Su concepto de placer es entregarse a las pasiones desenfrenadas en pleno día. Son manchas y suciedad, que gozan de sus placeres mientras los acompañan a ustedes en sus comidas. (2 Pedro 2:13b)
Cuando en el noticiero relatan que ha ocurrido un delito “a plena luz del día”, percibimos con ello una desvergüenza y descaro total de parte de los delincuentes. De alguna manera, es parte de cierta normalidad que ocurran algunos delitos durante la noche. Pero cuando los eventos ocurren a plena luz del día, algo indica que las cosas andan realmente mal. Esto es precisamente lo que Pedro nos declara en este verso. Las cosas están realmente mal en las vidas de los falsos profetas y sus seguidores, pues ya ni siquiera esperan la noche para satisfacer sus pasiones desenfrenadas, sino que lo hacen a plena luz del día.
¿Cómo ocupas tu tiempo durante el día, mientras trabajas, mientras debes estar estudiando o haciendo las labores de la casa?
Si realmente no estamos cumpliendo con nuestras responsabilidades y, sin vergüenza alguna, estamos satisfaciendo nuestras pasiones desordenadas, esto es un claro reflejo de que el pecado tiene total dominio de nosotros, estamos atrapados y nuestro corazón está lejos del Señor.
Por tanto, si estás pecando desenfrenadamente y, además, lo estás haciendo a plena luz del día, esto demuestra una peligrosa degradación de tu corazón y, quizá sin darte cuenta, te has convertido en uno de los seguidores de los falsos profetas. Es por ello que, de forma urgente, debes arrepentirte delante del Señor y confiar en el sacrificio de Cristo, pero además es tremendamente aconsejable que busques alguien de confianza dentro de la iglesia para que puedas confesarte y pueda ayudarte y apoyarte, como lo señala la Escritura. Sería muy sabio que incluso le pidieras que te llamara e hiciera constantemente preguntas incómodas sobre esa área.
Pedro dice luego que son manchas y suciedad. Es decir, son el antónimo del carácter del Señor Jesús, quien Pedro mismo nos menciona que es sin mancha o defecto [1]. Es decir, por más que hablen de él y que su discurso muchas veces suene correcto, no reflejan nada de él en sus vidas. Pero los cristianos debemos parecernos cada día más a quien decimos seguir, admirar y rendir nuestras vidas.
¿Refleja tu vida cristiana algo del carácter del Señor Jesús, o pareces realmente su antónimo?
Finalmente nos dice que usan la comunidad de la iglesia para sus placeres desordenados.
En la época de la primera iglesia se celebraban cenas ágape o fiestas de amor fraternal donde los cristianos compartían en comunidad y se edificaban en amor unos con otros, pero al poco tiempo dichas cenas se prestaron para abusos [2], como lo relata 1 Corintios 11. Éstas generalmente se realizaban de noche, por lo que, para evitar estos abusos, se hicieron durante el día, pero a los falsos maestros esto no les importó, pues como vimos, ya ni siquiera esto les detiene. Es decir, varios falsos seguidores de Jesús comenzaron a utilizar estas cenas para su desenfreno. Mientras los cristianos buscaban este tiempo para recordar el sacrificio del Señor Jesús, animarse en la esperanza de su segunda venida, y edificarse unos con otros, ellos lo utilizaban como una mera excusa para satisfacer su desenfreno con el alcohol, la comida, y otras cosas. Hoy muchas veces ocurre esto con algunas células o grupos de crecimiento en las iglesias. Constantemente los pastores reciben comentarios de que ciertos grupos, que se reúnen con el fin de estudiar las Escrituras, terminan siendo una mera excusa para juntarse a beber alcohol o comer en exceso.
Debemos observar nuestras vidas para ver si nos estamos pareciendo más a nuestro Señor Jesús o transformándonos cada día más en sus antónimos. Debemos observar la forma en que ocupamos nuestro tiempo y nuestro comportamiento, sobre todo en las reuniones de la iglesia. Que se prenda una alerta de emergencia en nuestras vidas que nos haga arrepentirnos y buscar ayuda urgente si es que nuestro pecado está apareciendo desenfrenadamente a plena luz del día.
[1] Green, M. (1987). 2 Pedro y Judas: una introducción y comentario (Vol. 18, p. 133). Downers Grove, IL: InterVarsity Press.
[2] Schreiner, T. R. (2003). 1, 2 Peter, Jude (Vol. 37, pp. 350–351). Nashville: Broadman & Holman Publishers.