animado por esta realidad, y frente a toda circunstancia alegre, puedas gozarte en que es solo un mero preámbulo de la verdadera alegría que un día tendrás, y de esta forma, puedas anhelar en todo momento la venida del Señor en una ansiosa espera.