Por eso siempre les recordaré estas cosas, por más que las sepan y estén afianzados en la verdad que ahora tienen. (2 Pedro 1:12)
Tristemente, a lo largo de mi vida cristiana, muchas veces he conocido personas que, en un determinado momento, estuvieron muy comprometidas con el servicio de la iglesia, con gran conocimiento de las Escrituras y que incluso enseñaron a otros en la Biblia, pero que ahora ni siquiera reconocen ser creyentes. En algún momento de sus vidas afirmaban con mucha seguridad saber acerca de Cristo y la vida cristiana e incluso pasaron por momentos en que aparentemente estaban muy firmes en esas verdades, pero que ahora parecen haber olvidado todo. No discutiremos ahora si estas personas algún día creyeron realmente en el Señor o si todo fue un mero espejismo, pero lo que no me cabe duda es que en el pasado nunca hubieran reconocido la posibilidad de terminar así.
Pedro reconoce esta realidad y por eso declara su compromiso de siempre recordar estas cosas a sus hermanos por más que las sepan y estén afianzados en la verdad que ahora tienen. Por tanto Pedro nos muestra que el verdadero cristiano no solo es alguien que cree y hace ciertas cosas, sino que es alguien que constantemente está recordando por más que sienta que sabe.
Por ello es que como cristianos debemos tener una actitud humilde frente a estos recordatorios. Debemos tener mucho cuidado si frente a una enseñanza, lectura de un pasaje o el consejo de un hermano, tenemos una actitud de “esto ya lo sé”. En las cosas de Dios nunca debemos dar nada por sabido. Estamos siendo tentados constantemente, por lo que no debemos pensar que ya hemos egresado de la enseñanza bíblica, sino que por el contrario, es necesario que se nos recuerden estas cosas todo el tiempo.
Esto nos modela además cómo los líderes, en primer lugar, pero también el resto de la iglesia, no deben confiarse en que simplemente sus hermanos en Cristo conocen la verdad. Hemos visto que están tentados a volverse improductivos o a ser arrastrados por los falsos profetas y sus falsas enseñanzas, por lo que tenemos la responsabilidad de recordar estas cosas una y otra vez.
Por más que sintamos que estamos firmes o que hay cosas que tenemos claras, debemos recordar una y otra vez la importancia de la obra de Cristo y cómo debemos responder adecuadamente con toda nuestra vida a eso. Así mismo, por más que veas firmes a tus hermanos en la fe, debemos atrevernos a recordarles estas cosas por más expertos o eruditos que se vean. Nuestro frágil corazón nos recuerda la realidad de que nunca hemos escuchado o aprendido suficiente. Nuestra tentación de volvernos improductivos o bien tomar la gracia de Dios como una excusa para el pecado en nuestra vida se vuelven un grito desesperado para que constantemente se nos enseñe como si lo estuviéramos escuchando por primera vez. Nunca creamos que ya hemos aprendido suficiente y nunca creamos que hemos enseñado suficiente. Nunca creamos que estamos lo suficientemente avanzados, en algún área espiritual, como para no seguir aprendiendo, pues siempre existe el peligro de terminar amoldándonos al mundo y creyendo sus falsos ofrecimientos.
Como egresado de un instituto bíblico, esta es una de las grandes tentaciones que uno enfrenta. Tenemos la tentación de que, al aprobar ciertas asignaturas del programa, hay cosas que no es necesario volver a estudiar, sino que solo debemos enseñarlas, pero la verdad es que entre más uno conoce la palabra de Dios, más debe darse cuenta de su necesidad de acercarse a Él con la actitud de un niño que tiene mucho que aprender. Un diploma de egresado en teología no nos certifica como espiritualmente inmunes al olvido de las verdades de Dios.
Oremos para tener la humildad suficiente de darnos cuenta que el conocimiento de su palabra es siempre una asignatura pendiente.