Cuando les dimos a conocer la venida de nuestro Señor Jesucristo en todo su poder, no estábamos siguiendo sutiles cuentos supersticiosos sino dando testimonio de su grandeza, que vimos con nuestros propios ojos. (2 Pedro 1:16)
No es extraño encontrarnos con personas que nos afirman, con total seguridad, que los relatos de la Biblia son solo historias inventadas, sin base histórica, que solo un ignorante podría creer. Te dicen que aun más absurdo es creer sus promesas de lo que ocurrirá en el futuro, pues ni siquiera sus relatos de hace 2000 años son verdad. Mencionan un video que vieron en Internet o algún programa de televisión para desacreditar completamente lo que la Biblia afirma y con ello decirte que tu fe descansa sobre algo iluso.
Frente a estas conversaciones, a veces nos sentimos inseguros o bien no sabemos cómo responder. Pareciera que lo mejor sería taparse los oídos y no pensar en eso. Sin embargo, esto no es algo nuevo, ya que los primeros cristianos enfrentaron este mismo tipo de ataques. Los falsos profetas intentaban poner al cristianismo al mismo nivel de las religiones de misterio de la época, que basaban sus enseñanzas en mitos o fábulas, que no ocurrieron en un tiempo o en un espacio determinado.
Frente a esto es que Pedro dice que, si ha anunciado con seguridad que Jesús vendrá por segunda vez, no ha sido en base a historias inventadas, sino a hechos históricos, de los cuales muchos fueron testigos.
Nuestra fe se basa sobre alguien que caminó hace dos mil años en este mundo y que dejó una huella gigante en nuestra historia. Los más importantes historiadores y otros hombres importantes de la época corroboran la existencia de Jesús de forma totalmente precisa. Por ejemplo, Cornelio Tácito, Luciano, Flavio Josefo, Suetonio, Plinio Segundo, Tertuliano, Talo y Justino Mártir, entre otros. Incluso los Talmudes Judíos confirman no solo la existencia de Jesús, sino que además su muerte en la cruz en la víspera de la Pascua e indirectamente sus milagros, pero diciendo que eran actos de hechicería o brujería.
Los falsos maestros pensaban que los apóstoles no solo basaban sus enseñanzas en mitos, sino que además usaban estas invenciones para justificar sus ideas de una segunda venida y un juicio, y así dar más peso a sus enseñanzas morales. Decían que la enseñanza de la segunda venida de Cristo era una especie de falsa advertencia para atemorizar y así lograr un cambio de comportamiento en la gente, pues si no habrá un juicio, no hay razón para auto-limitarse moralmente.
¿No les llama la atención que una pequeña duda de la veracidad histórica del cristianismo se transforma rápidamente en una licencia para una vida moralmente desordenada?
La verdad es que nuestro corazón rebelde frente a Dios anhela que estas cosas no sean verdad para que podamos seguir nuestros propios deseos y no tener ninguna autoridad sobre nuestras vidas.
Como cristianos debemos vivir por fe, pero esto no es algo como tirarse a un precipicio insensatamente a ojos cerrados, pues es una fe que recae en sucesos históricos que conocemos gracias a testigos presenciales como Pedro, que nos lo dieron a conocer, incluso teniendo que soportar sufrimientos y hasta la muerte por ello. Frente a esto es que es absolutamente sensato que podamos tener total confianza en que nuestro Señor Jesús vendrá un día a juzgar al mundo y llevar a su pueblo a una maravillosa eternidad junto a él.
Frente a las circunstancias más difíciles, comentarios hirientes o supuestos argumentos inteligentes, no tengamos temor, ni inseguridad, pues estamos lejos de ser necios o ignorantes por poner nuestra confianza en Jesús, pues su huella en la arqueología, historia, filosofía, arte, etc., es tan inmensa que nada podría llenar el abismo que quedaría si dijéramos erróneamente que nunca existió.
Que nuestra fe se vea fortalecida frente a la abrumadora evidencia de la Biblia y con ello esperemos con seguridad y esperanza la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo en medio de una sociedad que quiere hacer ver el cristianismo como algo pasado de moda o para los ignorantes.
Si estás viviendo alguna injusticia, enfermedad, dolor, tristeza, angustia o necesidad, ten ánimo, pues un día todo esto se acabará para siempre. Un día habrá justicia y toda lágrima se secará, pues nuestro Dios y rey Jesús volverá para juzgar al mundo tal como lo prometió, pues digan lo que digan, sus palabras no son ni mitos, ni leyendas.