Esto les espera sobre todo a los que siguen los corrompidos deseos de la naturaleza humana y desprecian la autoridad del Señor. (2 Pedro 2:10a)
Con este verso, Pedro termina esta sección sobre el seguro futuro que les espera a los falsos maestros.
Luego de varios versos que hablan sobre este tema, es tentador comenzar a sentir que es un tema repetitivo, del que no hay nada nuevo que saber, y perder con ello el verdadero enfoque de lo que Pedro está escribiendo. No debemos olvidar que esta carta no está escrita directamente para los falsos maestros, sino para la iglesia. Por tanto, Pedro sigue teniendo el propósito de afirmarnos en nuestra fe y buscar que tomemos todos los medios que Dios nos ha dado para llevar una vida que le sea agradable. Sin embargo, obviamente en este capítulo lo está haciendo con una estrategia muy diferente, pues lo hace mostrándonos el seguro destino y las características de quienes no lo hacen.
Por tanto, como Pedro quiere que estemos firmes y vivamos a la manera de Dios, debemos usar estos versos para asegurarnos de que nuestras vidas no son como las de aquellos falsos maestros que Pedro nos describe.
Pedro aquí nos muestra dos características que resumen el por qué a estos falsos maestros les espera el seguro juicio de Dios. Éstas nos muestran que dichas personas no son más que rebeldes sometidos.
La primera de ellas es que siguen los corrompidos deseos de la naturaleza humana. Literalmente, dice que van detrás de la carne, en un anhelo apasionado por la corrupción, en una clara referencia al pecado sexual. Están atrapados en una ansiedad por usar la sexualidad de una forma totalmente inmoral. La ironía es que, mientras estas personas se ven y se presentan como líderes de otros, la verdad es que están sometidos a sus propias pasiones sexuales desordenadas. Esto es lo que los domina y mueve. ¿Sientes tú que vas descontroladamente en pos de tus pasiones sexuales? Cuando escoges lo que ves en Internet o en la televisión, ¿te sometes a tus deseos sexuales desordenados, o a Dios?
La segunda característica que resume el por qué a los falsos maestros les espera el juicio de Dios es que desprecian la autoridad. Son personas rebeldes ante lo que es la autoridad del Señor y la autoridad que él les ha dado a ciertas personas en su iglesia. No son personas enseñables que quieren saber y hacer lo que la palabra de Dios dice, sino que la adaptan según sus propios anhelos y no les interesa saber si están equivocados o no. Se sienten tan altamente capacitados intelectual y espiritualmente que no están dispuestos a someterse ni a recibir consejos, pues nadie está a su nivel como para tener una posición de autoridad sobre la de ellos. Ni siquiera consideran válida la autoridad del Señor y su palabra. Piensan que solo ellos son dignos de ser su propia autoridad —aunque, anteriormente, de forma irónica vimos que finalmente son liderados por sus deseos sexuales desordenados—.
¿Cómo reaccionas frente a la autoridad? ¿Te cuesta someterte a los líderes de la iglesia? ¿Piensas constantemente que las personas que el Señor ha puesto a cargo de su iglesia están equivocadas? La palabra nos muestra que la manera en la que reaccionamos ante las autoridades terrenales refleja la forma en la que vemos y actuamos ante la autoridad de Dios, por lo que, si tenemos serios problemas con la autoridad, reflejamos que tenemos serios problemas para someternos al mismo Señor.
Dios no puede ser engañado. A él no lo impresionamos ni lo convencemos con nuestras apariencias, por lo que, aun si usamos palabras bonitas y persuasivas, él sabe quiénes somos en verdad. Por ello es que, con estos versos, Pedro nos llama a que no seamos espectadores pasivos de cómo la palabra pone en evidencia a los falsos maestros. Debemos confirmar nuestro llamado del Señor evaluando constantemente nuestras vidas, utilizando la oración y la meditación en la palabra como un preciso radar para detectar si hay evidencias peligrosas de estas características en nosotros.
Si las identificas, debes hacer un alto en este mismo instante, ponerte de rodillas, arrepentirte delante del Señor, poner tu confianza en los méritos de Jesucristo y recibir su perdón. Luego ponte de pie y confía en que el Señor te dará todo lo necesario para dejar de ser un rebelde sometido.