Desde hace mucho tiempo su condenación está preparada y su destrucción los acecha. Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, sino que los arrojó al abismo, metiéndolos en tenebrosas cavernas y reservándolos para el juicio. (2 Pedro 2:3b-4)
Hace unos años vi una película llamada Destino Final. Trataba sobre un grupo de amigos que, advertidos por un sueño de uno de ellos, a último momento decidían no subir a un avión, el cual luego se estrellaba. Durante el desarrollo de la película, cada uno de los que aparentemente habían escapado de la muerte iban muriendo uno a uno en las circunstancias más increíbles e inesperadas. Aun cuando se habían salvado, la muerte llegaba para ellos tarde o temprano.
Pedro ha estado advirtiendo a los cristianos de los falsos maestros que se han introducido y se introducirán en la iglesia. Ahora nos muestra que a ellos y a los que les siguen les aguarda el seguro juicio de Dios, aunque parezcan estar a salvo, escapando de él. Para mostrarnos la certeza de ello, pasa a darnos tres ejemplos del pasado.
El primer ejemplo que Pedro nos da es el de los ángeles, quienes por su orgullo y rebeldía fueron condenados y les aguarda el juicio de Dios. Varios comentaristas modernos, la tradición judía antigua y algunos libros apócrifos (ej. 1 Enoc) concluyen que Pedro está haciendo referencia a Génesis 6:1-6, señalando que los «hijos de Dios» que se rebelaron contra Él y empezaron a tomar mujeres fueron, en realidad, ángeles [1].
Entonces, con este primer ejemplo del pasado, Pedro nos muestra que, si Dios juzgó a seres celestiales por su orgullo y ahora les aguarda una segura condenación el día del juicio final, podemos tener la certeza de que Dios va a juzgar a todos aquellos que por su orgullo están explotando al pueblo de Dios con sus mentiras e intentando apartarlos del camino de la verdad.
Sin embargo, si recordamos que esta carta fue escrita para cristianos, esto debe afectar primero nuestras propias vidas en dos formas concretas.
Lo primero es que muchas veces nos preguntamos por qué Dios parece permanecer en silencio frente a la aparente impunidad de ciertos falsos maestros. Algunos piensan que su éxito, popularidad y riquezas son un reflejo de la bendición de Dios sobre sus vidas y que, de alguna manera, eso muestra que Dios aprueba sus enseñanzas. No obstante, como Pedro nos dice, más allá de su felicidad o éxito superficial, tarde o temprano serán juzgados y condenados. No debemos, entonces, ponernos nerviosos ni dudar de la palabra de Dios y de las cosas sobre las cuales el Espíritu Santo nos ha dado convicción, pues su palabra debe tener mayor autoridad que las circunstancias de nuestra vida. Por eso, si estás enfrentando una situación así en tu iglesia, no te angusties ni trates de tomar la justicia en tus manos pues Dios no está ausente de lo que está ocurriendo.
Lo segundo es que no debemos pasar por alto que esta es una advertencia para nuestra propia vida y no solamente para mirar lo que otros están haciendo. Debemos revisar nuestro corazón para ver si realmente nuestra vida muestra un arrepentimiento genuino delante de Dios, o bien orgullo y rebeldía frente a Él. Si Dios no dejó impunes a los ángeles, cuánto más podremos estar seguros de que nosotros seremos juzgados si seguimos su ejemplo. Por ello, este es un fuerte grito para hacernos despertar de la inercia espiritual en la que caemos muchas veces, y así, que nos revisemos y aseguremos de que nuestra vida esté rendida a Él y no a nosotros mismos.
Las personas a veces sienten incertidumbre de lo que ocurrirá cuando mueran, o bien, al final de los tiempos. Pero la verdad es que la Biblia nos muestra que hay una certeza total del futuro de las personas. Los que se arrepientan y pongan su confianza en el Señor Jesús gozarán de vida eterna pese a que hoy, muchas veces, pueda haber sufrimiento o dolor en sus vidas. Pero aquellos que, por su orgullo, sean rebeldes ante Dios y, más aun, tergiversen sus palabras para explotar al pueblo de Dios y a todos los que les sigan, aun cuando ahora parezcan estar gozando de ciertos beneficios e impunidad, al igual que los ángeles ya han sido juzgados y la condenación llegará de la forma y en el momento que menos se lo esperan pues es su destino final.
[1] Moo, D. J. (1996). 2 Peter, Jude (p. 100). Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House.