2 Pedro 1:5 “Precisamente por eso, esfuércense por añadir a su fe, virtud”
Un pensador llamado Moffatt describió irónicamente la experiencia cristiana como “un espasmo inicial seguido de una inercia crónica”. Esta dura descripción de la vida cristiana nos hace reflexionar seriamente acerca de cuál es nuestro papel en nuestro proceso de santificación.
No hay duda que cuando somos alcanzados por Dios en nuestra vida, hay un cambio drástico en nosotros, tanto en nuestra manera de ver a Dios, nuestra pasión por hablar de Él y en cambiar todo lo posible de nuestra vida que puede ofenderle. Pero luego pasa el tiempo y hay una seria tendencia a la inercia, es decir, a permanecer quietos y dejar de esforzarnos por nuestra santidad. A veces pensamos que sólo Dios tiene algo que decir con respecto a nuestro proceso de cambio por lo que si las cosas no avanzan “Dios sabrá por qué”. Por ello es que las palabras de Pedro se presentan como un fuerte grito de atención ante nuestra facilidad de dormirnos en el camino. No hay duda que hay algo importante que nos corresponde hacer ya que nos dice con toda claridad: “Esfuércense”. No podemos simplemente sentarnos a simplemente experimentar o disfrutar de la fe, por decirlo de alguna forma. Que la gracia de Dios actúe en nuestras vidas exige nuestro esfuerzo. Debemos participar activamente en cooperación con Dios en ir transformando nuestra vida en una que le honre cada día más.
Sin embargo hay un colchón de seguridad maravilloso para ese esfuerzo, ya que previamente nos dice, “Precisamente por esto”. Es decir, gracias a la maravillosa obra de salvación que Jesús hizo en la cruz por nosotros, gracias a que ahora podemos contar con el poder del Espíritu Santo y tenemos maravillosas y seguras promesas que Jesús nos ha dado, podemos esforzarnos con toda confianza. Entonces cambia profundamente la perspectiva de lo que significa esforzarse bajo ese manto de seguridad. Pero aún así debemos esforzarnos. Para describir cómo debemos hacerlo Pedro pasa a detallar una serie de virtudes que deben ser parte de la vida de un verdadero cristiano.
Parte con la fe que es la aceptación inicial del amor de Dios, es la piedra fundamental sobre la que se construyen las virtudes que seguirán a continuación, es la base para poder esforzarnos adecuadamente. Es decir, antes de partir esforzándonos por reflejar ciertas virtudes cristianas, debemos asegurarnos que hemos puesto nuestra fe en Jesús y su sacrificio por nosotros. Este elemento es un punto de partida esencial, ya que si no está presente, nuestro esfuerzo sería totalmente vano e inútil. Sería tan absurdo como construir un edificio en un terreno pantanoso sin los cimientos adecuados, por más esfuerzo que hiciéramos en la parte visible de la construcción, todo terminará por hundirse tarde o temprano.
Pero a esta fe dice hay que añadirle virtud que significa “excelencia”, y se utiliza para señalar el cumplimiento adecuado de cualquier cosa. Es decir que algo funcione adecuadamente o correctamente según lo que es. Una lavadora debe lavar, una batidora debe batir, o un refrigerador debe enfriar, pues sino lo hacen algo anda mal. En el caso del cristiano este debe reflejar algo del carácter de Cristo ya que Él es el hombre perfecto.
Los falsos maestros a los que se enfrentó Pedro tenían atrayentes e impresionantes discursos en relación a la fe, la verdad y la espiritualidad, sin embargo en sus vidas nos mostraban ninguna de estas características o virtudes. Por tanto decían ser algo que no eran, pues no funcionaban adecuadamente de acuerdo a lo que Pedro nos dice que debe ser un cristiano.
Con ello vemos que el esfuerzo de añadir virtud a nuestra vida es un tema que debemos considerar seriamente. Y gracias al Espíritu Santo en nosotros es que con toda seguridad podemos ir mostrando algunos rasgos concretos de Jesús en nosotros. Por lo que si no vemos ningún cambio en nosotros, o bien, que no hacemos ningún esfuerzo por tener una vida cada vez más agradable a Dios, es sensato que volvamos un paso atrás y nos preguntemos si realmente hemos puesto nuestra confianza en Jesús. Pues si no es así, nuestra garantía de supuestos cristianos, aún estará vigente, por lo que no nos quedará otra que ser devueltos, pues no éramos lo que decíamos ser.