Ortodoxia y herejía
La ortodoxia significa doctrina o creencia correcta. En un sentido muy importante, es esencial para la salvación. Aun cuando somos salvados enteramente por la gracia de Dios y no sobre la base de tener un pensamiento correcto, las perspectivas correctas de Dios promueven el asombro, la reverencia y el amor. Es más, para que las generaciones futuras crean en Cristo, es imperativo que guardemos el Evangelio sin el cual nadie puede ser salvo (1Ti 1:14). Oseas lamenta el hecho de que «mi pueblo es destruido por falta de conocimiento […]» (Os 1:14). La idolatría de Israel había afectado su existencia nacional completa. La adoración falsa reprodujo prácticas pecaminosas. Dios es fiel; la lealtad a Él requiere e implica atención a lo que es verdadero y correcto. Las ideas tienen consecuencias. La verdad es saludable tanto para el cuerpo como para el alma (1Ti 6:3). La adoración debe ser en la verdad, que está encarnada en Jesucristo (Jn 4:21-24; cf. Juan 1:9, 14, 17-18; 14:6). La ortodoxia bíblica verdadera lleva a la ortopraxia (la práctica correcta), que debe promover vida y relaciones saludables.
No toda la doctrina ortodoxa tiene el mismo peso
Algunos aspectos de la doctrina correcta son de vital importancia, mientras que otros podrían ser de menor significancia. Esta importante distinción es mejor expresada por Juan Calvino:
Porque no todos los artículos de la doctrina de Dios son de una misma especie. Hay algunos tan necesarios que nadie los puede poner en duda como primeros principios de la religión cristiana. Tales son, por ejemplo: que existe un solo Dios; que Jesucristo es Dios e Hijo de Dios; que nuestra salvación está en sólo la misericordia de Dios, y así otras semejantes. Hay otros puntos en que no convienen todas las iglesias, y con todo no rompen la unión de la Iglesia. […] ¿Quebrarían estas iglesias entre sí la caridad y el vínculo de unión, si esta diversidad de opiniones no fuese por polémica ni por terquedad? […] No es mi intento sostener aquí algunos errores, por pequeños que sean […]. Lo que defiendo es que no debemos abandonar por cualquier disensión una iglesia […]1.
Hay que distinguir la herejía del error
En mi iglesia anterior, en una de dos ocasiones cerca de Navidad, jugamos un juego llamado «¿Verdadero, falso o herejía?» en el que escogemos líneas de un rango de himnos y villancicos, dividimos a la congregación en equipos y comenzamos. Fue diseñado para mantener alerta a la congregación a lo que podrían estar cantando y también sirvió para enseñar la importante distinción entre herejía y error.
¿Qué es la herejía exactamente?
La herejía es algo que, si fuera cierto, falsificaría el Evangelio cristiano. Un ejemplo de herejía es la afirmación que la iglesia enfrentó en los primeros siglos con la que se sostenía que Jesucristo, el Hijo de Dios, no era eterno ni coigual con el Padre, sino que surgió en algún momento. En resumen, era diferente a Dios. Si esto fuera así, no podríamos ser salvos. Si Cristo fuera menos que Dios y no de la misma sustancia del Padre, no habría sido la verdadera revelación de quién es Dios. No habría podido decir verdaderamente: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14:9). El Evangelio —y nuestra salvación— estaba en riesgo en este asunto.
¿Cómo difiere esto del error?
El error es simplemente algo que no concuerda con la Escritura. No implica necesariamente una falsificación del Evangelio cristiano. Significa que este o ese pronunciamiento está equivocado, sin importar la gravedad del error. Toda herejía es un error, pero no todo error es una herejía.
Un ejemplo de error es evidente en las respuestas a la pregunta de si Cristo, en su regreso, establecerá un reino en la tierra de mil años antes del juicio final.
Los premilenialistas afirman esto; los amilenialistas y posmilenialistas lo niegan. Es difícil ver cómo estos tres grupos pueden estar en lo correcto en este asunto. Al menos uno debe estar equivocado. ¿Un error en un asunto como este podría tener consecuencias? Es bastante probable. ¿Tal error niega el Evangelio de la gracia de Dios en Cristo? No.
Otra instancia donde se involucra el error es una respuesta a si los niños pequeños de un creyente o creyentes profesantes deben ser bautizados. Algunos dicen que sí; otros dicen que no. Uno de estos grupos está mal. Ambos grupos creen que de la otra postura se derivan malas consecuencias, aunque no sean de tal naturaleza como para destruir al Evangelio.
A partir de esto, podemos ver la seriedad de la herejía. Va mucho más allá del error. Es una amenaza inmediata a la fe. De esto podemos deducir que debemos refrenarnos de llamar «herético» a una postura con la que simplemente no estamos de acuerdo.
Ejemplos de herejías
Estos son algunos ejemplos de herejías, junto con una breve explicación de por qué cada una cae dentro de esta categoría.
En la Biblia encontramos rastros de Docetismo en las afirmaciones rebatidas en 1 Juan. Esta era la idea de que la humanidad de Cristo no era real, sino sólo aparente. Si este hubiera sido el caso, no habríamos sido salvos. El hombre pecó; el hombre debe hacer expiación por el pecado. Por esa razón Juan dice que cualquiera que enseñe que Jesucristo no ha venido en la carne no es de Dios (1Jn 4:1-6).
En Gálatas, Pablo se opone al legalismo en las enseñanzas de los judaizantes. ¿Por qué? Por su insistencia de que los gentiles debían circuncidarse, por lo que estas personas estaban destruyendo la gracia. En efecto, afirmaban que la salvación en parte dependía de las acciones que hacemos (Gá 2:21). Pablo los maldice (Gá 1:8-9).
La veneración a los ángeles podría haber sido un problema en Colosas (Col 2:18). Tal veneración es idolatría. Pablo insiste en que Cristo es la imagen de Dios, el Creador y Sustentador de todas las cosas —incluyendo todos los tipos de ángeles (Col 1:15-20)—.
Lo siguiente son unas muestras de enseñanzas que surgieron en la historia posapostólica y que la iglesia ha determinado como heréticas.
Ya nos hemos referido al Arrianismo, una negación de la deidad eterna de Cristo y su unión indivisible con el Padre. Poco después le siguió el Macedonianismo, una negación de la deidad del Espíritu Santo. La iglesia rechazó esta negación porque si el Espíritu no fuera Dios, no podría unirnos con Dios en Cristo, de modo que no podríamos ser salvos (Ro 8:10-16). Adicionalmente, habríamos sido bautizados en el nombre del Padre, del Hijo (ambos reconocidos como Dios) y del Espíritu, de quien se afirmaba que era una criatura. Esto sería idolatría (Mt 28:18-20).
Apolinar de Laodicea fue juzgado como hereje, puesto que sostenía que Cristo, cuando tenía cuerpo humano, no tenía una mente ni un alma humana. La iglesia mantenía que si el Hijo no tomaba unión con la naturaleza humana en su totalidad, no podríamos ser salvos. El hombre pecó; el hombre debe expiarse (ver Hebreos 2:10-18). Como Gregorio Nacianceno escribió: «lo que no se asume, no puede ser sanado».
Más adelante, Nestorio, obispo de Constantinopla, recalcó tanto la humanidad de Cristo que no podía dar cuenta de cómo Él era una persona integrada. Sus enemigos afirmaron que dividió a Cristo en dos personas. Él enseñó una conjunción entre el Hijo y la humanidad, no una unión y una encarnación (Jn 1:14). Nuevamente, si no hubiera habido tal encarnación, Cristo no habría tomado nuestra humanidad permanentemente en unión por Él.
En otra área, el monje Pelagio sostenía que todas las personas caídas tienen la habilidad de responder al Evangelio sin la ayuda de la gracia divina. La iglesia lo condenó como herejía con base en que rechazaba la gravedad del pecado y, de ese modo, la necesidad de la gracia de Dios para capacitarnos a fin de creer. Preparó el escenario para la enseñanza de la salvación por medio del esfuerzo moral en lugar de la dependencia a la gracia de Dios.
En nuestro tiempo, la idea de la salvación universal se ha generalizado. Debido a que la iglesia ahora está profundamente dividida, no es capaz de hacer las determinaciones que hizo en los primeros siglos. Esto no minimiza la realidad ni el peligro de las ideas heréticas; de hecho, las aumenta, puesto que los pronunciamientos autoritativos para la verdad son mucho más difíciles de establecer. Si cualquiera va a ser salvo o si no existe juicio que lleva a consecuencias eternas para el malvado, entonces no hay necesidad del Evangelio, el cual, en lugar de la realidad del perecimiento, ofrece vida eterna para aquellos que creen en Jesucristo.
En cada una de estos casos, de la Biblia y de la historia de la iglesia, las herejías emergen desde dentro de la iglesia. No son ideas producidas por el mundo externo. A menudo, se levantan debido a que no se ha llegado a una resolución de un problema particular. Cuando las propuestas están avanzadas en tal debate, algunas son consideradas graves amenazas. Las herejías no necesariamente tienen intenciones malvadas, pero eso no minimiza el peligro que representan.
Surgen dificultades
A veces, es difícil determinar si es que una enseñanza en particular es herética o simplemente errónea, por muy grave que sea el error. Este es el caso de muchos de los dogmas de Roma. La doctrina de Roma de la justificación es efectivamente la misma que la de San Agustín. Es gravemente errónea y justificó la Reforma, pero ¿estamos preparados para anatematizar a Agustín?
Asimismo, puede ser difícil juzgar si una enseñanza errónea tiene el potencial de ser herética. Esto es especialmente cierto cuando se presenta por primera vez. Es importante captar la intención de un predicador o teólogo en particular antes de evaluarlo.
Algunas ramas de la iglesia podrían, y a menudo ocurre, considerar herética una enseñanza que otra rama sostiene, cuando podría no ser el caso. La iglesia latina sostiene que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. La iglesia oriental cree que el Espíritu procede del Padre solamente (citando Juan 15:26). Algunas voces más estridentes de Oriente han argumentado que la postura occidental es herejía, puesto que, a sus ojos, enturbia las distinciones eternas entre el Padre y el Hijo y compromete la unidad indivisible de la Trinidad al postular que el Padre no es la fuente única de la condición de la persona del Espíritu. No obstante, en su mayor parte, el Oriente ha enseñado que la postura Occidental es un grave error.
Peligros prácticos de la herejía
Dado que la herejía es una negación efectiva o una herida fatal al Evangelio, se asemeja a una maleza que crece en un hermoso jardín, algo que debe arrancarse antes de que absorba los nutrientes de la tierra, ocupe espacio y ahogue a las plantas buenas. Las falsas creencias no son neutrales; distorsionan y destruyen la verdadera piedad.
Beneficios prácticos de la ortodoxia
La ortodoxia es una efusión de lo que la iglesia cree y confiesa sobre Dios, Cristo y la salvación. Los obispos en los grandes concilios ecuménicos fueron conscientes de que no eran innovadores, sino que simplemente estaban confesando la fe que la iglesia siempre había sostenido, que llegó a ellos de parte de los apóstoles. Como tal, la ortodoxia está enraizada en la Biblia y la revelación de Dios en Jesucristo. Sin duda, dado esto, quizás sea engañoso buscar razones prácticas para apoyar la ortodoxia, como si esas razones tuvieran un peso mayor que la realidad de la cual derivaron. Es suficiente afirmar que mantener el Evangelio es principalmente algo que trae gloria a Dios y, de ese modo, es su propia justificación.
A modo de ejemplo de cómo la enseñanza de la ortodoxia está enraizada en la Biblia y no es nada de lo que debemos avergonzarnos, notamos la afirmación del Concilio de Constantinopla (d. C. 381): «creemos en la Iglesia una, santa y apostólica». Lejos de ser una imposición por aquellos determinados a mejorar el poder de la iglesia, esta declaración refleja la enseñanza de la Escritura. En Efesios 2:11-21, Pablo proclama que el Evangelio ha quebrado las barreras de la cultura y la raza, uniendo a judíos y a gentiles en un sólo cuerpo. De este modo, la iglesia es una, se extiende a lo largo del mundo, y tiene un alcance católico. Es construida sobre la enseñanza de los apóstoles y los profetas como un templo santo en Cristo, habitada por el Espíritu Santo para la gloria del Padre.
Debido a que la Escritura es exhalada por Dios el Espíritu Santo (2Ti 3:16), la enseñanza de acuerdo a la Escritura y al Evangelio es vivificante bajo el ímpetu del Espíritu. La teología ortodoxa es una aplicación del Evangelio de Cristo que aborda este o ese aspecto de la enseñanza bíblica.
El Espíritu Santo lidera, guía y protege a la iglesia de Jesucristo, capacitándola para seguir la Palabra de Dios que Él mismo exhaló para nuestra vida y la salvación. Expresiones tales como «ortodoxia muerta» son oxímoron. La ortodoxia no está muerta. Cualquier enseñanza que pueda ser considerada muerta difícilmente puede ser ortodoxa. La doctrina correcta es la expresión enfocada específicamente en el Evangelio, el poder de Dios para la salvación.