…por medio de las cuales nos ha concedido sus preciosas y maravillosas promesas, a fin de que por ellas lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia. (2 Pedro 1:4; LBLA)
Una de las citas más famosas de Mahatma Gandhi en relación al cristianismo fue la siguiente: “Me gusta tu Cristo. No me gustan tus cristianos. Tus cristianos son tan diferentes a tu Cristo”.
Nuestra tendencia natural como cristianos es reaccionar inmediatamente a la defensiva frente a esta afirmación, pero ¿y si hay algo de cierto en ella? ¿Realmente mostramos en nuestras vidas rasgos del Dios en que decimos creer? ¿Pueden quienes pasan delante de nuestra vida ver aunque sea un aire a Jesús?
Frente a esto es que las palabras de Pedro, en este verso, desafían profundamente nuestra vida en este sentido. Jesucristo, por medio de su sacrificio, ha hecho disponibles promesas preciosas y maravillosas para nosotros. Y de manera totalmente impresionante, Pedro nos dice que el cumplimiento de estas promesas es que llegamos a ser partícipes de la naturaleza divina, o dicho de otra forma, que podemos experimentar una intimidad con el Dios todopoderoso, creador del universo, de una forma que nadie jamás imaginó.
Esto puede sonar muy ambiguo, por lo que es necesario pensar bien en lo que quiere decir. Lo primero que debemos aclarar es que Pedro nos dice que llegamos a “participar” y no “tener” la naturaleza divina. Es decir, los cristianos pueden compartir ciertas cualidades que solo Dios tiene, pero sin duda alguna hay muchas de ellas que no las vamos a compartir. Por tanto, claramente Pedro no está diciendo que ahora nos convertimos en Dioses. Usted diría que nadie podría pensar algo así, pero la verdad es que casos no faltan. Por ejemplo, hace unos años escuché a un pastor de la prosperidad justificar que los cristianos deben tener lo mejor desde el punto de vista material, porque ahora son dioses, gracias a Cristo.
Entonces ¿en qué sentido compartimos algunas cualidades que Dios tiene? Podemos afirmar que estas cualidades divinas le posibilitan al creyente escapar de la corrupción que hay en el mundo, como el mismo verso lo sugiere, es decir, tenemos aquellas cualidades de Dios que nos permiten renunciar al pecado en esta vida. Claramente esto no significa que nunca más vamos a pecar, sino una libertad y capacidad para ir progresando día a día en una vida más obediente a Dios.
Esta participación de su naturaleza divina se experimenta de una forma maravillosa. Jesucristo, quien es realmente divino, pues es Dios mismo hecho hombre, comparte con nosotros su propio carácter perfecto al enviarnos el Espíritu Santo. El Espíritu hace que en nuestro propio carácter surjan los mismos deseos que Jesús tenía. Esto se hace evidente en nosotros en un anhelo de agradar a Dios y en un sentido de frustración o tristeza cuando no lo hemos hecho.
Por tanto, gracias a la obra de Cristo, a nuestra unión con él y a que ahora ha enviado al Espíritu Santo a vivir dentro de nosotros, vivimos una intimidad con Dios que nunca nadie imaginó, con la cual podemos resistir al pecado y mostrar ciertas cualidades suyas.
Este es un privilegio tremendo y maravilloso. Gracias a esto es que podemos y debemos ir progresando día a día en nuestra obediencia a Dios, mostrando más de él cada día en nuestras vidas. Esto no significa que podamos simplemente tirarnos en la cama a descansar en esta nueva condición, porque aún convivimos con nuestra vieja naturaleza. Por el contrario, debemos activa y decididamente obedecer a Dios cuanto podamos. Debemos cuidarnos de pensar que nuestra obediencia a Dios no es tan importante, justificando que Dios nos ha perdonado de todo y presumir de su gracia, sino que gracias a esta maravillosa nueva condición debemos buscar, con todo nuestro ser, honrar a Dios con toda nuestra vida, y así, cuando las personas nos vean, puedan encontrarnos un aire al Dios amoroso, santo y misericordioso que decimos predicar.

