¿Alguna vez viste un amor tan hermoso que te hizo suspirar? Y no estoy hablando de esa pasión juvenil en que ambos se miran con ojos de cachorrito como si fuera una «escena de compromiso perfecto» para una sesión de fotos.
Estoy hablando de esa clase de amor que luce tan familiar y marcada por el uso como las arrugas en el rostro de tu amado. La clase de amor que se expresa en actos incesantes y poco sofisticados de devoción.
Es una mañana de domingo en la iglesia de mi abuela.
Me siento en la banca esperando cantar una alabanza especial con mi mamá y esperando ser una bendición. Mientras observo las cabelleras canosas y los cuerpos gastados por el tiempo que nos rodean, mi mirada se detiene en un hombre encorvado que lleva a su esposa en una silla de ruedas hasta la primera fila de la congregación. Las extremidades de ella se mueven con dificultad y su expresión es vaga.
Lo observo quitar varias capas de mantas, alisarle el vestido de domingo y sentarse lentamente en una silla al lado de ella.
Mientras escuchamos los avisos de la iglesia, él le señala las notas del boletín. Coloca el dinero de la ofrenda en la mano de ella y lo depositan en el plato.
Inclinándose hacia mí, mi abuela susurra: «Ese hombre siempre es tan tierno con su esposa. Ella padece un Alzheimer severo, y él la cuida incansablemente. Probablemente ella ni siquiera sabe quién es él».
Después de cantar, me distraigo durante el sermón. No puedo dejar de observar a la pareja de la primera fila.
Él extiende la mano y suavemente le aparta los cabellos de los ojos.
Con su mano estrecha la de ella y a ratos la sacude suavemente cuando ella comienza a dormitar. Le soba la pierna para relajarla cuando la incesante enfermedad de ella se hace sentir.
Sentada, me empapo del sermón representado ante mis ojos. Pienso en todas las horas de sacrificio que él le ha dedicado. Pienso en todos los pequeños actos de fidelidad, como ayudarla a elegir las joyas blancas que combinan con las medias que ella usa esta mañana. Mi corazón comienza a suspirar con la belleza de su amor.
No sólo su amor, sino el amor de Cristo que se manifiesta en él.
Y entonces recuerdo que ese es sólo un pequeño destello de la forma en que Cristo me ama. Con tanta fidelidad. Con tanto cariño.
¿Qué tan a menudo te detienes a pensar en cómo se verá tu vida amorosa a los 80 años? Para quienes somos jóvenes solteras, es muy fácil vivir absortas en el aquí y el ahora. O en los próximos cinco años. En el próximo potencial marido piadoso y lindo (con énfasis en lindo).
No estoy diciendo que sea malo fijarse en chicos o interesarse en el matrimonio.
Sin embargo, ¿cómo cambiaría tu perspectiva si observaras a los hombres usando el lente de los próximos 60 años?
Hagamos un experimento.
Digamos que un chico está interesado en ti (o viceversa). Intenta visualizar una versión anciana de ti misma, incapacitada y mucho menos encantadora. ¿Logras verlo entregando su vida —sus deseos, sus sueños, su comodidad— por ti? O, aun más importante, ¿puedes verte a ti misma haciéndolo si los papeles se invirtieran?
Por algunos días, antes de esa mañana de domingo, me había sentido desanimada en mi soltería —estaba cansada de esperar—. Simplemente quería que este ansioso deseo de encontrar el amor verdadero llegara a su fin. Pero luego, al observar esta pareja sentada un par de filas más adelante, fue como si me hubiesen llamado a despertar.
En ese momento supe que ese amor característico de Cristo es el tipo de amor que en verdad deseo.
Ese es el tipo de asombroso amor que yo, por mi parte, quiero cultivar y mostrar ante el mundo.
Por lo tanto, a todas ustedes, mujeres jóvenes que desean ser queridas por un hombre piadoso, permítanme dejarles el recordatorio que todas necesitamos con urgencia: el amor bello no está libre de dolor. En realidad, el dolor es lo que lo hace hermoso. Es el sacrificio doliente —tanto como el gozo— lo que hace aun más valioso a ese ser amado.
¿Estás lista para esa clase de dolor y belleza que el amor requiere?
«[El amor] todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser…» (1 Corintios 13:7-8a NBLH).
Para seguir conversando:
- ¿En qué piensas cuando imaginas el verdadero amor? ¿Es un tipo de amor entrañable y duradero, o un tipo de amor fugaz y románticamente enmarcado?
- ¿Cómo te estás preparando actualmente para la clase de sacrificio que exige el amor verdadero y duradero?