Ante todo, tengan muy presente que ninguna profecía de la Escritura surge de la interpretación particular de nadie. Porque la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo. (2 Pedro 1:20-21)
En el año 1983, en Florida, EEUU, John Errole asesinó a 8 personas afirmando ser un príncipe de Dios que obedecía el mensaje que recibió de él. Fue diagnosticado con esquizofrenia y fue ejecutado hace 3 años.
Si lo que nos dicen los versos de Pedro no fuera cierto, la Biblia también sufriría de una clara esquizofrenia religiosa y debiera ser ejecutada por su locura. Está afirmando, de forma osada, el ser la palabra misma de Dios.
Pedro nos ha dicho que sus relatos de la vida de Jesús son el cumplimiento de lo anunciado por los profetas del Antiguo Testamento, quienes hablaron de parte de Dios y no siguiendo sus propios instintos. Esto a diferencia de lo que los mismos falsos profetas hacían precisamente hablando de su propia inspiración (Ezequiel 13:3).
Este mismo Dios cuya voz habían escuchado en la transfiguración, era quien había hablado a su pueblo por medio de sus profetas. Por tanto, podemos confiar en el testimonio de la gloria de Cristo en la transfiguración, pues Dios habló en ella dando testimonio de su Hijo, como también podemos tener toda confianza en las Escrituras porque Dios habla en ellas por medio de sus mensajeros [1].
Dios, por medio de su Espíritu Santo, inspiró a los profetas en sus contextos, estilos, educación, intereses, temperamentos, etc., a que escribieran lo que él quería decir.
Esto significa que no podemos a nuestro antojo decidir lo que la Biblia es. No podemos decir simplemente que es un libro de moral o de buenos consejos para la vida, pues ella misma nos afirma que es mucho más que eso. O debemos creer que lo es o bien rechazarla por su delirio esquizofrénico.
Esto tiene poderosas implicancias para nuestra vida. Primero, es confiable. Podemos tener la seguridad de que todo lo que se dice en ella es verdad. Todas sus promesas son seguras. Nos da tranquilidad en medio de una vida agitada de olas que golpean fuerte nuestras vidas. En medio de toda circunstancia, la palabra de Dios es una roca firme y segura que nos sostendrá sin fallarnos jamás.
La segunda implicancia es que, si la Biblia es la palabra de Dios, ésta debe ser obedecida. Es autoridad para nosotros. Cuando alguien te dice “tu papá dejó dicho esto”, la perspectiva de esa orden cambia y toma nueva autoridad. La Biblia debe ser obedecida por nosotros porque es la palabra de nuestro Padre celestial.
Esto nos debe impulsar a leer y estudiar con detenimiento y gozo la Biblia, pues tenemos en ella un privilegio inigualable. Debemos, frente a toda decisión y área de nuestra vida, ser guiados por ella, así como millones de vidas a lo largo de la historia relatan el haber recibido salvación, ánimo, guía y fortaleza.
Su palabra nos permite conocer la profundidad de su amor al rescatarnos y hacernos sus hijos al altísimo costo de haber tenido que entregar a su propio Hijo Jesús para ello. Esa misma palabra inspirada nos lleva a buscar a Dios en oración, a amarlo por sobre todas las cosas y amar al prójimo. Es esa palabra que nos lleva a buscar el poder de Dios en nuestras vidas para dar testimonio radical de Jesús en todo momento y lugar.
Por ello, frente a cualquier necesidad, temor, tristeza, herida, inseguridad, angustia que enfrentes en tu vida, Dios por medio de su palabra quiere traer el consejo amoroso de un padre para ti, quien quiere lo mejor para tu vida, que te ama con un amor fuera de este mundo, está atento y preocupado por cada cosa que te suceda y en medio de tus circunstancias más difíciles te inunda con ese infinito amor que por medio de su palabra nos ha dado a conocer.
Las palabras de la Biblia son tan brillantes, sabias, perfectas, exactas, amorosas y vivas que están lejos de sufrir algún tipo de esquizofrenia religiosa.
[1] Green, M. (1987). 2 Peter and Jude: an introduction and commentary (Vol. 18, p. 112). Downers Grove, IL: InterVarsity Press.

