Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. En aquel día los cielos desaparecerán con un estruendo espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será quemada. (2 Pedro 3:10)
Hace algunos años estábamos en un restaurant en la fiesta de fin de año de la empresa de mi esposa, cuando una llamada arruinó toda la noche. Habían entrado a robar a la bodega de la empresa, maniatando al cuidador y robando una millonaria suma de mercadería. Claramente la fiesta no pudo continuar. Varios partieron hacia el lugar y el resto no tenía ningún ánimo de seguir celebrando. Nadie esperaba que el mismo día de la fiesta entraran a robar. Si hubiéramos sabido que los ladrones vendrían ese día, claramente la fiesta no se hubiera hecho y todos se habrían quedado en el lugar vigilantes y alertas, listos para defender el lugar.
Pedro nos dice que Jesús vendrá un día como un ladrón. Es decir, de forma totalmente sorpresiva y cuando nadie se lo espere, el Señor vendrá por segunda vez para juzgar al mundo y todos aquellos que hayan puesto su fe en él tendrán vida eterna. El apóstol vuelve a reafirmar la certeza de la venida del Señor, a diferencia de lo que los falsos profetas afirman, y utiliza la ilustración que el mismo Señor Jesús utilizó (Mt 24:42-44), así como también Pablo (1Ts 5:2), para señalar el carácter sorpresivo o inesperado de su venida.
En varias oportunidades el Señor señala que no podemos saber cuándo será el día o la hora de la segunda venida, por lo que debemos vivir siempre como si esto fuera inminente. Cuando ocurren ciertos eventos como grandes guerras o catástrofes, la gente comienza a interpretar dichos hechos como una señal de que la venida del Señor se aproxima. Por ejemplo, la guerra del Golfo en 1991 desencadenó en EE.UU. una serie de interpretaciones y acciones en los cristianos quienes pensaron que era una señal clara de que la venida del Señor Jesús se aproximaba en el corto plazo. Su evangelismo comenzó a ser realmente urgente y las prioridades de los creyentes cambiaron drásticamente [1]. Sin embargo, comenzaron a vivir conforme a lo que la misma Escritura nos muestra que un hijo de Dios debiera vivir en cada momento de su vida. Quizá este sea un efecto positivo sobre la iglesia pero, ¿qué ocurre con los cristianos en aquellas épocas de mayor paz y tranquilidad?
¿Acaso los creyentes no debiéramos siempre evangelizar con urgencia y vivir cada día en una forma que agrade al Señor?
A pesar de que la respuesta es clara, vemos el efecto masivo que estos eventos provocan en la vida de los creyentes. Por ello es que esta ilustración es totalmente oportuna para que, como iglesia, vivamos de la forma correcta en toda época. El Señor vendrá en cualquier momento, de forma totalmente sorpresiva y cuando menos lo esperemos, pero no nos debe caber duda de que vendrá. Por tanto, el llamado es que debemos vivir conforme a esta realidad. Con mucha facilidad olvidamos la certeza e inminencia de la venida del Señor Jesús, y eso se ve de manera práctica en nuestras vidas. Esto debe afectar profundamente nuestras prioridades en todo sentido, partiendo por afectar la constancia y urgencia de nuestro evangelismo, pero en general debe afectar toda nuestra vida. ¿Vives conforme a esta realidad?
Que el Espíritu Santo no permita que olvidemos esta realidad, y que vivamos conforme a ella cada día de nuestra vida para que, cuando el Señor venga, no nos sorprenda mientras estamos de fiesta.
[1] MOO, D. J. (1996). 2 Pedro, Jude (pp. 194-195). Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House.