Él recibió honor y gloria de parte de Dios el Padre, cuando desde la majestuosa gloria se le dirigió aquella voz que dijo: «Éste es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él.» Nosotros mismos oímos esa voz que vino del cielo cuando estábamos con él en el monte santo. (2 Pedro 1:17-18)
¿Alguna vez se demoraron mucho tiempo en ir a buscarte al colegio? Empiezan a pasar los minutos, poco a poco todos se van, te vas poniendo más nervioso, preocupado y ansioso. Para qué decir si pasan un par de horas: sientes rabia, pena, desilusión o inseguridad. Piensas que se olvidaron de ti o que simplemente te abandonaron en la puerta. Todo tipo de cosas pasan por tu mente hasta que te vuelve el alma al cuerpo cuando ese anhelado momento llega: por fin vienen por ti. Al recordar las veces que me pasó esto, me hace pensar en lo que muchos cristianos sentimos algunas veces en nuestra vida frente a la segunda venida de nuestro Señor Jesús, en medio de las circunstancias en las que vivimos.
En nuestro devocional anterior vimos cómo Pedro asegura la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo en base a hechos históricos de los cuales muchos fueron testigos. Pero ahora se refiere a un evento en particular para asegurarlo con total certeza. Este evento es la transfiguración (Mt 17:5; Mr 9:7; Lc 9:35), donde Pedro dice que Jesús recibió honor y gloria de parte de Dios el Padre. Si bien Pedro aquí no relata los detalles de este evento, menciona dos elementos muy importantes: primero dice que escuchó la voz de Dios que dijo “Este es mi hijo amado…”. Esta frase hace directa alusión al Salmo 2:7, en el que Dios está hablando al Rey mesiánico que enviará a gobernar al mundo para siempre.
En segundo lugar, Pedro dice que Dios dijo también: “…estoy muy complacido con él”. Esto hace referencia a Isaías 42:1, donde Dios está hablando a su “siervo sufriente” quien recibirá gloria eterna por su obediencia. Por tanto, Pedro pudo ser testigo de la verdadera naturaleza gloriosa y majestuosa de Jesús, oculta, por decirlo de alguna forma, durante su vida terrenal, y que la Biblia promete que se dará a conocer abiertamente a todo el mundo en el momento de su regreso [1].
Por tanto, vemos que hay una relación profunda entre la transfiguración y la segunda venida, ya que gracias a este evento Pedro tiene absoluta confianza en que Jesús regresará como el Rey glorioso a establecer su reino en su forma final y definitiva, tal como lo prometió.
El momento en el que los evangelios nos relatan que ocurrió este magnífico evento es muy llamativo, pues dicen que fue luego de la predicción que hace Jesús de su pronta muerte en Jerusalén. Claramente este anuncio dejó a los discípulos muy confundidos. Si Jesús es el rey divino, debiera ir a Jerusalén a ser coronado como rey y no a morir; por ello es que frente a esto la transfiguración les muestra que realmente Jesús es quien dice ser y pueden confiar en el propósito de Dios en lo que va a ocurrir [2]. Él será humillado y muerto en una cruz pues es el obediente siervo sufriente que Dios ha enviado, digno de gloria, y es el rey divino que gobernará para siempre y a quien Dios ha enviado a rescatarnos.
Por ello Pedro implica que este evento debe darnos seguridad de la segura segunda venida de nuestro Señor Jesús en toda su gloria en medio de cualquier circunstancia de nuestras vidas. Vivimos en medio de circunstancias muy difíciles en nuestros tiempos. El dolor es parte de nuestra vida. Basta con ver las noticias unos minutos para ver cómo la violencia, egoísmo, hambre, sufrimiento, desastres naturales y la enfermedad son comunes en nuestros días. Frente a ello, la gente te pregunta con ironía “¿Dónde está tu Dios?”. Vivimos en una sociedad en la cual ser cristianos es algo intolerante y retrógrado. Donde muchas veces el nombre de Jesús es ridiculizado o mostrado como alguien un tanto inofensivo y débil.
Frente a ello es que las palabras de Pedro deben producir esperanza y seguridad. Él pudo ser testigo privilegiado de la gloria de Cristo que un día será revelada completamente. Su testimonio sincero, directo y desinteresado debe darnos confianza en que Jesús es realmente quien dijo ser y hará lo que prometió. A pesar de las apariencias, él es el verdadero Rey del universo y un día volverá en toda su gloria a reinar para siempre y a buscar a los que en él esperan. Que la duda, el temor y la inseguridad de tu vida sean cubiertos por la certeza de la gloria de Jesús de la que Pedro fue testigo. Él no es alguien débil, inofensivo, ni menos un simple mártir; él es Dios hecho hombre, el Rey celestial quien vendrá pronto a establecer su reino para siempre.
No temas ni te angusties pues él no te abandonará en la puerta.
[1] MOO, D. J. (1996). 2 Pedro, Judas (pp. 79-84). Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House.
[2] Ibíd.