En el pueblo judío hubo falsos profetas, y también entre ustedes habrá falsos maestros que encubiertamente introducirán herejías destructivas, al extremo de negar al mismo Señor que los rescató. Esto les traerá una pronta destrucción. (2 Pedro 2:1)
Hace un tiempo leí acerca de un particular sistema para sacrificar ovejas. Mientras están apiñadas en los corrales, se abre una puerta a una rampa que lleva a un galpón donde las matan. Para lograr que suban, los encargados usan una “oveja Judas”. Esta es especialmente entrenada para dicha función. Entra al corral, se mezcla entre las demás, pero de pronto comienza a caminar por la rampa, haciendo pausas para esperar que el resto la siga. El resto de las ovejas lo hace confiadamente, pero al final del camino, mientras la oveja Judas es conducida por una puerta de salida, las ovejas son desviadas al matadero.
Esta es una ilustración muy adecuada del peligro que Pedro nos advierte en este verso. En contraste con los profetas de Dios, de quienes nos habló en los versos anteriores, nos presenta la realidad de los falsos maestros. Muchos piensan hoy en día que estas situaciones son cosas del pasado, pero Pedro, al igual que Pablo, Judas (hermano de Jacobo) y Jesús, nos advierten que éstos estarán presentes en nuestras iglesias así como fueron también parte de la realidad del pueblo judío: “Porque surgirán falsos Cristos y falsos profetas que harán señales y milagros para engañar, de ser posible, aun a los elegidos. Así que tengan cuidado; los he prevenido de todo” (Marcos 13:22-23).
Pedro nos muestra que el peligro de estos personajes se da en su método encubierto. Sutilmente se introducen en la vida de la iglesia, se hacen llamar cristianos, y desde lugares de confianza e influencia comienzan a esparcir herejías destructivas. Usan la Biblia, incluso usan un lenguaje cristiano, pero traen un falso mensaje para intentar apartar a los verdaderos creyentes de la verdad.
Pedro nos dice que terminan negando al Señor Jesús quien dio su vida para rescatarnos. Lo hacen de dos formas sutiles. Por un lado, Jesucristo, poco a poco, comienza a ser disminuido. Se le niega algún aspecto de su personalidad, de su obra o de su importancia. Probablemente los escuchamos decir cosas como: “Sí, Jesús y su sacrificio son importantes, pero ahora más importante es…”
Pero por otro lado, lo niegan con sus actos. Reconocen la gracia y la libertad que Cristo logró, pero lo utilizan como excusa para hacer lo que les plazca. Comienzan a hacer permisivas ciertas cosas relativizando la Biblia. Enfatizan el amor y la misericordia, pero esconden la obediencia y la santidad de Dios. Con su manera de vivir niegan al Salvador que dicen seguir.
Cuán destructivo es sacar a Jesucristo del centro de nuestra vida.
Nuestra época pluralista, donde la tolerancia se ha tergiversado y se presenta como excusa para dejar de hablar de la verdad, se presenta como un campo muy fértil para la aparición de estos falsos profetas y su influencia dañina. Hoy la experiencia y el sentimiento son más importantes que la verdad bíblica [1]. Si algo me hace “sentir” bien, entonces debe ser verdad sin importar lo que diga la Biblia. Con que suene cristiano y me haga sentir bien basta para pasar la prueba de la verdad. Esto ha dado pie a una influencia mucho mayor de estos falsos profetas en nuestras iglesias. Por ello nunca debemos investir a nuestra emoción con una autoridad mayor que la de la palabra misma de Dios.
Con esto no queremos desatar una cacería de los falsos profetas. No debemos comenzar a levantar el dedo acusatorio ante cada pequeña diferencia de opinión en temas secundarios de la fe, pues la misma palabra nos muestra que éstas pueden ocurrir (1 Corintios 8-10; Romanos 14:1-15).
Sin embargo, la palabra de Dios nos muestra que es un peligro al que nos vamos a ver enfrentados tarde o temprano y, “el que piense que está firme, mire que no caiga”.
Por ello, debemos estar alertas por medio de la oración y la lectura constante de la palabra de Dios, pues no debemos permitir que por nuestro descuido espiritual terminemos caminando por la rampa de la muerte cautivados por las enseñanzas destructivas de una “oveja Judas”.
[1] MOO, D. J. (1996). 2 Pedro, Judas (pp. 92). Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House.