Por lo tanto, hermanos, esfuércense más todavía por asegurarse del llamado de Dios, que fue quien los eligió. Si hacen estas cosas, no caerán jamás. (2 Pedro 1:10)
Durante siglos los cristianos han discutido acerca de si somos hijos de Dios por elección divina o por una decisión personal. Pero versos como estos nos muestran que ambos conceptos están totalmente presentes en el Nuevo Testamento por lo que no podemos rechazar el papel de Dios, ni el nuestro, en la vida cristiana. Aquí Pedro nos está diciendo que debemos esforzarnos por asegurarnos (nuestro papel) que hemos sido llamados por Dios (papel de Dios). Es decir, debemos esforzarnos por asegurarnos de ser verdaderamente hijos de Dios.
Entonces, ¿cómo nos aseguramos de esto?
La respuesta de Pedro es esforzándonos por vivir una vida agradable a Dios. Debemos buscar fortalecer la lista de virtudes cristianas que Pedro nos llamó a potenciar en nuestra vida en los vv. 5-7 y que vimos en detalle en los devocionales anteriores. Si este es el tipo de vida que anhelamos y buscamos día a día, podemos estar seguros de que en verdad somos sus hijos como decimos ser.
Hay dos cosas que esto NO quiere decir. Primero, que buscar esta vida trae el premio de ser hijos de Dios. Nuestra condición y futura vida eterna no es por nuestros méritos, sino que este tipo de vida prueba que en verdad hemos sido llamados por Dios a su reino y nuestra fe en Jesús es verdadera. Este tipo de vida es una consecuencia lógica de alguien que verdaderamente es un discípulo de Cristo salvado por gracia.
Segundo, esto no quiere decir que debamos vivir una vida perfecta para asegurarnos de haber sido llamados por Dios. Como Santiago lo expresa (3:2), todos fallamos, nos caemos, desobedecemos, pero cuando esto pasa, el discípulo de Cristo sabe que algo anda mal, sabe que ha fallado a Dios, que este no es el tipo de vida acorde a su condición; se siente incómodo, por lo que con la ayuda del Espíritu Santo se arrepiente y se levanta para volver a la carga nuevamente confiando en la gracia divina.
Este tipo de vida es la que un verdadero hijo de Dios buscaría desarrollar día a día en su vida. Si esto es lo que tu alma anhela y desea, entonces eres quien dices ser, pues buscar una vida agradable a Dios no es una opción para nuestra vida cristiana.
¿Es este el tipo de vida que anhelas cada día?
Si tu respuesta es no, la gracia de Dios te invita ahora mismo a arrepentirte delante de él, a poner tu confianza verdaderamente en Jesús y a vivir una vida que le glorifique con la ayuda del Espíritu Santo.
Los falsos profetas, en la época de Pedro, decían ser elegidos por Dios, pero como una excusa para vidas con todo tipo de licencias; pero claramente con ello mostraban la falsedad de esta afirmación.
Pero además la gracia de Dios es tan grandiosa que no solo te llama hacia sus brazos, sino que nos mantiene en ellos con fidelidad y seguridad, ya que Pedro nos dice que aquellos que se han asegurado de su llamado no caerán jamás. Qué maravillosa promesa en medio de este mundo en el que las personas constantemente conviven con el temor de ser “dejadas caer” por aquellos que las aman. Sufrí muchas situaciones dolorosas en mi vida, sobre todo en la niñez, pero una de las peores situaciones que recuerdo fue no recibir el apoyo de alguien que me prometió siempre estar ahí, en un momento tremendamente doloroso. Gracias a Dios esa situación está sanada y perdonada, pero este recuerdo me hace valorar infinitamente la maravillosa seguridad de estas palabras. Si somos sus hijos, Dios no nos dejará caer jamás de sus brazos. En medio del mundo que vivimos lleno de relaciones finitas y condicionales, la promesa es que Dios, como un Padre amoroso, sostendrá infinitamente a sus hijos por toda la eternidad. Qué grandiosa seguridad nos da esto para nuestra vida cristiana. Podemos vivir conociendo, sirviendo y amando a Dios y al prójimo, con la confianza que estamos seguros en los brazos del ser más fiel, poderoso, amoroso y santo del universo, sin caer jamás.