Muchos los seguirán en sus prácticas vergonzosas, y por causa de ellos se difamará el camino de la verdad. (2 Pedro 2:2)
En una oportunidad tuve el privilegio de visitar el museo MOMA de Nueva York, uno de los museos más importantes del mundo. En un sector de exposición audiovisual había un video de imágenes cortas que se repetían, una y otra vez, con las cosas más vergonzosas de la sociedad. Entre imágenes de violencia, delincuencia, daño al medioambiente, etc., apareció una especialmente lamentable. Salió la imagen de un conocido pastor de la prosperidad en un auditorio repleto pidiendo ofrendas y golpeando con su chaqueta a un grupo de personas. Lo que este artista visual mostraba en su exposición refleja muy bien lo que Pedro nos advierte en este verso sobre el peligro de estos falsos maestros: Serán populares, pero a la vez un muy mal testimonio para el cristianismo.
Pedro nos dice que muchos los seguirán en sus prácticas vergonzosas; es decir, tanto sus enseñanzas como su forma de vida representan una vergüenza para el evangelio. En la época de la iglesia primitiva, cuando alguien cuestionaba a estos falsos maestros por sus vidas, éstos se justificaban apelando a la gracia, o con algún verso bíblico sacado de contexto, o bien diciendo que, como personas espiritualmente superiores, nadie debía atreverse a acusarles. Aun cuando evidentemente lo que hacían y decían no representaba lo que Jesús enseñó y mostró con su vida, multitudes les seguían incondicionalmente tal como hoy muchos lo siguen haciendo.
Muchas veces las personas me preguntan lo siguiente: “¿Pero por qué están llenas sus iglesias si no son de Dios?”. Esta común pregunta nos muestra que las personas sienten confianza para asistir a estas iglesias o prestar oído a estos personajes precisamente porque hay mucha gente, como si el índice de popularidad fuera la autoridad final de un verdadero siervo de Dios. Sin embargo, Pedro en este verso nos muestra que esto no es así. Cuando Jesús nos dijo que por sus frutos los conoceríamos, claramente no estaba hablando de un fruto de iglesias llenas. Es el carácter cristiano el verdadero fruto que nos muestra quiénes realmente son y es precisamente donde los falsos profetas fallaban en tiempos de Pedro.
Pero además su impacto en el movimiento cristiano es desastroso. El mundo ve sus enseñanzas y forma de vida y ponen al cristianismo en el centro de la burla afirmando que la fe cristiana no es más que eso.
Además, la historia nos ha mostrado el perfecto cumplimiento de las palabras de Pedro. Desde los primeros años de la iglesia, escritores seculares como Tácito, Suetonio y Celso nos muestran la realidad de estas prácticas vergonzosas dentro de la iglesia [1]. Y como vemos hoy, eso no ha sido la excepción, sino que la influencia de estos falsos maestros incluso parece ser mucho mayor. Todos hemos escuchado los ofrecimientos del evangelio de salud y riquezas por sus populares embajadores, ya sea en la televisión, Internet o en populares eventos. El ofrecimiento viene acompañado por citas bíblicas estratégicamente seleccionadas, por lo que sus oyentes, al oír de las cosas que sus corazones anhelan, salen con la convicción de que esto además es algo “bíblico”. Lo que el corazón anhela, la mente lo justifica y más aun cuando esta justificación parece usar la Biblia.
No debemos tambalear frente a la popularidad de muchos de estos maestros, ni menos frente al descrédito que éstos han provocado para el evangelio, pues la certera profecía de Pedro nos debe animar a estar preparados y tener la seguridad de que Dios sigue teniendo el control en medio de estos acontecimientos.
Debemos ser humildes y orar con tristeza por lo que está pasando con tantas personas que son sacadas del camino por ofrecimientos falsos de dinero, status, o por ejemplos inmorales de vida que son incorrectamente justificados por la gracia.
Debemos evaluar nuestra obediencia a Dios cada día. Orar y estudiar las Escrituras con dedicación para que nuestra fe sea guiada por la verdad de la palabra de Dios y no por índices de popularidad.
[1] Green, M. (1987). 2 Pedro y Judas: una introducción y comentario (Vol. 18, p. 119). Downers Grove, IL: InterVarsity Press.