Ante todo, deben saber que en los últimos días vendrá gente burlona que, siguiendo sus malos deseos, se mofará: «¿Qué hubo de esa promesa de su venida? Nuestros padres murieron, y nada ha cambiado desde el principio de la creación.» (2 Pedro 3:3-4)
En 1989, un gran terremoto sacudió a Armenia. En solo 4 minutos destruyó la nación, muriendo más de 3000 personas. Momentos después de ocurrido, un padre corrió hasta la escuela para salvar a su pequeño hijo. Cuando llegó, vio que el edificio estaba en el suelo. Desesperadamente comenzó a levantar los escombros. Cuando sus fuerzas comenzaron a agotarse, recordó algo fundamental. Un día que llevaba a su hijo a la escuela le dijo: “Hijo, no te preocupes, yo siempre estaré ahí para ayudarte.” Había hecho una importante promesa que no podía dejar de cumplir, así que siguió buscando durante 38 horas más hasta que de pronto levantó un gran trozo de concreto y escuchó la voz de su hijo. Le gritó: “¡Aman, Aman!” Y una dulce voz le contestó: “¡Acá estoy, papi!” Les dije a los otros niños que, a pesar de que no veíamos nada, yo sabía que estabas haciendo todo para rescatarme.”
En nuestro devocional anterior vimos cómo Pedro nos advierte de la presencia de personas que se burlarían de nuestra fe. Ahora nos menciona una burla específica que harían. Se burlarían de la promesa de la segunda venida de Jesús bajo el argumento de que, desde la creación misma, nunca han visto la mano de Dios en los acontecimientos de la historia. Sin embargo, la Biblia nos muestra que Dios es un Padre fiel que cumplirá su promesa, y aun cuando a veces no lo veamos, sabemos que en cada segundo de nuestra vida está moviendo los escombros necesarios para cuidarnos y salvarnos.
Muchas veces los cristianos también olvidamos esto, pero la palabra de Dios nos muestra dos importantes verdades en relación con el rol activo de Dios sobre la historia frente a los cuestionamientos de los burladores: (1) Dios es soberano y (2) no debemos afirmar más de lo que se nos ha revelado.
Primero, la Biblia nos muestra que Dios esta íntimamente involucrado en cada acontecimiento de la historia del hombre y del universo: Él es soberano sobre los tiempos, las épocas y las autoridades de la tierra (Dn 2:21; Ro 13:1), las lluvias (Sal 147:8), y la vida de cada hombre (Hch 17:26). En resumen, Él es quien sustenta todo (Heb 1:3).
Esto debe darnos paz y confianza en todo sentido: Saber que su mano está presente sobre nuestras vidas, sobre todos los acontecimientos y sobre todos los eventos de la naturaleza o el universo. No logramos imaginar la cantidad de detalles y variables que Dios maneja de nuestra vida. Realmente debemos descansar sobre su mano amorosa y no estar angustiados por posibles enfermedades, desastres naturales, accidentes o sobre un nuevo posible fin del mundo cada vez que se acerca una fecha especial. Él es quien controla los tiempos y, por tanto, es quien ha decidido un día para que su Hijo venga por segunda vez a buscar a los suyos.
En segundo lugar, si bien por su gracia nos ha revelado que él está soberanamente detrás de cada acontecimiento, no podemos ir más allá y afirmar cosas sobre las que no estamos seguros. Debemos declarar solo lo que por su gracia él nos ha concedido entender (1 Co 2:12). No podemos, por ejemplo, interpretar a Dios diciendo que tal o cual desastre natural ocurrió como un juicio suyo sobre el pecado de una determinada nación. Sí, Dios es soberano, y sí, juzga con justicia, pero no tenemos la autoridad ni el conocimiento para interpretar específicamente las obras de Dios. Solo nos corresponde saber que él sigue íntimamente en control y sostendrá nuestras vidas pase lo que pase.
Debemos sentirnos seguros de que él ha estado y estará presente sobre cada circunstancia de la historia, y aun cuando a veces no veamos su mano, podemos confiar en que un día enviará nuevamente a su Hijo a rescatarnos y llevarnos a su lado por toda la eternidad, pues todo este tiempo ha estado fielmente moviendo escombros.