Pero intencionalmente olvidan que desde tiempos antiguos, por la palabra de Dios, existía el cielo y también la tierra, que surgió del agua y mediante el agua. Por la palabra y el agua, el mundo de aquel entonces pereció inundado. Y ahora, por esa misma palabra, el cielo y la tierra están guardados para el fuego, reservados para el día del juicio y de la destrucción de los impíos. (2 Pedro 3:5-7)
Hace algunos meses me pidieron dar una charla que desde el primer minuto se transformó en un dolor de cabeza. No vale la pena entrar en los detalles del por qué no quería hacerlo, pero claramente era algo que hubiera querido evitar a toda costa. Generalmente soy muy ordenado con mi agenda, pero algo sucedió esta vez y olvidé anotarlo. Recuerdo aquella llamada en la que, en un segundo, se me cayó todo. Me llamaron para preguntarme dónde estaba, pues la gente me estaba esperando. Lo había olvidado por completo. Me demoraría una hora en llegar al lugar, así que era imposible que llegara. Sólo me quedó pedir perdón por mi falta. Siempre me he preguntado si simplemente lo olvidé o mi falta de disposición para hacerlo hizo que de alguna manera lo olvidara. Sea como sea, fue un olvido conveniente para mí, pues al final no tuve que cumplir con la responsabilidad que tenía y que nunca quise llevar a cabo.
En el texto del devocional anterior, Pedro nos advirtió de la presencia de burladores que pondrían en duda que Dios juzgará un día al mundo argumentando que, desde la creación, no han visto la mano de Dios interviniendo en la historia. Ante esto, en estos versos Pedro nos presenta dos argumentos para anunciar el inevitable futuro juicio de Dios, al contrario de lo que ellos están diciendo.
El primer argumento dice relación con la creación. Pedro dice que ellos intencional y convenientemente olvidan que Dios mismo fue quien creó todo. Es la participación más evidente y fundamental de Dios en la historia de la humanidad. Este argumento parte de una total contradicción de los mismos burladores. Ellos están diciendo que nunca han visto la mano de Dios involucrarse con la humanidad. Su contradicción está en que están diciendo que desde la creación no han visto su mano, pero ellos mismos al hablar de la creación dan por hecho la existencia de un creador. Por tanto, si Dios es quien ha creado todas las cosas, y así, ha marcado el inicio de los tiempos por el poder de su palabra, tiene poder para ponerle término cuando él lo desee. Por tanto, el primer argumento de Pedro para esperar el futuro juicio divino es que, si Dios creó todo, puede también poner término a todo en el plazo establecido por su propia voluntad.
El segundo argumento guarda relación con el juicio que Dios ya trajo una vez sobre la tierra por medio del diluvio, en tiempos de Noé, cuando juzgó la maldad de los seres humanos inundando todo y salvando sólo a una familia escogida por gracia. Por tanto, a diferencia de lo que afirman los burladores, Dios sí se ha involucrado en los acontecimientos de la historia, y más aun, ya ha juzgado a la tierra por su pecado, inundándola con agua y salvando a una familia de forma inmerecida. Así, si Dios ha dicho que va a juzgar a la humanidad en el futuro y ha dado una muestra de que es capaz, se hace evidente que en el futuro lo hará. Un día pondrá término al mundo y dará paso a un nuevo cielo y una nueva tierra (Ap 21) en que habitará por toda la eternidad con todos aquellos que han puesto su fe en su Hijo Jesucristo.
El olvido intencional de los burladores ha perseguido su propia conveniencia porque, como supuestamente nunca serán juzgados por ello, eso significa que no necesitan preocuparse de su manera de vivir.
Frente a esta realidad debemos estar atentos y no olvidar que el juicio de Dios vendrá pase lo que pase. La manera en la que vivimos hoy guarda directa relación con la visión que tenemos del futuro de la humanidad y del juicio de Dios. Nuestras prioridades, anhelos, esperanzas y preocupaciones se ven directamente afectados por nuestra visión del mundo futuro. La tentación es siempre creer que la mejor y más valiosa vida es aquí y ahora. Constantemente nos veremos tentados a adoptar una visión cortoplacista del mundo y de la vida. Frente a ello, es fundamental que vayamos a la palabra de Dios en busca de las promesas y esperanzas futuras para que no perdamos el foco de lo que la vida y el futuro significan y no suframos un olvido conveniente.