El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan. (2 Pedro 3:9)
Recuerdo mi primer examen de Derecho Civil en la universidad. Entraba toda la materia del año y había mucho que estudiar, sin embargo, durante esa semana hubo otro examen y el tiempo no había sido suficiente. Estábamos citados a las 8:30 de la mañana y, cuando estábamos sentados y listos para lo que claramente sentíamos que sería un desastre, una persona apareció y nos informó que el profesor se había retrasado. Sin embargo, el examen no sería tomado sólo unos minutos más tarde, sino 9 horas después. Esas 9 horas fueron nuestra gran oportunidad para estudiar en grupo y salvarnos. Esas 9 horas fueron un espacio inesperado e inmerecido de misericordia para evitar el seguro desastre.
En este verso Pedro nos da la segunda razón por la que Cristo aún no ha vuelto y es porque Dios tiene paciencia y misericordia con nosotros. Él ha estipulado este tiempo para que las personas puedan arrepentirse y confiar en él. Por tanto, este tiempo, lejos de considerarse una tardanza o demora en sus planes, es una muestra de su misericordia con la humanidad para que puedan arrepentirse todos aquellos quienes no lo han hecho.
¿Cuántos de nosotros hubiéramos enfrentado el desastre eterno si Jesucristo hubiera vuelto 20 años atrás?
Pedro nos dice que la perspectiva de cada día que pasa sin que Jesús llegue es totalmente diferente a la que algunos piensan. Algunos dicen que Dios se ha retrasado y esto ha ocurrido como muestra de su infidelidad. Irónicamente algunos piensan que se ha olvidado de nosotros y sus promesas se han diluido, como si ya no le importáramos o bien como si él no tuviera nada que ver con la humanidad. Sin embargo, la razón de que aún no haya ocurrido es totalmente la contraria. Es una muestra de su gracia, fidelidad y misericordia para que más y más personas puedan arrepentirse. Sin embargo, un día ese tiempo se acabará y Jesús volverá a juzgar al mundo y todo aquel que no se haya arrepentido ya no tendrá oportunidad para hacerlo.
Esto tiene dos implicancias para nosotros. La primera es: ¡¡¡Arrepiéntete!!!
Solo por la misericordia de Dios aún estás a tiempo de hacerlo si no lo has hecho. Y si crees que lo has hecho, no está de más que te preguntes si realmente te has arrepentido de tus pecados y tu confianza está puesta en lo que el Señor Jesús hizo por ti en la cruz. Si eres un cristiano nominal o un ateo, no importa, arrepiéntete mientras aun tengas oportunidad. Este es el momento. Mi oración es que mientras leas esto puedas ver la grandeza de tu pecado que te ha separado de Dios, arrepentirte y ver la mayor grandeza de Jesucristo quien, aun siendo Dios, ocupó tu lugar en la cruz y recibió el castigo para que pudieras tener perdón y vida eterna.
La segunda implicancia es que, si ya has puesto tu confianza en el Señor Jesús, este es el tiempo que debemos aprovechar para poder anunciar a todos de la buena noticia del evangelio. Este es el tiempo de misericordia para que todos los que nos rodean vengan al arrepentimiento, por lo que debemos aprovecharlo al máximo buscando ese fin. La predicación del evangelio debe ser nuestra prioridad de vida, y nuestro tiempo, recursos, oraciones, anhelos y deseos deben reflejarlo. Este es el tiempo para que puedas predicarles a tus familiares, amigos y todo aquel que te sea posible; que aún no conoce al Señor.
Aprovechemos esta gigante oportunidad que se nos ha dado para el arrepentimiento. Aprovechemos este tiempo extra de misericordia para que podamos arrepentirnos y anunciar su amor a todo el que podamos mientras aún gocemos de su bendita demora.